Una noche de celebración para recordar el plante

El racinguismo dedicó una ovación más breve, pero igual de sentida, a quienes hace poco más de diez años se negaron a jugar en el que fue el principio del fin de la Era Okupa, que concluirá al día siguiente. Unos aplausos que casi se solaparon con los del tanto de Juan Carlos Arana a los 47 segundos de partido, que coronaba una perfecta apertura de noche mientras la Gradona cantaba aquellos del 'Volveremos, como en el 93'. Un ascenso emblemático... a costa del Espanyol, por cierto.

Muchas de las figuras de aquel día estuvieron ausentes. Y no por falta de ganas o interés, sino porque siguen en activo. Un caso emblemático es el de Juanpe, titular ayer en el Girona que disputaba el liderato al Real Madrid. Más significativa aún, y probablemente dolorosa para él, fue la del entrenador, Paco Fenández. El técnico ovetense quería estar en el homenaje: era uno de los principales invitados e hizo todo lo posible, pero entrena al juvenil de División de Honor del Real Oviedo y dado el largo desplazamiento que le tocaba, finalmente no pudo regresar a tiempo. Lo había avisado ya en la víspera.

Sí que recibieron el calor del público fueron tres de aquellos futbolistas que aún permanecen de uno u otro modo en la disciplina del Racing. Comenzando por el citado Saúl, que tras ocho años fuera de Santander regresó en verano de 2022 al primer equipo del Racing. También Mario Fernández, capitán de aquella noche, y Oriol Lozano. Ambos son técnicos en las categorías inferiores verdiblancas.

Antes, más de 500 personas había recibido al equipo en El Sardinero entre bengalas, cánticos y mucha expectación. La de las grandes noches de fútbol. Desafiaron al viento para esperar la llegada del autobús del Racing en respuesta a la convocatoria de las peñas, que habían citado a los más madrugadores a las seis y cuarto de la tarde en su local de los bajos del estadio para preparar la logística. Y no eran aún las siete cuando el racinguismo comenzó a congregarse a unos cuantos metros, junto al acceso frontal del Palacio de los Deportes. Allí, en la rotonda que conecta la Ballena con la S-20, esperaban muchas gargantas, banderas y bufandas, dando color verde –y rojo y gris de fuego y humo– a la noche santanderina.

Cuando cerca de las siete y media llegó la expedición montañesa, los coros y la pirotecnia se repitieron mientras la afición la acompañaba casi en corteo para que los jugadores recibieran el aliento de los suyos a su bajada del autobús. Una recepción atronadora que reververaba en el interior del campo; casi como si las voces llegaran de la Gradona y no de la calle.

Con los futbolistas en el interior del estadio, donde ya les esperaban los protagonistas del plante, la previa vistió de festiva, muy festiva, normalidad y la grada norte y la misma Gradona comenzó a poblarse para alcanzar la plenitud a falta todavía de media hora para el arranque. Había que estar a tiempo para recibir, por si fuera poco con un tifo ('Valores eternos', rezaba el lema), a aquellos jugadores que dignificaron con su plante a un Racing en derrumbe. Todo lo contrario a lo que trasluce ahora cada quince días en los Campos de Sport, que dejan ver un club, más allá incluso de los resultados puntuales, que suelen ser buenos, en plena reconstrucción.