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Sorpresas, sonrisas, abrazos, admiraciones y la recuperación de un compañerismo que se ha mantenido latente durante treinta años. Así fue el homenaje que las peñas racinguistas organizaron a la plantilla del ascenso de la temporada 1992-93 treinta años y un día después de aquella ... gran fecha. Catorce jugadores de aquel histórico ascenso ofrecieron el simpático y entrañable espectáculo del reencuentro gracias al gesto de una afición que ha sabido reconocer el mérito y la importancia de aquel éxito deportivo que inició una de las más prolongadas estancias en Primera División del conjunto cántabro.
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Por un momento, volvieron a ser jóvenes. Cantaron no lo que se cantaba aquella época –que también, gracias a Benito–, sino el grito de guerra que alumbraron sin saberlo y muchos años después. Ese 'Volveremos, como en el 93'.
La terraza de la entrada del hotel está repleta de hombres y mujeres que ríen y se saludan. Algunos preguntan, porque no están muy seguros. Allí están Ceballos, Pinillos, Geli, Merino, Sañudo, Edu García, Benito, De Diego, Pepe Aguilar, Gelucho… «¿Y quién es ese?». «Zygmantovich», responden. Los jugadores van llegando. Aparece Javi Roncal, después Manolo Cantudo. También están hombres importantes de aquel ascenso, como el secretario técnico, José Antonio Saro, y a falta del preparador físico, Luis Felipe Lucio, el hombre que complementó en su gimnasio los entrenamientos, Joaquín Cabrero.
El último en llegar fue Quique Setién. Había recorrido ese mismo día por carretera los casi mil kilómetros desde Málaga para llegar a la cita. Sus compañeros le vieron firmando autógrafos antes de acercarse a saludarles. Entonces Gelucho, con ese tono marcial y chistoso advirtió a todos. «¡Atención, ahí viene Quique!». Y todos se lanzaron a saludarle.
Fue difícil arrancar a todos de las entusiastas primeras conversaciones de los invitados para llevarlos a sus respectivas mesas. Cuando se logró, la presidenta de la Asociación de Peñas Racinguistas (APR), Judit Jambrina, abrió el acto con unas palabras de agradecimiento a los presentes, en especial a los jugadores. Se refirió a ellos como habitantes del «Olimpo racinguista» y no quiso olvidar al director de aquella orquesta, el entrenador Paquito, y a un futbolista especial, Marcel Sabou, a quien la ELA impidió estar con quienes fueron sus compañeros durante dos temporadas. También hubo palabras para el fallecido directivo Luis Anselmo Sainz y un final que tuvo tono de reivindicación: «Un equipo sin afición es un equipo sin alma».
Vaya si la tuvo. Ya puede decirse, porque han pasado tres décadas, pero el club se saltó el máximo del aforo para abarrotar un estadio que nunca ha tenido tanta gente. La capacidad oficial era de 25.500 espectadores. Los marcadores electrónicos decían al final de partido que fueron 28.000. Gente en los pasillos, en el alto escalón de hormigón sobre el que se asienta la visera. Las Gradas Norte y Sur, entonces de pie, abarrotadas. Más de un 15% de la población de Santander estaba aquel 29 de junio de 1993 en el estadio para ver al Racing empatar con el Espanyol y hacer bueno el tanto de Michel Pineda en el partido de ida de la eliminatoria.
El periodista Ángel González Muñiz tomó el relevo para mostrar fotos y vídeos con escenas imborrables, entre ellos el gol de Pineda en Sarriá y algunas jugadas del empate a cero en los Campos de Sport. Después se acercó a las mesas para recoger impresiones de los protagonistas. El primero, José Antonio Saro, el hombre que se encargó de convencer y recoger las firmas de los contratos de los futbolistas: «El que más me costó fue el capitán, Quique. No por él, sino porque tuve que convencer al anterior presidente, Emilio Bolado, que no se llevaba bien con él».
Aunque el presidente en el momento del ascenso era ya Pancho Mora, que vive en Madrid, comenzó a gestarse con el fallecido constructor, un Bolado que dejó el Racing ya convertido en sociedad anónima deportiva y pilotó el paso de uno a otro estadio.
El mismo Quique confirmó que si pudo al fin volver a vestir de verdiblanco fue porque Saro fue a buscarle a Logroño, le explicó un proyecto muy atractivo y le habló que de la incorporación de Tuto Sañudo, de un equipo que se armaba para ascender. «Le resultó fácil convencerme», confesó el míster del Villarreal.
Quique Setién
Capitán del Racing en 1993
Más lejos que a Logroño se marcharía Saro a buscar a Andrei Zygmantovich. El bielorruso de pocas palabras –ya lo era un su época de futbolista, cuando lucía un sobrio estilo soviético– se limitó a decir que aquella etapa en el Racing fue inolvidable con la suerte de jugar con grandes compañeros. Le costó, por cierto, lo de jugar. Fue Quique Setién quien convenció a Paquito, que no terminaba de verle.Le puso el vídeo de un España-URSS en el que ambos se enfrentaron, el técnico al fin optó por darle una alternativo y fue vital en la recuperación del equipo cuando más falta hacía; en la recta final de curso. Y dos años excepcionales ya en Primera, con un buen epílogo en el curso 95-96.
Ceballos también es parco en palabras, pero elocuente: «El partido contra el Espanyol en Santander fue el que con más tensión viví». De la dureza sin contemplaciones de Jesús Merino cuando hacía falta, porque fuera del césped derrochaba y derrocha simpatía, dio fe Edu García, que sentado a su lado le mostró la cicatriz de una patada en uno de los entrenamientos: «Ya lo siento, Edu», se disculpó el después, que desmintió que Paquito, se pusiera espinilleras cuando iba a dar una charla sobre táctica y pasaba cerca de él. Entre los duros estaba también Tuto Sañudo, que no intervino en los discursos pero asintió con sus comentarios a las aseveraciones de sus compañeros. Tuvo que ser Gelucho, siempre imprevisible y jugando a irreverente, quien deshiciera el empate con una decisión entre lo salomónico y lo reivindicativo: «El más duro fui yo». Con los defensas y con las aficiones rivales, que nunca le encogieron el ánimo. Alguien le recordó las «conversaciones lógicas» que llegó a mantener con la hinchada del Athletic en San Mamés.
A todos les ovacionaron. A Benito Ballent, que solo pudo jugar el partido inaugural por una lesión que al final le obligó a retirarse, le cantaron aquello de: «Aplaudan, aplaudan; no dejen de aplaudir los goles de Benito, que ya van a venir». Otros histórico del Racing, un Geli que en verano de 1992 era un emergente canterano, destacó la excelente plantilla de aquella temporada, con la unión de jóvenes y veteranos que aportaron muchísimo. Y el mérito de Paquito dirigiéndolos. También hubo tiempo para la nostalgia: Pinillos recordó la aventura y el contraste de aquellos que vivieron la temporada con la triste experiencia del descenso a Segunda B y la temporada en la categoría de plata.
Después del arroz meloso, el bacalao confitado y el secreto ibérico llegó la intervención del más veterano de los casi cien asistentes de la velada. El relaciones públicas del Racing del 93, Óscar Gutiérrez, que ofreció una panorámica histórica basada en su propia experiencia racinguista. Las pugnas goleadoras de Saras y Moro, la legendaria alineación de la temporada 49-50 con la figura de Rafa Alsúa, el Rayo de la Tasa con el regate mágico de Saro y el ascenso de los bigotes del 73.
Se detuvo en la temporada 92-93 para definir uno a uno a todos los integrantes de la plantilla. ¿A todos? Geli protestó cariñosamente porque no le habían nombrado, pero Óscar lo llevaba escrito. Al final, con tanto aplauso e interrupciones por las menciones, no quedó claro, pero Geli se hizo notar y con justicia fue reivindicado como hombre importante de aquel ascenso, junto con los ausentes que no pudieron acudir a la invitación de la APR.
Fueron Juan Peláez, Marcel Sabou, Alberto Solaeta, Ivica Barbaric, Esteban Torre, Mutiu Adepoju, Vicente Allende 'Chili', Julián Romero y Michel Pineda. Algunos por causas de fuerza mayor, otros porque residen en el extranjero y no podían desplazarse. Otros porque, sencillamente, declinaron la invitación.
Quique Setién y Tuto Sañudo, los veteranos del equipo y sobre los que se articuló el proyecto –ambos regresaron en verano–, se erigieron como portavoces del grupo. Lanzaron el mensaje de agradecimiento a la APR por unirles de nuevo y hacerles recordar aquellos buenos momentos. Quisieron también reconocer la labor de Paquito, con quien no se fue muy justo en Santander, hasta el extremo de que no se le renovó el contrato tras el ascenso, aunque después la excelente labor de Jabo Irureta cerró la grieta. «Fue la persona que más me enseñó. Tengo un recuerdo entrañable de su persona y fue una pena su marcha y que no hiciéramos nada para forzar que se quedara», reflexionaba el Flaco, que también reiteró su agradecimiento a la labor de José Antonio Saro.
Era el día de los futbolistas, claro, pero también de la afición. Tomy director de orquesta de la Gradona desde el podio de animación y directivo de la APR, tomó un micrófono con el que se siente muy cómodo: «Ya sé que no estamos en la Gradona, pero creo que es el momento para cantar una que sé que os sabéis todos». Dicho y hecho. Nadie se quedó con la boca cerrada: «¿Volveremos, volveremos. Volveremos otra vez. Volveremos a Primera. Como en el 93». No lo cantaba cualquiera. Lo hacían los artifices de aquella noche de gloria. La del penúltimo ascenso a Primera en la historia del Racing. Ahora quieren ser testigos, desde la grada, la televisión o la distancia, de uno más.
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