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La defensa del Sanse despeja uno de los nueve saques de esquina botados por el Racing.

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La defensa del Sanse despeja uno de los nueve saques de esquina botados por el Racing. Roberto Ruiz
LA CONTRACRÓNICA

Jack Harper como plan B

El malagueño trató de ser el revulsivo que buscaba Romo desde el banquillo y estuvo muy activo, pero Romo le cambió en varias ocasiones de demarcación y pese a ofrecerse no pudo desequilibrar el marcador

Lunes, 10 de enero 2022, 08:18

Ala hora de partido, ya se había hecho más que evidente que el Racing tenía la pólvora mojada. O eso puso en evidencia Romo cuando, en el minuto sesenta, llamó a Jack Harper, que llevaba casi desde el descanso calentando bajo la lluvia y el viento del oeste. Al espigado ariete encomendaría la difícil tarea de sustituir a un Cedric muy voluntarioso, pero poco acertado. La sorpresa no estaba en el cambio de 'nueve', sino en el protagonista: la estadística daba a entender que el plan B, la alternativa a Cedric, sería un Manu Justo que terminó 2021 en estado de gracia. Sin embargo, el entrenador no parece creer en las rachas.

Su apuesta tenía visos de dar resultado: la salida del escocés, junto a un hiperactivo Álvaro Bustos, inclinó el terreno de juego hacia el gol sur. Incluso el primer balón que casi toca Harper -casi: se le adelantó el central Juanra, una constante a partir de entonces- fue un intento de remate en el área chica, a pase de Soko. El extremo se llevó el primer sermón del ariete: «Dámela aquí, no allí», le decía con insistencia, todavía un par de minutos después de la jugada.

Claro que Harper no solo habla: ayuda en los saques de esquina, baja hasta la medular para recibir de espaldas y distribuir, levanta los ánimos del equipo, da palmas, se ofrece, levanta el brazo reclamando el balón... Pero sobre todo le tira el diálogo: con Borja Domínguez negocia hacia dónde lanzar los desmarques, con los extremos dónde la quiere de cabeza... Y le hacen caso: en el 68, Simón Luca templa un balón desde la banda y Jack salta, pero el cuero pasa volando, a un par de centímetros de la cabeza de Harper.

Sin embargo, el plan B tampoco da resultado; al menos no tan deprisa como se precisa esta tarde, así que en el 68 llegan los refuerzos: Manu Justo entra por un Soko que había firmado una tarde discretísima. Romo reubica las piezas y en el nuevo tablero a Jack le toca hacer de extremo diestro.

Su primera intervención es un caracoleo en campo propio con un cambio de juego para que Bustos suba la banda. Aunque el balón termina llegando mansamente a las manos del meta visitante, se trata de la primera jugada trenzada del Racing en varios minutos, demasiados. Pero el juego de Harper se vuelve entonces algo excéntrico: progresa en diagonal, de la banda al centro, pero en sentido opuesto a la portería. Cuando descarga en balón en el extremo contrario, corre hacia posiciones de remate.

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Con alma de director, cuando entra Yeray es Harper quien da instrucciones al debutante. Él, por su parte, vuelve a su posición natural, en un ataque casi inédito esta temporada, con dos delanteros. Sin embargo, ya no le llegarán balones. Si tuviera memoria racinguista, seguro que habría recordado las palabras de otro ariete fugaz, Xisco, que dijo aquello de que «ser delantero en el Racing es misión imposible».

Sin embargo, casi sobre la bocina, Harper estaría a punto de coronarse en el templo verdiblanco. La picardía de Bustos fabrica un córner donde no lo había y lo cuelga al segundo palo, donde Borja Domínguez a punto está de colarlo por la escuadra. Mientras espera el nuevo saque y los rivales juegan con el reloj, Jack merodea por el punto de penalti. Ya no habla, sino que tiene la mirada fija. Pura determinación. El balón, sin embargo, sigue esquivo, y cae en el segundo palo. Pero la zaga rival tampoco está demasiado fina y la pelota se pasea hasta el otro poste. El meta Miguel Bañuz intenta atraparla a dos manos, pero le atropella el expreso de Escocia, que a la manera de la Furia Española -«¡A mí, Sabino, que los arrollo»- mete en la portería el balón, con portero incluido. Un derroche de fuerza que podría haber supuesto la victoria, pero que Muñoz Pérez, obviamente, no quiso reconocer como gol.

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