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Prácticamente nadie da un duro por el Racing hoy en Los Cármenes. Y seguramente quien lo ponga sobre la mesa será porque tiene el corazón verdiblanco. Las estadísticas existen para romperlas y la historia, para cambiarla. A todo el mundo le gustan las sorpresas - ... las buenas, claro-, dicen. El racinguismo anda ávido de una. Guillermo Fernández Romo puede convertirse esta noche en Manolo Escobar y protagonizar un remake de la cuadragenaria película 'Todo es posible en Granada'.
Porque cuando en 1982 se estrenó el film, el equipo cántabro ya llevaba 37 años -desde el primer enfrentamiento en la ciudad nazarí- sin tumbar al cuadro rojiblanco. Ahora son 77. Con once intentos de por medio. A la duodécima debe ir la vencida.
El problema para los verdiblancos es que no sólo está en contra la historia. También la realidad. Por suerte, el Racing ha pasado de ser cabeza de ratón a cola de león. Eso implica que si en la tercera categoría del fútbol nacional la única sorpresa posible era que el cuadro cántabro no venciese, rival a batir, ahora haya ocasiones en que, en su humildad, pierda una botuca de cristal en su visita a la nobleza de la categoría. Porque el Granada es un flamante descendido de la élite. Con su potencial y sus dineros. Y los de Romo, unos viejos conocidos pero recién llegados al fútbol profesional. Con sus carencias y sus apreturas. El reto es grande y complicado. Lo que, a su vez, lo hace también más atractivo.
A estas alturas de la temporada, segunda jornada, hay un tópico que echa leña a la hoguera de las posibles sorpresas. Lo comentaba el técnico racinguista el jueves en rueda de prensa: «Ahora todos los equipos estamos terminando de armarnos». Entre pieza y pieza del Granada, quedan ranuras. El problema es que también entre las de un Racing a todas luces incompleto.
La expedición verdiblanca arribó ayer a la ciudad andaluza por aire. En un costado del avión, junto a la puerta por la que desembarcaban los futbolistas, un mensaje: «Lo mejor está por llegar». Ojalá. Toda la plantilla racinguista bajó la escalerilla, salvo el lesionado Arturo Molina, que se quedó en Santander. Eso obligará a Guillermo Fernández Romo a llevar a cabo al menos un cambio en su alineación con respecto a la del estreno liguero frente al Villarreal B.
El míster debe buscar un extremo derecho. La de Alfon sería la opción lógica. Pero la de Dani Fernández parece la más probable. Doblar lateral. Más aún ante un rival de tamaño potencial. Y argumentado además porque ya lo hizo en la segunda parte de la primera jornada cuando Molina cayó lesionado. «Hay que valorar a los futbolistas por sus capacidades, no por su posición», vino a decir el entrenador el pasado jueves en rueda de prensa.
La otra gran duda está en el otro flanco del ataque. Íñigo Vicente, de momento, está muy lejos de las expectativas. Eso abre las puertas del extremo izquierdo a un Marco Camus con ganas de explotar al fin. En Segunda División. A Romo se le presenta un dilema. Su idea inicial frente a la cruda realidad.
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El de Granada podría ser un buen partido para el estreno de Germán en el centro de la defensa. Nadie como él en la plantilla verdiblanca conoce el escenario y al rival. Y está predestinado a liderar la zaga. Pero su falta de pretemporada y el positivo rendimiento de Pol Moreno y Rubén Alves ante el Villarreal B apunta a que el gaditano tendrá que esperar.
Guillermo Fernández Romo se guarda una carta por si le apetece ser aún más conservador. Quiso hacer algo similar en la primera jornada, pero le salió rana. El jueves lo probó con matices. Más pulido. Un trivote hipermusculado en el centro del campo, con el recién renovado Íñigo Sainz-Maza, Fausto Tienza y Aritz Aldasoro. El problema de esta elección es que obligaría a mandar al banquillo al futbolista diferente de este Racing: Juergen Elitim. Y sin el colombiano, el equipo cántabro puede ser más plano que la recta de Heras.
Lo cierto es que el conjunto verdiblanco -hoy verdinegro- se ha complicado bastante este inicio del campeonato después de perder contra otro recién ascendido. Esa era su Liga. Ahora, con el casillero en cero, afronta un calendario más pindio que el Albaicín. Claro, tumbar al Granada pondría otra vez el cuentakilómetros en marcha, pero para eso hace falta lo que el racinguismo desea: una sorpresa.
Hablar de finales a estas alturas es absurdo. Completamente. Pero tampoco se puede obviar que las primeras piedras sirven de cimientos. No siempre lo que mal empieza, mal acaba. Menos en el fútbol. Sin embargo, en este deporte lo que hasta el pasado domingo era optimismo, dentro de un par de semanas puede ser lo contrario. Si el rún-rún crece, aumentan los nervios y luego es más difícil enderezar el rumbo. Démosle la vuelta al calcetín. Ganar hoy en Los Cármenes sería el empujón perfecto para coger carrerilla. Todo es posible en Granada, ¿no?
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