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Algo más de cuatro y el del tambor. Cacho, la mascota, Juan 'Banderas' corriendo la banda y algún que otro seguidor del Gernika. Poca presencia en El Sardinero este domingo para celebrar que el Racing, aunque estaba más que claro desde hacía algunas semanas, ... es el campeón de su grupo. Poco se esperaba de este partido, a no ser el resultado al final del mismo. Insignificante después de lograr los objetivos, por parte del Racing, y de mayor calado para los vascos, que se jugaban la permanencia. Sosiego para los cántabros y urgencia para los de Busturialdea. Intereses contrapuestos y, por parte de los locales, ilusión por disfrutar de una buena tarde de fútbol. Para saborear las mieles de una temporada que se acaba y mirar con la cabeza bien alta al play off por el ascenso que, se espera, llegue de la primera tacada.
Sí que entre los más fieles seguidores del equipo de la capital cántabra había interés en el papel que debía desempeñar en la portería el debutante Jagoba Zárraga -menuda responsabilidad y todo un honor para un futbolista vasco llevar ese apellido- que ni en Liga ni en Copa había defendido la puerta racinguista. Había ganas por saber cómo se las apañaba el chaval ante un Gernika que se jugaba mucho.
Quizás no fuera este encuentro el ideal para presentarse en sociedad ante la afición cántabra -algo más que cuatro y el de la bandera corriendo la banda- y ante un equipo que se preveía no iba a darle mucho trabajo al meta bilbaíno, a pesar de las urgencias.
Tocó Zárraga el primer balón, y con el pie, en el minuto 17. Le cedió el esférico Kitoko, se lo devolvió después a Olaortua y de este de nuevo a sus botas, para entregárselo a Óscar Gil, que chutó hacia el centro del campo. Es cierto, también, que su colega Diego Carrio tampoco hizo nada para ganarse el jornal en los primeros 45 minutos, soporíferos por cierto.
Vio sacar Zárraga un par de córners -minutos 26 y 37- que despejó sin oposición la defensa. Y uno menos los vascos. Tampoco tuvo ocasión Jagoba para demostrar sus habilidades en el tiempo añadido de la primera parte cuando se lanzó sobre el área una falta que abortó la defensa.
Se afrontaban pues los últimos 45 minutos con un frío puñetero y ganas de ver un poco de fútbol por parte de uno y otro equipo.
Guantes blancos e indumentaria naranja, con el número 1 en la espalda, Zárraga afrontaba la segunda parte con la presunta necesidad de hacerse lucir, de tener algún momento de gloria. De estirarse y despejar al menos un balón a córner, de oír rugir al Sardinero, de recibir los aplausos de los fieles seguidores del equipo verdiblanco.
El tiempo corría y también, como el balón, más lento de lo normal. Los vascos querían y no podían y el campeón del Grupo II de la Segunda División B lanzaba tímidos ataques contra la meta de Carrio. Unos y otros parecían conformarse con llevarse un puntito de la contienda.
Por fin sonaron los primeros aplausos en el minuto 59, cuando abandonaba el terreno de juego Berto Cayarga y le sustituía el siempre deseado Enzo Lombardo, que cuando está inspirado es todo un espectáculo, un Morante de la Puebla del fútbol al que no siempre acompañan las alateadas musas.
Pero volviendo al protagonista de la tarde, el cancerbero que por fortuna ya no guarda las puertas de ese infierno que tampoco existe, seguía inédito. Tarde dulce y sin sustos, pero también sin intervenciones. Salvo esa primera, en el 67, que sacó con los pies junto al palo derecho a disparo a bocajarro de Abaroa. Ahora sí, aplausos para el del Bocho.
Pero la palada de arena le llegó al meta racinguista unos minutos después cuando Koldo fusiló su portería con una violencia tal que recordó a aquellos fusilamientos del 3 de mayo en la madrileña montaña de Príncipe Pío. Con los brazo en alto, tratando de detener el esférico, como ese aterrado y sentenciado personaje de camisa blanca del cuadro de Goya. Y lo de siempre en este deporte cuando no hay mucha intensidad y quizás pocas gana: llegaron una vez y la colaron sin compasión. Cosas del balompié.
Se sucedieron después los minutos del tedio, de la pérdida de tiempo del rival, de los cambios en el equipo contrario y de la lentitud del meta para sacar los balones. Los vascos a velocidad de tortuga y los cántabros con la vista puesta en una ducha bien caliente y una buena cena en casa con la familia. Seguro que a alguno de los futbolistas no le había dado tiempo a celebrar el Día de la Madre como corresponde. Con el recuerdo de ese pasillo que los del Gernika les habían hecho al saltar al césped, de la Fuente de Cacho posterior y de los aplausos del respetable tras el pitido final.
En fin, un partido para olvidar, para dejar pasar, que quizás haya servido como un entrenamiento con fuego real para el compromiso de los play off. Un choque que benefició a los vascos que salen de Santander agarrados a una buena tabla para salvarse del naufragio, para dejarse arrastrar hacia la salvadora playa de la permanencia.
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