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El mundo al revés. Un campo de Primera, escenario para dar un espectáculo y... Derrota por todo lo alto e imagen desangelada en la grada. El ambiente de este domingo en Valladolid fue más frío que de costumbre, con los apenas tres grados de temperatura ... de rigor, porque lo más normal es que el racinguismo le hubiera puesto al partido su toque personal, pero no fue así. Fue una sorpresa que se venía mascando desde el miércoles, cuando en las taquillas de El Sardinero no se vendían las entradas que el club pucelano mandó a Santander.
Apenas 200 seguidores aparecieron por el José Zorrilla con su localidad y únicamente ellos y algún infiltrado más fueron los que armaron ruido en una esquina del estadio pucelano. Sólo ellos. Porque para colmo, a los racinguistas que lo dejaron para el día del partido y se pasaban por la taquilla a sacar una entrada no se la vendían. La orden era que la afición foránea se colocase en bloque en una esquina del campo. «Me han visto con la bufanda y no me la vendían», decía un seguidor extrañado. En fin... El mundo al revés.
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Era la primera vez que el Valladolid Promesas se trasladaba del campo Anexo donde juega habitualmente al estadio de los 'mayores' desde 2019 para dar cabida a la hinchada rival y esta, entre el puente festivo, el frío y un poco de todo acudió a medias. No contaba el club pucelano con abrir las puertas del estadio y estar en familia. Porque aún así, de los suyos, de los de casa tampoco hubo muchos más. Quizás por todo ello, por las previsiones tan optimistas que había, fue una pena ver el campo tan vacío.
Los de siempre no fallaron, eso sí. Los algo más de 200 racinguistas que sí que se fueron hasta Valladolid no eran nuevos. Miembros de Juventudes Verdiblancas, Peña Aúpa, Ojáncanos, San José, Concanos, Nukleo... Dejaron caer sus pancartas y banderas en las vallas y continuaron el mismo ritual de otras tardes. O de mañanas. «Nos pasó lo mismo en León», bramaba un aficionado al salir del partido con cara de pocos amigos. Allí los verdiblancos fueron más de mil, pero acabaron arrastrando los pies del mismo modo. No parece que le siente bien al racinguismo madrugar.En Vigo también hubo que morderse el labio.
Las derrotas anestesian y este domingo junto al autobús del Racing, minutos antes de que este partiera para casa de vuelta, se notaba. Los seguidores arremolinados apenas saludaban a los jugadores, que echaban mano de la tecnología y de los cascos de música mientras daban paseos en círculo. Silencio. Ni reproches ni nada. Silencio. Nadie se lo esperaba y la sorpresa les quitó las pilas. Y eso que minutos antes en el campo unos cuantos se desnudaron el torso y animaron a su equipo con toda la energía que les quedaba. Pero después del partido... Desinflados.
Unas bolsas de plástico con la comida de cada uno les esperaban a los futbolistas en el autobús como tentempié para el regreso. Comida rápida de camino para evitar posibles contagios y cuanto antes se llegue a casa, mejor. No eran las 17.30 horas cuando la expedición racinguista llegaba a La Albericia. No había nada que celebrar en la capital castellana y el mismo plan les esperó a sus acompañantes postizos de siempre. Lo que pudo ser un domingo perfecto de fútbol, lechazo y risas acabó siendo un día de esos que se hacen largos hasta que se terminan. Sobraron los lechazos y el Valladolid no hizo la caja que quería. El mundo al revés. Dichoso fútbol.
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