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Media hora de juego en Los Cármenes y el colegiado Arcediano Monescillo decreta una pausa de hidratación. Tras las indicaciones de Romo llegan otras muy especiales: Germán, debutante en el Racing, pero el más veterano del equipo, llama a Marco Camus, el más joven de ... los ayer verdinegros, y le pasa el brazo por el hombro. La experiencia iluminando al ímpetu y las ganas de triunfar. Las dos décadas de fútbol de élite de Germán y los veinte años de Camus, que se estrena en la categoría con todas las ganas de comerse el mundo. Sin embargo, llevaba treinta minutos de lo más ingratos.
Y es que su partido particular comenzaría con un traspiés: la zancadilla que le puso el extremo rival, cuando acompañaba una jugada intrascendente. Uno de esos toquecitos en el pie, por detrás, que el árbitro juzgó como involuntario, pero que a él le hizo rodar por los suelos: bienvenido a Los Cármenes. Claro que ya no es aquel Granada de los setenta, que repartía leña como para calentar unos altos hornos, pero el que tuvo…
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Camus, que no Camús –¿por qué se empeñan en cambiarle el acento a su apellido en todas las retransmisiones?–, se había ganado el puesto en el partido anterior, demostrando que su velocidad también sirve para Segunda. Pero no es lo mismo jugar en los Campos y frente a un rival mucho menos dominante. Ni es lo mismo salir de refresco que empezar de titular: en quince minutos, apenas podría tocar un par de balones. Unos tendría que prolongarlos, casi como patada a seguir; los otros serían aún más frustrantes, esfuerzos en la presión sin grandes premios.
Pero es que el rival esta semana era mucho más exigente que, con Satrústegui de compinche, tendría que disputarse la banda frente al 'multiusos' de los rojiblancos, Antonio Puertas y su homólogo nazarí, el joven Ricard Sánchez. Ambos se emplearían con mucha contundencia para frenar en seco los escasos intentos de Camus de sacar partido a su velocidad. En cualquier caso, todo el ataque racinguista pasaba hasta entonces por la banda izquierda, indefectiblemente.
No sabemos qué pudo decirle Germán a Marco, cuál fue el consejo del veterano, pero a partir de ese momento el joven extremo empezó a crecer en el partido. En presencia y en velocidad. Tanto, que la segunda parte cambiaron las tornas y sería su banda la protagonista.
Incluso pudo haber sido el protagonista del partido, para bien o para mal. Y es que, al filo del minuto cincuenta, tras llevarse un balón en un cruce, buscó a Germán con un balón arriesgadísimo: un pase atrás, en diagonal de la banda al centro del área. Sin embargo, funcionó: cuatro pases más tarde y setenta metros más adelante, el mismo balón volvió a sus pies. Pero esta vez en la frontal del área contraria. Su gran ocasión. Lástima que, estorbado por un compañero, no podría precisar su disparo, que se iría a las nubes.
Ya no tendría mucha más historia en el partido: Romo tan solo le daría diez minutos más, en los que siguió a lo suyo, como un tren cremallera que se mueve de cincuenta en cincuenta metros. Tuvo, sí, algunos destellos, pero su velocidad endiablada se mostraría más en defensa que en ataque. Tal vez por eso, a la hora el míster decidió que en esa banda tal vez sería mejor doblar también los laterales.
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