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Fausto Tienza fue el jugador sustituido ayer en el descanso para dar entrada a Pablo Torre. LOF
La misión imposible de Pablo Torre
La Contracrónica

La misión imposible de Pablo Torre

Suplencia. Al canterano le tocó salir con 2-0 en el marcador en busca de una remontada a la desesperada

Lunes, 6 de diciembre 2021, 08:03

Minuto setenta y siete. Derrota de las que escuecen: tres a cero, y ante un filial. En un estadio de esos que antes el Racing visitaba en Primera, y hasta con cierta rivalidad deportiva. Pero, jugando frente al Promesas, una goleada así es más bien una afrenta. Así que, con la afición rechinando los dientes, un mozalbete se acerca al banderín para sacar de esquina y se produce toda una sorpresa cuando los dos centenares de racinguistas que se han pegado el viaje en pleno temporal empiezan a corear «¡Pablo, Pablo, Torre, Torre!».

Que tu afición sea capaz de aparcar el cabreo y, en plena traca, ovacionar a su estrella, es un mensaje directo para cualquiera que quiera entenderlo. Algo mucho más sencillo de comprender que la razón misteriosa que movió a Romo para diseñar su alineación. Porque podrán existir muchas maneras de afrontar un encuentro, pero qué difícil resulta explicar a un racinguista por qué en Zorrilla era mejor hacerlo con tu jugador más determinante en el banquillo.

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Y así pasó la joven promesa del racinguismo toda la primera parte, viendo desde la barrera cómo era esa personalidad a la que el míster, en la previa, decía que debía mantenerse fiel el equipo. Desde su asiento privilegiado pudo ver cómo el Racing funcionaba a chispazos, tanto que acabaría cortocircuitando, aunque ayudado por el colegiado.

¿Cómo solventar el desastre? Que tu único cambio en el descanso sea sustituir a Fausto Tienza por Pablo Torre lo dice todo. Si el once era una declaración de intenciones, esa sustitución dinamita la supuesta «personalidad del equipo». Porque, nada más entrar en juego, Pablo pone en órbita al equipo, que mira hacia la portería rival como un tirador hacia su diana.

Una primera jugada hace ilusionarse a la afición: Íñigo busca a Torre, que pisa el balón, gira sobre sí mismo como un cuerpo celeste y caracolea entre tres contrarios para inventarse un pase que deja a Cedric en posición de disparo. Casi. El Racing parece otra cosa. Parece, decimos, porque es un espejismo. No es lo mismo empatar en casa que administrar un dos a cero a favor, así que en realidad Torre no ha salido para arreglar las cosas, sino con una misión trampa: recuperar a un equipo después de un gol psicológico dolorosísimo. Con un míster enfrente curtido en mil batallas. Sin otro plan, Romo descarga la responsabilidad sobre el joven jugador, sin más modificaciones.

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Como era de esperar, en apenas unos minutos el Promesas echa la trapa en un contragolpe. Tres a cero. Despedida y cierre... Pero con más de media hora de minutos de la basura, porque la capacidad de reacción a partir de entonces será... inexistente.

Aún así, Torre se echa el equipo a la espalda y lo intenta por todos los medios. Se ofrece, bascula, intenta jugar entre líneas y conectar primero con Cedric y luego con Harper. Es dueño absoluto del balón parado, hasta el punto de que la ocasión más clara del partido, ya casi en el descuento, será una pequeña genialidad que se inventa cuando convierte una falta lateral, casi sin ángulo, en un disparo al primer palo que a punto está de sorprender al portero. Pero va a ser imposible sobreponerse al desánimo generalizado. Siempre en inferioridad, le frenan de todas las maneras posibles. Aunque rasca alguna tarjeta, el equipo no está fino y todos los intentos se quedan en eso.

Una situación que a punto está de desquiciar a la joven estrella, que en el setenta se lleva la amarilla de la frustración. Pide un penalti que, probablemente, le hicieran. Pero el colegiado no admite sus protestas, aunque tampoco fueran demasiado airadas.

En medio de la debacle, los ánimos de la afición tuvieron que ser el verdadero asidero para un futbolista al que le resultará difícil explicarse por qué le pretende media Liga profesional, mientras que, en su equipo, en la tercera categoría, el míster aún no tiene claro sobre quién debe construirse el juego. Si la personalidad del Racing no es Torre, sino Fausto, es probable que por su cabeza pasaran muchas cosas. Está por ver si prevalecerán los cantos de sirena, o los cánticos del racinguismo.

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