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Las fiestas por muchas que se hagan siempre son pocas. El fútbol es una apisonadora de alegrías que no concede segundas oportunidades así que cuando hay motivos tampoco hay excusas para lanzarse a la calle a disfrutar. El racinguismo lo sabe y hoy repetirá el ... guión de hace quince días, pero empezando por el final. Como si uno contase un chiste y empezase riéndose. El Río de la Pila madrugará a la hora de las rabas y el vermú -que para ser domingo no está mal- para despedir la temporada teñido de verdiblanco. Hace quince días, la importancia del resultado hizo que el guión se escribiese al revés: partido y fiesta. Hoy será, fiesta y partido. Capicúa. El caso es estar juntos y tener un porqué. ¿Acaso se necesita algo más?
La música de Coverage servirá de hilo musical a un mediodía y una sobremesa sin pudor. Porque después de tanta presión y sinsabores, el racinguismo quiere recrearse en su suerte, esa que por fin cambió y le devuelve a un escalón tan solo del goce pleno. Y por eso la fiesta del ascenso de hace quince días, con los 22.000 espectadores reventando el campo, con el paseo en el autobús descapotable de los jugadores, con los discursos desde el balcón del Ayuntamiento y con el reencuentro final en Río de la Pila supo a poco. Y por esa razón ha decidido darse otro homenaje hoy. Y con razón, permítase la reiteración. Habrá precios populares para los 'domingueros' que madruguen y salgan sin prisa de casa. Es tan necesario reírse cuando se lleva diez años mordiéndose el labio que mejor retrasar el partido para que nadie se quede con las ganas. De las 17.00 a las 18.00 horas.
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El partido de hoy será el último en El Sardinero, el templo verdiblanco que sangra desde hace años y al que entre unos y otros no acaban de curarle las heridas. Qué mejor que despedirse diciendo lo que uno piensa y parara el chiste de hoy será necesario llevar dos equipajes, uno para empezar y otro para acabar. La indumentaria matutina se compondrá de camiseta verdiblanca. Puede ser la actual, pero tampoco desentonará la de los años ochenta de aquel Racing cántabro a más no poder, o la de los noventa con el equipo amarrado a la Primera División o aquellos diseños italianos de los primeros 2000 que se pegaban al cuerpo. Todos valen, la cosa es que el que asome la cabeza por la calle Guevara, desde donde se intuye la panorámica del popular barrio del Río de la Pila, contemple una serpiente verdiblanca. No hará falta más decoración que los seguidores de un lado a otro disfrutando de una despedida alegre.
De esa guisa llegarán las 16.00 horas y comenzará el éxodo hacia el campo. Se prevé que el último corteo de la temporada sea la antepenúltima manifestación popular de un día que anima con solo imaginarlo. Como el del día del cumpleaños -ante el Real Unión- o como el que atravesó las calles de Salamanca y dejó boquiabiertos a los charros. Sin prisa, pero sin pausa y todo seguido como el pasodoble.
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Y ya en el campo será el momento del cambio de disfraz. En las gradas de los Campos de Sport habrá que hacer como Supermán en las cabinas y cambiarse de ropa para ponerse el chaleco amarillo reflectante propio de las obras. Ese será el uniforme con el que el racinguista modificará el rictus, al menos por un rato, y expresará sus protestas por lo que cree que no tiene sentido. Su campo, su escenario preferido, supura por los focos de iluminación, las tuberías, los asientos y tiene cara de enfermo y parece que nadie le quiere curar. Su dueño, el Ayuntamiento de Santander, se ha enredado en una madeja jurídica que es difícil de explicar. Hoy, el estadio hablará.
Esa será la penúltima expresión del día, porque para cerrar se esperan ovaciones. Una para Pablo Torre, que se despide hasta pronto en busca del dorado, y otra, al equipo que le ha devuelto la alegría dejando atrás el infierno.
No habrá la adrenalina de hace quince días, tampoco 22.000 invitados, pero importan más bien poco cuando hay ganas de pasarlo bien. Con tantas penas en la mochila y ya sin lágrimas que llorar, nadie debe reprochar al racinguismo que vaya de fiesta en fiesta. Y lo de las protestas, pues qué mejor que gritarlas a los cuatro vientos y así si alguien se tiene que poner colorado, pues que se ponga.
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