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Los miembros de la peña Vindio-Sotileza, de Madrid, dieron color verdiblanco a la jornada en Talavera. Marcos Menocal
Un día perfecto para la paparda
Contracrónica | Racing

Un día perfecto para la paparda

De más a menos. Los más de 200 racinguistas pasaron del disfrute de la primera parte al disgusto final

Lunes, 7 de marzo 2022, 07:22

Hacía falta mucha fe para peregrinar ayer hasta Talavera de la Reina siguiendo al Racing; y no por la marcha del equipo, que llegaba con viento de cola, sino porque a poco que uno lleve siguiendo a este club, seguro que ya tiene varias cicatrices. Y ayer domingo era día propicio para la paparda, ese pescado tan abundante como poco apreciado en El Sardinero.

Pero si algo tienen los racinguistas es precisamente eso, una fe inquebrantable. Por eso una nube de sombreros verdes llenaba una esquina de la pequeña tribuna. Eran aficionados de la peña Vindio-Sotileza, una punta de lanza de la afición cántabra en Madrid. Y, entre el enjambre de racinguistas estaba Fernando Sañudo, santanderino trasterrado hace dos décadas y uno de los que no fallan nunca cuando su equipo juega en cuatrocientos kilómetros a la redonda. De los que marcan en rojo el calendario, en cuanto saben cuándo van a poder ver a su equipo en directo.

Como buen racinguista, Fernando nunca puede estar tranquilo mientras la pelota está en juego. Aunque esta temporada pensar en papardas es perder el tiempo, se autosugestionaba. Acomodado en la tercera fila, lo primero sería un pequeño disgusto: el Racing no atacaría la segunda parte por la zona donde estaban ellos. Así que ya podía pasar todo lo interesante en la primera.

Sin embargo, el partido comenzará trabado. Con más colorido en la grada que juego vistoso en el césped. Más que jugar bien, el equipo compite, se baja al barro, disputa cada balón. Pero ni Fernando ni nadie en la grada visitante se inquieta: este año jugamos a esto. La famosa 'romoneta', que dice la vox populi...

Sin embargo, y a pesar del particular estilo de Romo, es inevitable que el Racing acabe poniendo el ¡huy! en la grada cada vez que su estrella se empeña. Y Torre se empeña en buscar a Marco Camus, que también está de dulce, y Sañudo y los demás verdiblancos saltan cuando su lanzamiento sale demasiado cruzado. Y casi corren, galopan con él, cuando Torre se inventa un pase con tiralíneas que hubiera merecido convertirse en el primer gol.

Pero, ¿no debería ser al revés?, se pregunta el aficionado. Que Camus busque a Torre. Y justo entonces es cuando todas las piezas encajan, cuando Íñigo abre al extremo y Marco la templa en paralelo para que el joven Pablo aparezca con «velocidad espídica», que diría el poeta, para cabecear a las mallas y desatar la locura entre los racinguistas.

Sañudo salta, grita, y casi se le escapa el corazón por la boca. Abajo, a dos metros de él, alguien le tira un sombrero a Pablo Torre, que antes de ceñírselo quiere explicarle a todo el mundo que, a pesar de todo el ruido mediático, él todavía tiene la cabeza aquí. Que antes de irse, quiere celebrar un ascenso. «Te entendemos, Pablo», quiere decirle el aficionado. Claro que le entiende. La grada no es una red social: allí nadie le reprocha nada, aunque haya sido el tema de todas las conversaciones. Sólo quieren celebrar una victoria. Y otra, y otra. Y la vuelta a las Ligas. Y grabar el momento en su memoria. Aunque al árbitro no parece gustarle lo del sombrero, y le castiga con una amarilla.

El equipo de Romo volvió a mostrar en la segunda parte la peor de sus caras de esta temporada

SE ACABÓ LO BUENO

Por delante quedaba una segunda parte que Sañudo, en su optimismo, presumía que iba a ser de trámite. Que todo lo vería desde la lejanía. Que el equipo jugaría con el reloj y tiraría de oficio. Pero el Racing, aunque se vista de rojo, sigue siendo el Racing. Ese equipo capaz de cualquier cosa. Y, de pronto, hasta los fanáticos de la grada se contagian de la actitud anodina del equipo, y bajan los decibelios. No sólo el Racing no domina, sino que empiezan los sobresaltos. Los locales llegan con demasiada facilidad.

Cuando Romo sienta a Torre, a nuestro aficionado no le coge por sorpresa: parece ser una norma esta temporada. Pero ya presiente que es el preludio de lo que está por llegar. Un par de jugadas, y el Talavera consigue empatar. Todo un bajonazo anímico para los forofos, que ya casi se habían olvidado de que eran, ante todo, sufringuistas. «¿Qué decías de paparda?», le pregunta Sañudo a un amigo por whatsapp.

Y la cosa puede ponerse peor cuando Dani Pichín tiene el partido en sus botas, pero falla cuando ya nuestro aficionado se había llevado las manos a la cabeza, y cerraba los ojos. Todavía le esperaban dos o tres sobresaltos más, en especial el susto que le daría Mantilla ya en el descuento.

Aun así, y una vez comprobado que también hay papardas en tierras de secano, no quedaría otra que mirar la clasificación y despedir a los suyos con esa coreografía de las manos temblorosas. Pero sin tener muy claro si se había ganado un punto... o perdido dos.

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