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A Enzo Lombardo (Décines-Charpieu, Francia, 1997) le gusta tener la pelota. No entiende el fútbol sin ella cerca. No se esconde nunca, la pide, la quiere... «He nacido así», señala. Las calles de un barrio de la periferia de Lyon se encargaron ... de agudizarle esa necesidad de ser protagonista en el campo, de ser diferente: «Jugaba siempre con chavales más grandes que yo y me llevaba muchos golpes, pero me enseñó a correr con la pelota para que no me la quitasen». Esas leyes no escritas que rigen los recreos del colegio también le forjaron su carácter. Perder una pachanga en aquellos suburbios significaba un tributo que no estaba dispuesto a pagar: «Soy muy mal perdedor. Siempre quiero ganar. He venido al Racing para ganar».
Tras su apariencia tímida y discreta se esconde un futbolista ambicioso y soñador: «Quiero ser jugador profesional y aspiro a jugar al más alto nivel y por eso he venido al Racing». Lo tiene claro. En realidad siempre lo tuvo y «los regates de Ronaldinho y de Zidane» no hicieron más que aumentar sus ganar de conseguir ser como ellos. Su carácter impulsivo y en continuo desafío le viene -como él mismo dice- de la sangre italiana que corre por sus venas. Su padre nació en Sicilia -su madre es francesa- y también jugó al fútbol. «Supongo que esa competitividad, esas ganas de no retroceder y no rendirse vienen por ahí». Siempre quiere más.
Enzo llegó al Racing en verano procedente del filial del Mallorca, que acaba de ser eliminado por la Gimnástica en la fase de ascenso a Segunda B. En aquel duelo el '11' dio la nota. Incisivo, habilidoso, ingobernable... En la grada de las instalaciones del Antonio Asensio (Son Bibiloni) estaba Chuti Molina. Un mes después fichó por el Racing: «Me sorprendió la llamada. Pero pronto supe que era la oportunidad de crecer, de seguir el camino para llegar a ser profesional». Era la segunda vez que le tocaba hacer las maletas desde que abandonara las afueras de Lyon para ser futbolista. La primera llegó de la mano de un ojeador del fútbol francés que trabajaba para la cantera del Mallorca. Enzo aceptó el reto de cambiar de país después de que su propio carácter le impidiera triunfar en el Olimpique de Lyon como le hubiese gustado. «Esa forma de crecer en un barrio difícil me forjó un carácter inestable y quizás me faltó la madurez necesaria para encontrar mi camino. Me llegó muy pronto», explica. Decidió dar un paso atrás para aprender la lección desde el principio. En Mallorca lo pasó mal: «El idioma, el cambio... Al principio no jugaba y eso me resultó complicado». Fue cedido al Poblense, convenció a los bermellones y ahora es racinguista.
Correr con la pelota para evitar algún mamporro más de la cuenta cuando era niño, le hizo más fuerte. Evita un micrófono -«porque no me siento cómodo todavía al hablar castellano»-, pero no el uno contra uno con el rival. Inventa regates inverosímiles y sólo piensa en vertical. «Me gusta ser desequilibrante. Para ser tan ofensivo hay veces que hay que asumir riesgos, pero esa es mi forma de jugar y también lo que me pide el entrenador». No busca ser protagonista sino importante. «Necesito sentir que tengo la confianza de mis compañeros, de los técnicos... Eso me motiva para arriesgar y definir». Su personalidad crece cuando pisa el campo, cada domingo recibe un curso intensivo de madurez deportiva: «Es lo que me gusta y no concibo el fútbol sin esa vocación por ganar, por ir siempre hacia delante».
Lombardo aprovecha las tardes para estudiar castellano y pasear «por la playa con los amigos: Kitoko, Jerín...». Con ellos despacha en francés -«aunque trato de evitarlo para esforzarme en aprender castellano»- y al primero de ellos lo utiliza de confesor: «Le pregunto mucho y le pido consejos. A él, a Jordi Figueras o a Álvaro Cejudo. A Cejudo siempre le escucho cuando me dice cómo desmarcarme, como conducir...», admite sin apuros. A ellos les ve como ejemplos. Tiene 21 años y un futuro por escribir, y fijarse en quienes le llevan ventaja siempre fue una de las fórmulas que utilizó. «De pequeño veía a los chavales mayores que yo y me quedaba con lo que hacían bien y luego lo repetía hasta que me salía a mi. Nadie me enseñó la técnica, es algo que tengo innato», reconoce sin que le cueste trabajo. El racinguismo suspira cada tarde con sus individualidades. Venía de Tercera, era un chaval desconocido. Pero el primer día que los aficionados le vieron comprobaron que era distinto. Ha jugado en banda o de media punta y siempre con el mismo resultado. Es un fijo en los planes de Iván Ania, al que le unen muchas cosas. «Somos iguales. Tenemos el mismo carácter, somos muy impulsivos y queremos ganar y tener la pelota. A mi me ha ayudado mucho que sea así», describe el francés. Aunque no duda en admitir la cara B de su relación con el míster: «No olvido que tengo que defender, emplearme en pelear por recuperar el balón cuando lo pierdo como él me dice». Caprichos del destino; Ania como jugador también era un futbolista desequilibrante al que le costaba correr para atrás. Entre los dos parece que se arreglaran para que Lombardo sea una versión mejorada de lo que fue el asturiano.
Es feliz en Santander, disfruta y reparte los agradecimientos: «Es una oportunidad que agradezco; a Chuti Molina por pensar en mí, al club por poner a mi alcance todo y a mis compañeros». Conocía el Racing «por algunos jugadores franceses que jugaron aquí», pero realmente no deja de sorprenderle lo que ve alrededor del club. «Todo lo que me he encontrado es mejor de lo que pensaba. Es un club de Primera División, el entusiasmo con el que anima la grada es algo que me abruma, los profesionales del equipo, el trabajo del día a día...».
No encuentra ninguna razón para pensar que su paso por Santander sea un error. «Estamos jugando bien, estamos teniendo resultados y el equipo está funcionando. Tenemos todos claro el objetivo», indica. El francés no duda por un momento en asumir el reto. «He venido al Racing a ganar y con el vestuario que hay, la plantilla que existe... Lo tenemos todo». Es joven y espera que el Racing le ayude a «dar ese salto de madurez y estabilidad» necesario para cumplir su sueño de ser futbolista profesional. Ahora bien, a sus 21 años asume sin tapujos el rol que le quieran colocar. Su fútbol desequilibrante y sus ganas de marcar la diferencia con la pelota le convierten en un jugador llamado a ser importante: «No me importa. A eso he venido. Quiero ganarme ese estatus en el campo. No quiero que cambie nunca. Eso me lo pide el técnico y es lo que espera de mí», sentencia.
Los buenos jugadores encajan en cualquier sitio. Sirven para casi todo y en este Racing no podía ser menos: «Me gusta el estilo de juego, pero yo lo hago como me pide el entrenador en el sistema que sea». Lejos de pizarras y fundamentos técnicos, a Lombardo lo que le añade optimismo es «esta familia que es el grupo. Esa es la fuerza de este equipo. Son amigos que se defienden en el campo, se ayudan y luego se van a comer juntos». Precisamente el pasado jueves compartieron mesa y mantel, invitados por Juanjo y Cejudo con motivo de su nueva paternidad reciente. «A mi me ayuda a crecer esa sensación de confianza, de pertenecer al grupo. Todo esto nos mejora luego en el campo». Lombardo está convencido de que si su cabeza está centrada su fútbol le acompañará. Por eso en Santander parece haber encontrado el camino y no quiere «fallar a nadie». Presiente que el racinguismo suspira cada vez que coge el balón y encara a los rivales, pero también sabe que hay cosas que tiene que mejorar. «Tengo que defender más, lo sé». No le preocupa lo de ser goleador, prefiere ser asistente, pero reconoce que marcar es algo que no le debe faltar ni a él ni a su equipo. «Me gusta jugar para los demás, prefiero que el equipo gane 3-0 y yo dar tres asistencias. Me gusta estar presente en todas las jugadas de ataque, pero mi asignatura pendiente es lo de los goles».
Su familia vive en Francia, pero no se pierde un partido del Racing como local «a través de internet». Lombardo está ilusionado porque «pronto van a venir, quieren estar en los Campos de Sport». El centrocampista les ha hablado a los suyos de cómo ruge el estadio y de lo que cada quince días ve cuando alza la cabeza. «Yo me críe cerca del campo del Olimpique de Lyon y su afición anima tanto como la del Racing. Les he dicho que es parecida».
Lombardo crece como futbolista al mismo ritmo que el Racing busca ser equipo de Segunda. El francés está cedido por el Mallorca y en el mes de junio -pase lo que pase- deberá regresar a la isla. Su rostro al preguntarle se le ilumina. Se atreve con el castellano, pero no puede adelantar nada: «Hoy por hoy estoy en Santander y sólo pienso en ascender. No pienso ni más ni menos. Al final de temporada ya veremos. Que sea lo que Dios quiera», concluye. Sus profundas creencias religiosas le conceden a la ayuda divina su cuota de culpabilidad en lo que está por venir. El resto se lo dará su vertiginoso regate y esa personalidad ganadora por encima de todo.
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