Otra victoria en el alambre

Las Gaunas sigue sonando a momentos pretéritos. A que cualquier tiempo pasado –para el Racing– fue mejor. Y da igual cuando lea esto. En la última década, siempre ha sido así. Tercera categoría. Para el equipo verdiblanco es ya casi como enfrentarse a los filiales. Ponerse ante un espejo. Lo que fui y lo que soy. El conjunto cántabro estuvo a punto de liarla parda. Para mal. Feo, lento, incapaz, aburrido... Ante un contrincante que acumulaba ocho partidos sin ganar. Paparda a la vista. Si hubiese perdido ante la Sociedad Deportiva Logroñés, no le extrañaría a casi nadie. Si hubiese empatado, probablemente se habría interpretado como un resultado justo. Y Justo, sí, pero Manu, le dio a los verdiblancos otra victoria en el alambre. Porque este equipo es como los hermanos Wallenda. Saga de equilibristas. Esa familia ha tenido éxitos. Muchos. Y también algún accidente. Mortal, incluso. El fútbol es algo más banal, pero el Racing sigue tentando a la suerte y un día no va a tener tanta, se va a ir de morros y se va a quedar mirando cómo el Deportivo se marcha. Pero mientras tanto Guillermo Fernández Romo dirá que le echen trigo y le llamen gorrión.

Porque creyó que era lo que debía hacer o porque este sábado arrancaba un periplo de tres partidos en ochos días para el Racing, el entrenador madrileño hizo un par de cambios no forzados en la alineación. Más allá de que Simón haya salido recientemente del covid y que Bobadilla haya entrado en el centro de la zaga para desplazar a Satrústegui al lateral izquierdo; y de que Fausto Tienza sustituyese al sancionado Íñigo Sainz-Maza en el doble pivote –el extremeño, hombre fuerte del técnico, se quedó incluso con el brazalete–, el míster dejó a dos titulares habituales en el banquillo. Lo de Álvaro Bustos por Marco Camus se barruntaba esta semana. Lo de Harper por Cedric en la delantera era más inesperado, pese al bajo rendimiento del nigeriano últimamente. Eso sí, esta vez el que no faltó en el once fue Pablo Torre. Quizá lo de Valladolid fue aleccionador.

La Sociedad Deportiva Logroñés prometía tratar con cariño la pelota. El Racing, pues ya saben ustedes a qué juegan. Así que, sobre el papel, ningún aficionado verdiblanco se iba a enamorar. Pero bueno, cuando uno tiene buenos jugadores, todo puede ocurrir. Una buena acción de estrategia a la salida de un córner la finalizó defectuosamente Álvaro Bustos. Los riojanos tocaban hasta la frontal del área. Nada más. Los de Romo, aunque flojo, golpeaban:Harper remató a la media vuelta a las manos de Vidal.

De repente, algo pasa. Minuto 15 y el técnico racinguista manda a calentar a Jorrín y a Mantilla. Y un centro al área cántabra se lo come la defensa, Parera sale al bulto y se lleva por delante a un Jon Ander que cabecea alto –una acción que, en el 35, llevaría al ariete a ser sustituido por problemas físicos, pero se pasó pidiendo el más que posible penalti hasta el descanso–. El portero verdiblanco detuvo, acto seguido, un disparo raso de Mario Soberón.

El partido era un tostón. Lo mejor era la sensación al meter las manos a resguardo en los bolsillos del chambergo; ese calorcito, porque el frío en Logroño solo le venía bien al vino, para mantenerse fresco.

Quizá víctima del aburrimiento y ante la falta de argumentos para crear peligro, el Racing estuvo a punto de hacer como Froilán: pegarse un tiro en el pie. Un balón perdido por Borja Domínguez quedó como regalo para exracinguistas. Jon Ander se la quedó y cedió a Mario Soberón, que se plantó solo ante Parera. El balear tapó bien para evitar el tanto local. Los rojiblancos se fueron viniendo arriba ante la creciente parsimonia visitante. Jorrín y Mantilla se metían de nuevo en el banquillo. Minuto 28.

La sustitución de Jon Ander trastocó la concentración de la SD Logroñés y el Racing encontró escenario para hacer acto de presencia. Satrústegui cabeceó blando un saque de falta de Pablo Torre y Álvaro Bustos no llegó a conectar un magnífico pase del de Soto de la Marina al espacio. Y así terminó la primera parte.

Comenzó la segunda aún peor. Ya le había pasado a Bobadilla en la primera mitad que pidió fuera de juego cuando no era. Esta vez, levantó la mano en campo rival, cuando Mario Soberón aún no había cruzado la línea medular. Así que, con el central autodescartado, el cántabro se plantó dentro del área e, inexplicablemente, mandó el remate a la tribuna cuando lo tenía todo a favor. Al Racing le perdonaban la vida.

Sobre la gestión por parte de Romo de un Pablo Torre apercibido de sanción, la incógnita se desveló finalmente. El canterano no estará frente al Racing de Ferrol el próximo miércoles tras ver la quinta amarilla. Entonces el entrenador llamó a Yeray y Manu Justo. Sustituyeron a un casi inédito Soko y a un frustrado Harper. Pablo Torre forzó una falta en la frontal que él mismo ejecutó con un disparo que se marchó desviado.

El Racing, quizá cansado de que la Sociedad Deportiva Logroñés le hiciese un rondo en cada salida de balón desde atrás, adelantó la línea de presión para obligar a Víctor Vidal a sacar en largo. Se hizo raro, muy raro, ver al equipo de Guillermo Fernández Romo tan arriba. Lo cierto es que los verdiblancos eran desde hacía ya rato completos dominadores del partido, pero cerca del área no había pólvora y el doble pivote era una broma.

El míster hizo dos cambios más. Retiró a Álvaro Bustos y a Borja Domínguez y dio entrada a Marco Camus y Sergio Marcos. Eso sí, hombre por hombre. Nada nuevo. La última vez que corrió riesgos fue un día que echó una quiniela. Y la SD Logroñés, casi en la primera ocasión en que pasó del centro del campo, a punto estuvo de ponerse en ventaja. Un balón a la espalda de la zaga se lo comieron los centrales verdiblancos, Sandoval se quedó solo ante Parera, aunque el control se le marchó largo, el portero repelió y el rechace en las piernas de Unai Medina –gracias– se marchó a córner.

Romo iba a gastar la última bala: Cedric, pero al tiempo mandaba a Pablo Torre al banquillo. Si compras un proyectil y vendes la pistola, es difícil hacer daño a nadie.. Justo antes de la sustitución, Mario Soberón volvió a tener piedad de su exequipo. Su tiro a la media vuelta lo paró con apuros Parera.

En el minuto 87, al Hospital de Liencres ya estaban llamando aficionados por daños irreversibles en los ojos después de ver semejante partido. Pero justo entonces a Sergio Marcos se le encendió la bombilla. Con una fantástica apertura a la izquierda, habilitó la entrada de Marco Camus. El canterano se buscó el hueco y lo encontró para centrar al segundo palo. Manu Justo esperaba. Amortiguó el balón, remató de primeras, despejó un contrario y, en la segunda tentativa, gol en Las Gaunas.

Cómo sería la victoria que, pasado el minuto 90, ya estaba todo el banquillo verdiblanco de pie, urgiendo al árbitro el final del encuentro para que no se escapase lo que parecía que nunca iba a llegar. Los tres puntos son valiosos, valiosísimos, pero la imagen no deja de ser preocupante. Más aún con lo que se viene por delante.

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