El nuevo Racing se estrena con intención y acierto

De libro. Un par de parejas, la de centrales y la de pivotes, cortadas por el mismo patrón; con uno defensivo y marcador y otro, ofensivo y 'con pies': Pol Moreno y Pablo Bobadilla, por un lado, e Íñigo Sainz-Maza y Sergio Marcos, por otro. Argumentos de salida.

A las primeras de cambio, la banda derecha –rebosante de talento de La Albericia– con Mario Jorrín y Mateo Gandarillas se puso a correr. Eficacia y verticalidad. Funcionó. El campo estrenó los aplausos con los chavales que le perdieron el miedo pronto al partido. Brilló la pausa y la media vuelta de Sergio Marcos. El Racing quería jugar y jugó en los primeros minutos. La propuesta inicial de Guille Romo cogió las riendas del partido sin que el Amorebieta pudiera más que ordenarse y esperar. Los dos pivotes del Racing filtraban pases a un Pablo Torre, que entre líneas aparecía y desaparecía con cierta facilidad. No habían pasado diez minutos y el de Soto de la Marina ya había conectado con Cedric o lo que es lo mismo, habían encontrado un par de agujeros en la defensa vizcaína. El peligro era el justo, pero el balón y la intención eran coto privado del Racing.

La pretemporada es como la carta de un restaurante; con un simple vistazo se pude hacer uno la idea de lo que le espera. Hay veces que salta la sorpresa, y también la decepción, pero es extraño que lo que se coma no venga en el menú. Presión alta, rápida circulación de balón, dos bandas muy rápidas y control y toque en el centro del campo.

De entrada, Guille Romo pretende que su equipo sea protagonista. Ayer, en su estreno lo dejó claro. Y el Racing lo fue durante muchos minutos. Neutralizó a un Amorebieta que se ciñó al guión con el que llegó a Segunda sin querer. Orden y espera. Paciencia. Al Racing no le importó tomar el mando que su rival le cedió gentilmente y ni le discutió el dominio, al menos en la primera mitad. Salió fácil de la presión del conjunto vasco y atravesó líneas con relativa facilidad. Destacaron la contundencia de Pol Moreno, la precisión de Sergio Marcos y la verticalidad de las dos bandas, con dos laterales aplicados, Jorrín y Simón, y dos extremos incisivos como Saúl –que aprovechó su titularidad repentina tras la lesión en el calentamiento de Álvaro Bustos– y Mateo Gandarillas. Y fue entonces cuando Pablo Torre se inventó un pase de treinta metros a la carrera de un Saúl que rompió por el centro y le pintó la cara a los centrales y al portero, al que con una vaselina superó con clase. Gol. Merecido. Silencio en el banquillo del Amorebieta al que le dolió más que a nadie. Respondió sin traicionar su esencia; pelota a la olla y paradón de Miquel Parera a bocajarro y en dos ocasiones. Reflejos. Pero al Racing le iba la fiesta y el intercambio de golpes. El Amorebieta dio un paso adelante y los verdiblancos también. Quedaban tres minutos para el intermedio. «Último esfuerzo», se escuchó. Guille Romo pidió a Pablo Torre y Cedric encimar a los zagueros. Faltaba aire, pero era la consigna. Los nuevos aprobaron, con un Miquel Parera con reflejos de gato y valentía por alto. Notable en los primeros 45 minutos.

De vuelta, borrón y cuenta nueva, pero con la misma partitura. Once nuevo y a probar. Mismo dibujo. «Amenazante». La arenga de Guille Romo con su 'nuevo' equipo en el campo fue tajante. La presión, en tres cuartos de campo y apretar tras pérdida. Sin dudas. El Amorebieta cortocircuitó sin remisión. No supo sacudirse la exigencia y se quedó sin ideas. Apostó todo a una carta: juego directo. Insuficiente.

La segunda alineación de la tarde relevó la improvisación de Pablo Torre por la de Martín Solar. Mantuvo la velocidad de Patrick Soko en la derecha, pero en la izquierda Bustillo le dio más posición que rapidez. Con Fausto Tienza y Alberto Villapalos el centro del campo ganó contundencia, pero adoleció de esa frescura que sus compañeros de la primera parte sí le dotaron al equipo. El tocadiscos del Racing bajó las revoluciones y la música empezó a sonar más lánguida. El 'allegro' del principio dio paso a un 'adagio' mucho más predecible, que sin dejar de ser el hilo musical de Baceñuela no funcionaba del todo.

Íñigo Vélez movió su banquillo paulatinamente y dio entrada de cuatro en cuatro a sus jugadores. Nada cambió. El Amorebieta le quitó a ráfagas la posesión al Racing, que sin la pelota divagó. Incómodo. En ese contexto, el equipo vasco llevó el partido a su terreno y en el minuto 79 creó la primera ocasión a tiro de Unzueta a la media vuelta. Los vascos se dieron cuenta de las dudas del Racing y continuaron ganando metros al más puro estilo del fútbol americano.

Villapalos, a su ritmo, no fallaba y se hizo con su parcela. Al menos, el centro del campo nunca dejó de ser del Racing. Y con un Amorebieta más respondón y un Racing que sí y que no, llegó un centro por banda de Diego Ceballos que Patrick Soko, disfrazado de delantero, resolvió en el área con brillantez para marcar el segundo gol de la tarde.

A diez minutos del final, Martín Solar se lesionó y Guille Romo aprovechó la coyuntura para probar el ataque con dos puntas dando entrada a Cedric, emparejado con Carlos Castro. Este último se dejó lo que tenía, pero estuvo desasistido y con demasiado terreno sin ocupar hasta que llego su compañero de ataque.

En el final del duelo no pasó nada que no hubiese ocurrido ya, a excepción de un fallo defensivo que permitió tras un centro lateral rematar a placer a Guruceta y anotar el gol de su equipo. Tan solo eso. Ni más ni menos. Deslució un poco las buenas sensaciones que el Racing dio, de más a menos, en su primer ensayo estival ante un equipo que el año pasado le adelantó por la derecha en el camino del ascenso.