Que a José Alberto (Oviedo, 1982) le gustan los retos es algo que no ofrece discusión. Basta con fijarse en que es de Oviedo y triunfó en Gijón. Si esto ya de por sí solo no convence, el ahora técnico del Racing no dudó en ... pedir una excedencia en su trabajo cuando empezaba a hacer sus pinitos como entrenador para volcarse de lleno en su sueño. No se arrugó. Como tampoco lo hace al imaginar en su pizarra los partidos. «Siempre hay que ir a buscar al rival, a incomodarle. Mejor ir que no esperar». Quizás por eso no dilató su carrera como futbolista y tras un breve paso por la cantera del Oviedo tomó el chándal y el silbato para vestirse de entrenador.
Si lo de ser carbayón y ser querido en El Molinón resulta llamativo, no es menos curioso que su debut como entrenador del Racing en El Sardinero se produzca ante el Sporting. Ni adrede... El sábado visitará Santander el club que le dio el empujón para cumplir su sueño de ser entrenador y José Alberto está obligado a ganarle. Se esperan alrededor de 3.000 aficionados asturianos en las gradas pertenecientes a esa 'mareona' que hace unos años coreaba su nombre. Caprichos del destino.
48partidos dirigió al Sporting de Gijón en Segunda. También 51 al filial rojiblanco
116suma José Alberto en Segunda:Sporting (48), Mirandés (42), Málaga (24) y Racing (2)
José Alberto empezó dirigiendo al Astur CF y pronto ingresó en las secciones inferiores de Mareo. Allí fue donde sacó el carné. Trabajaba a tiempo parcial en Ikea mientras se formaba como técnico en una de las canteras más prometedoras del fútbol español. De Mareo al Ikea habrá no menos de 30 kilómetros. Primero el uniforme y después el chándal. Y así unos cuantos años. El ovetense alternó la indumentaria mientras dirigió al infantil del Sporting. También siguió vendiendo y montando muebles a la par que entrenó al CD Covadonga, uno de los clubes con solera de la Tercera asturiana. Regresó a Mareo -pidió la excedencia en el trabajo- para hacerse cargo del equipo juvenil rojiblanco, antes de dar el salto al filial sportinguista. Fue en ese momento cuando José Alberto colgó el buzo azul y amarillo y se hizo una llave propia en la taquilla de Gijón.
Su 'mili' en los banquillos, al menos la instrucción, finalizó el día que le encomendaron la tarea de dirigir a los aspirantes a futbolistas de El Molinón. Ya era imposible compaginar su doble vida y apostó en ir hacia delante, a ganar el partido. El resultado fue inmejorable: aquel Sporting de Gijón se quedó a nada de jugar el play off de ascenso a Segunda, algo que encandiló a los jefes sportinguistas y lo que es más importante: a la afición. Su trayectoria con los chavales fue excepcional y su calado en la gente de Gijón más que sorprendente pese a que su procedencia del otro lado de la autopista 'Y' siempre pudiera actuar de tope. Pronto se olvidaron de su pasado carbayón y su valentía y atrevimiento futbolístico sirvieron de antídoto.
El ahora entrenador del Racing por aquel entonces ya formaba un dúo inquebrantable con Pablo Álvarez, el 'gallego', que aceptaría el reto de dar el salto al fútbol profesional cuando José Alberto se lo pidió. Los dos se formaron en Mareo y en los dos creció esa insobornable querencia al fútbol valiente.
Cerca de 3.000 sportinguistas
Los aficionados del Sporting que acudan a Santander es probable que expresen su cariño al técnico antes del partido
Apuesta
Pidió la excedencia en el trabajo para formarse en Mareo y lo dejó al hacerse cargo del Sporting B
Firmaron juntos su primera temporada al frente del filial con nota; con 22 partidos ganados y tan solo siete derrotas. Se ganaron el apego de la ciudad, de la entidad y de la gente y cuando en el segundo curso, con doce triunfos y dos derrotas, iban decididos a rematar la faena El Molinón montó un plebiscito: «¡José Alberto, José Alberto!». El público en pie gritó encorajinado el nombre del por aquel entonces entrenador del filial sportinguista como sustituto de Rubén Baraja en el banquillo de los 'mayores'. El estadio gijonés no dio opción a un consejo de administración al que le explotaban las orejas. Corría el mes de noviembre de antes de la pandemia y el Sporting se desangraba por mantener la categoría. José Alberto cumplió con el cometido y la 'mareona' que el sábado vendrá a Santander aumentó su idilio con el de Oviedo. Ahora bien, pero como todos los finales son el mismo repetido, un curso más tarde los que aplaudían dejaron de aplaudir y José Alberto y Pablo Álvarez salieron de la mano de El Molinón.
Su periplo en el banquillo sportinguista le sirvió para ganarse la oportunidad de entrenar por primera vez fuera de su casa y fichó por el Mirandés, a quien colocó décimo al final de Liga para después dar otro salto más a La Rosaleda y dirigir al Málaga. Esto último fue el pasado curso y desde entonces andaba con la maleta preparada.
Al primer equipo
«¡José Alberto, José Alberto!», gritó El Molinón. La afición pidió que el ovetense fuera el elegido
Con la vista en el racing
Durante su estancia en el paro acudió a El Sardinero al menos cinco veces para ver los partidos en directo
José Alberto no tardó un minuto en decir que sí al Racing. El destino una vez más le había hecho un guiño meses antes. El entrenador, al estar en paro, necesitaba «seguir viendo fútbol» y de Oviedo a Santander hay apenas un par de horas. Por eso no hubo excusas al principio de Liga para coger el coche y venirse a El Sardinero. «He visto al Racing cinco o seis veces en directo», aseguró cuando se presentó en Santander y le tomaron la talla para la ropa en La Albericia.
«Es un tío honrado y trabajador. Eso de partida», confirmaba Pedro Menéndez, ahora responsable del fútbol base en Mareo y otrora director deportivo del Racing, a El Diario el día que el nombre del ovetense se cruzaba en el camino del Racing. Ni una sola palabra fea. Ni un enemigo. No es sencillo encontrar una unanimidad tan grande en una plaza con tanto fútbol como Gijón en torno a una persona. José Alberto, un obrero del banquillo, lo consiguió y hay quien asegura que el sábado en la esquina Sur de El Sardinero se escuchará una vez más el nombre del entrenador. Retumbará menos que aquel día en El Molinón, porque se estima que haya 3.000 gargantas y además de paso, pero no dejará de ser llamativo que ocurra a 190 kilómetros de su casa.
En el resto de la grada lo mirarán con cierta nostalgia contemplativa -si finalmente ocurre- porque lo de coger cariño a los técnicos asturianos por estos lares empieza a ser costumbre. Desde Paquito el siglo pasado a los ya entronizados Marcelino García Toral, Paco Fernández o en menor medida -aunque con su éxito correspondiente- Iván Ania, estos dos últimos paisanos de José Alberto. Todos ellos son paisanos postizos.
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