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Una de las cosas más interesantes del Racing esta temporada, que son muchas, es ese nuevo saque de centro, que parece toda un declaración de intenciones: Íñigo Vicente recibe en el borde de la circunferencia, mete la pala para elevarla mientras los delanteros esprintan en ... dirección a la portería rival y entonces el diez la pega de volea para que caiga a plomo más o menos por el semicírculo del área.
Todavía no ha funcionado del todo –marcando goles, se entiende–, pero al menos sí sirve para entrar con energía en el partido, un «aquí estamos» que, quieras que no, siembra cierta inquietud en las defensas rivales. Lo malo es que ayer en Ipurua el Racing dio de todo menos miedo, porque lo del saque agresivo fue apenas un espejismo, que duró el par de minutos que tardó el equipo en echarse atrás y pasar de la presión alta al bloque bajo, sea lo que sea que signifique eso.
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O sea, para entendernos: en vez de apretar al rival lo más arriba posible, se acularon hasta casi colgarse del larguero. Que a veces está bien, porque a este equipo no se le da mal jugar a la contra, pero si cedes no solo el protagonismo sino más de la mitad del campo, tampoco es raro que te pase lo que pasó: diez minutos y ya estábamos uno a cero abajo… y sin visos de que la cosa mejorase.
Por supuesto, se notarían mucho las ausencias: no es lo mismo tener entre los centrales a Ekain que a Arana adelantándose a ellos, como no tiene nada que ver cómo cierra el lateral Mantilla con la manera de subir la banda de Dani Fernández.
Aunque, sobre todo, no es lo mismo pasarse tres semanas saboreando la sexta plaza, y saberse en puestos de fase de ascenso, que volver a la competición y descubrir que todas las cuentas de la lechera que habíamos echado durante el descanso navideño estaban equivocadas, y hay que volver a empezar. Un golpe de realidad tipo barrigazo de piscina: el Racing ni estuvo, ni se le esperaba. Fue superado con claridad en todas las líneas y hasta pecó un pelín de indolencia, jugando como si fuera ganando cuando estaba por debajo en el marcador.
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Pero a ver, que tampoco pasa nada: el equipo sigue en la pelea, y tropiezos como estos nos quedan todavía unos cuantos. El rival fue más ambicioso y, además, seguramente buscaba resarcirse de la derrota en la primera jornada, demasiado abultada para los méritos de cada uno. Seguimos, pues, dando fuera de casa la peor versión. Aunque aparte de un par de intervenciones extraordinarias de Ezkieta, sí que hubo algún destello de calidad. Al ver cómo se desaprovechaban, más de uno pensaría en el rumor insistente de estos días de mercado de invierno: la vuelta de Roko Baturina.
No sabemos si el Racing se lo habrá pedido a los Reyes Magos, pero sí está claro que hace falta un recambio para cuando no se pueda contar con Arana. Que Sangalli no va a arreglarlo todo, vamos.
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