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El fútbol es el opio del pueblo. De eso sabe mucho Harry. Año y medio de okupa en los Campos de Sport dan para un máster. De los de verdad. De los de obligada asistencia, salvo aquel 30 de enero en que se barruntaba el ... desalojo y se quedó en casa.
El caso es que Ángel Lavín, alias Harry, era el paradigma de aquel fútbol en el que todo valía. Todo menos que el equipo perdiera. Claro que su Racing, además, perdía mientras él se paseaba como otro Harry (Callahan) hablando de 'la mercantil' que manejaba como buen padawan ejecutando instrucciones precisas mientras el Racing se desangraba. Si no fuera una palabra tan fea, se podría hablar incluso de saqueo.
El caso es que Alias Harry representa un fútbol que debe tener su mármol y su día. Y su trena. Un fútbol de chiringuito en el que todo valía. El de las comisiones y mordidas; esas que todavía existen, pero no a costa de presupuestos imposibles, desequilibrios y desmanes hasta que llegara otro rescate público o se vendiera al Jairo de turno para pagar tarde y mal las nóminas y de paso pillar cacho. Ya llegaría otro plan de saneamiento, un contrato público, un jeque o una constructora que tuviera que hacer negocios. O dinero de la tele; el que no se quedara por el camino.
Lo de Santander fue peor todavía, porque A.K.A. Harry ni siquiera tenía el control de las acciones. Alguien antes que él había comprado el Racing con el dinero del Racing y ni siquiera lo pagó, pero la maraña legal en la que sumió a 'la mercantil', y en la que tuvo sus cómplices le permitió atrincherarse. Sin que nadie salvo el racinguismo de base y un puñado de valientes se partiera la cara. Mientras la justicia y las instituciones, esas que metieran al Racing en el embrollo, hicieran nada.
Harry es el Racing de Alí Syed, el «hombre rico y sabio» al que se abrazaba Revilla. Es el Racing de Pernía, ese exconsejero del PP que entró a juicio por la puerta de atrás para no tener paseíllo, lo que no tuvieron Urdangarín, Rato o Barrionuevo. Es el Racing que Ignacio Diego dejó agonizar sin ejercer el rescate que el contrato permitía para preservar así, por cierto, los intereses públicos y recuperar los ingresos de una mercantil, la de Harry, que no pa
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