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Cuando uno va ganando, cualquier excusa es buena para perder tiempo. Sobre todo si, además, sirve para enfriar un partido y bajar los ánimos a un rival que empieza a subírsete a las barbas. Ayer en Gijón el portero Rubén Yáñez ofreció una demostración práctica de esa picardía del otro fútbol que consiste en jugar con el reloj, aprovechando que el líder pasaba por el Molinón.
Tres o cuatro minutos de respiro fueron los que consiguió arrancar al cronómetro, con el cuento de una bota rota. Algo que daba, como mucho, para un sainete, pero que los jugadores del Sporting estiraron como si fuera un culebrón latinoamericano: que si se me ha roto el botín, 'arbi' –eso pasa por no usar espáis, claro–, que si así no puedo jugar, que si me duele aquí o allá… Y todo el mundo parado, esperando a que el utillero encuentre las botas de recambio y se las lleve por el camino más largo. Tanto liaron la madeja que tuvo que llegar en su auxilio Hermes, el mensajero de los dioses, disfrazado de Pablo Rodríguez, para quitárselas a un recogepelotas y hacer a la carrera una entrega a domicilio, cual mensajero verdiblanco. Ni propina le dio el portero, por cierto.
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Y, entretanto, todos siguiendo la escena, en vivo y en directo, que casi parecía un sketch de Tip y Coll. O sea, igualito al de cómo se sirve un vaso de agua, pero con los cordones de las zapatillas. Para redondear la escena cómica solo le faltó intentarlo con guantes puestos. Todo un espectáculo, vamos, para camuflar la lección magistral de cómo perder tiempo, y sin jugarte la amonestación.
Menos mal que el fútbol castiga sin piedra ni palo y, para desdicha del guardameta, la estratagema solo le sirvió para retrasar un par de minutos lo inevitable, que era el empate de un Racing que estaba avasallando al equipo local. Después de una primera parte para olvidar, el tanto de Andrés Martín le puso título a la telenovela: 'Los del Sporting también lloran'.
Y es que los habían pingado el moco, hasta entonces, eran los racinguistas. Primero, por la avalancha que habían tenido que soportar; es lo que conlleva ostentar el liderato, que todo el mundo quiere ganarte y ante semejante motivación todos los rivales se crecen.
Probablemente, en el primer tiempo ofrecieron su mejor juego de toda la temporada. Y eso que el Racing buscó su oportunidad, pero no encontró el juego de costumbre, y más de uno acabamos preguntándonos por qué Nico Serrano acabó recalando en Gijón y no en Santander.
Pero segundo, y más importante, es que el Sporting parecía tener la lección bien aprendida. La de la leña al mono. Como en Karate Kid: dar cera, pulir cera. Total, atizar a los jugadores del Racing parece que sale gratis, o casi, esta temporada.
¿Que no hay quien pare a Andrés Martín? Pues no pasa nada, la trabas en el medio campo y, con suerte, el árbitro ni pestañea. Eso sí, mejor no reclamar, porque te puede pasar como a Rober González: que protestes por una patada clamorosa a tu compañero, y te caiga una amarilla por protestar. Cómo será el asunto, que en las postrimerías del partido le metieron un plantillazo… y le pitaron la falta a él. Cómo será el asunto, que en las postrimerías del partido le metieron un plantillazo a Íñigo Vicente… y le pitaron la falta a él.
Por no hablar de la amarilla a Andrés, con el reloj ya detenido. Por cierto, tras solo seis minutos de añadido. Qué barato sale perder tiempo. ¿Para cuando el juego a reloj parado?
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