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Hagamos un poco de historia. Hace sólo cuatro años este club estaba al borde de la bancarrota y en manos de una tropa de delincuentes que lo habían arrastrado por el barro. El equipo nunca estuvo más cerca de su desaparición y solamente la lucha ... desinteresada de sus aficionados y la valentía de aquella plantilla y cuerpo técnico para plantarles cara permitió su expulsión. La batalla fue encarnizada y provocó un enorme desgaste en muchas personas, pero todo ese esfuerzo valió la pena al final. Porque aunque el Racing estaba al borde del colapso y éramos pobres como ratas, tanto en el club como en su entorno se respiraba la felicidad habitual del fin de una dictadura y la sensación de plenitud que provoca una liberación.
Todo eso ocurrió antes de ayer, pero parece que ya no cuenta porque en los últimos tiempos alguien se ha olvidado de esa parte de la historia y ha querido hacer borrón y cuenta nueva. El proceso de reconstrucción a veces es necesario, pero en este caso está dejando algunas injusticias por el camino que eran evitables. Porque para cambiar las cosas no es necesario entrar como un elefante en una cacharrería y esa es la sensación que da el Racing en los últimos tiempos.
El despido de algunos trabajadores y técnicos ha tenido un sabor bastante prepotente. Ha faltado sensibilidad en algunos casos y han sobrado las formas groseras. De repente alguien ha decidido en el club que todos los que están alrededor son el enemigo. Los periodistas han pasado de ser profesionales cercanos que hacen su trabajo a sujetos sospechosos a los que no hay que dar ni los buenos días. Los aficionados ya no tienen ni voz y ni voto y su opinión ha dejado de ser importante. A La Gradona ni se la mira.
Una exclusiva es una derrota. Un gesto a los aficionados más ruidosos una ofensa. Una concesión a los hinchas un signo de debilidad.
En el Racing han decidido poner una señal de prohibido y todo el que la pase será tratado con beligerancia. Antes todos eran una familia. Ahora parece una empresa fría y distante donde no hay lugar para los sentimientos, la nostalgia o la cercanía. Quizás a los que gobiernan ahora nadie les ha contado ese pasado reciente y que en este viaje es mejor ir de la mano como hasta ahora y no por separado. Cada uno conociendo y respetando su lugar, pero remando juntos.
Luego si la pelotita entra y el equipo sube todo se olvidará. Si no quizás las heridas sean difíciles de curar y por eso sería bueno que el viaje fuese un poco más agradable para todos. No es necesario estar enfadado y poner cara de cabreo todo el rato para lograr objetivos ambiciosos. De vez en cuando una palmada en la espalda resulta mucho más efectiva. Es solo una idea.
Mientras tanto hay que felicitar al equipo porque ha sido capaz de sumar cuatro puntos en un comienzo de temporada muy complicado. Ahora sólo falta mejorar el juego, pero para eso también hay que tener paciencia.
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