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Una montaña rusa emocional. No existe mejor descripción para los 96 minutos que vivieron los aficionados del Racing durante el partido ante el Atlético Baleares. La hoja de ruta, para los que no fueron hasta Mallorca estaba clara. Buscar un punto de encuentro en el ... que vivirlo todos juntos. La Tasca en los bajos de los Campos de Sport de El Sardinero, El Remigio en La Albericia o el Navajeda Sport Tavern fueron -además de los bares de los barrios- los lugares elegidos para vivir un ascenso.
Camiseta del Racing, bufanda atada en el cuello o en la cintura y muchos nervios eran el pack que llevó a los seguidores hasta las localizaciones acordadas mucho antes del partido. Unos no podían seguir en casa, otros quería llegar y coger un buen sitio para no perderse ni un pase de los once valientes que iban a devolverlos a Segunda División. Bebidas en la mesa y unas patatas bravas o rabas para acompañar durante el partido fueron las opciones más elegidas. Después, tras el pitido inicial llegó el momento de ponerse serios. No estaban en Son Malferit, pero confiaban en que su empuje les llegase a los hombres de Iván Ania.
'Vamos Racing oé' y el 'Que sí, joder, que vamos a ascender' fueron las palabras mas coreadas en los diversos rincones de Santander y se mantuvieron hasta que el colegiado señaló penalti a favor del Atlético Baleares. «Esto no puede ser verdad», comentaban mientras se miraban entre ellos incapaces de creer lo que estaban viviendo. Minuto 40 y Fullana no perdona desde los once metros. Ojos encharcados y miradas al suelo. «¡Papá! ¿Por qué?», lloraba Ariadna abrazada a la pierna de su progenitor.
La emoción se desbordó y con ella se llegó al descanso. Ahí comenzaron las cuentas. «Un gol y todo solucionado», decían unos. «Tenemos que tirar a puerta que así no se puede», comentan otros. Pausa para el cigarro. Colas en la barra para reponer la bebida. Había que creer y en eso pocos ganan a los verdiblancos. Llegó la segunda mitad y cada minuto caía como una losa sobre los racinguistas. El silencio solo lo rompía algún «uy» o el más atrevido del bar que no quería ver decaer los ánimos y entonaba la Fuente de Cacho. Y entonces, Aitor Buñuel llevó al éxtasis a todos los seguidores. El balón cruzó la línea de cal y el corazón estalló.
Camisetas al viento, abrazos con el que estaba al lado y sobre todo ese 'Si se puede' que unió en una sola voz a todos los rincones de Santander y Mallorca. Sólo quedaba esperar y eso casi resultó peor que ir por detrás en el marcador. Cada vez que el Atlético Baleares recuperaba el balón o se acercaba al área de Iván Crespo, el murmullo de inquietud inundaba el ambiente y la expulsión de Cejudo no ayudó a relajar los ánimos. El fútbol no podía ser tan cruel.
Los últimos minutos de agonía llevaban a los aficionados al límite. Había quien decidió vivir los últimos minutos con las manos tapándose los ojos e incluso salir a dar una vuelta a la manzana. El ascenso estaba ahí, pero el colegiado parecía empeñado en dilatar en el tiempo los últimos compases del partido.
Y llegó el pitido final. Se acabó. El Racing jugará la próxima temporada en Segunda División y los aficionados salieron a las terrazas, a las glorietas mientras los menos atrevidos se quedaban en la retaguardia entonando la Fuente de Cacho.
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