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El Racing tocó fondo en la temporada 2013-14. Era la segunda vez en su historia que caía al fútbol aficionado. Fue un caos ... y así se vivió aunque por lo visto, pudo venirle mucho mejor de lo esperado. Pero eso es otro debate. Aquel curso el Racing vivió la 'era okupa', los impagos, el plante en la Copa del Rey, la vergüenza, el borde de la desaparición... Pero acabó en el fútbol profesional. Aún tampoco se sabe muy bien cómo. Ya con los deberes hechos jugó una eliminatoria de campeones de Segunda B con el Albacete, que había ganado su grupo. La perdió, pero no importaba. El premio ya estaba conseguido.
Aquel año, dos equipos históricos pusieron el contador a cero a la vez. Atrás quedaron años de vino y rosas, con el Racing disfrutando de 44 temporadas en Primera y los manchegos siete. La diferencia en cuanto a cursos en la élite era abrumadora, pero los avatares les habían mandado a los dos a los campos de barro. Desde entonces, ambos han subido y bajado como un ascensor. Sus trayectorias no han sido todo lo uniformes que hubieran querido sus aficionados y dirigentes y han tenido más sombras que luces. El conjunto manchego aquella primera campaña en la que el equipo ascendió fue la sorpresa grata. Se codeó con los puestos de play off y a punto estuvo de creerse algo que nadie se esperaba. La segunda vuelta se le hizo larga y acabó en una zona noble de la tabla. El Racing, por contra, nada pudo hacer en una temporada en la que tuvo cambios de entrenador y ni un mito del racinguismo como Pedro Munitis pudo acudir al rescate. Al pozo. Mientras el Albacete sobrevivía una temporada más en Segunda División, el Racing cayó irremediablemente y languideció en la peor época de su historia. Acumuló cuatro campañas en Segund B hasta que de nuevo pudo asomarse al fútbol profesional. Precisamente ese nuevo ascenso, en 2019, lo logró con un proyecto liderado por un manchego, que había ocupado el mismo cargo con anterioridad en el Albacete y que le dio el pan y luego el vinagre al club, Chuti Molina. La propiedad le dio mando en plaza y construyó una plantilla muy competitiva que logró el ascenso en Malferit, con un decubrimiento en el banquillo, Iván Ania. Eso fue lo bueno. Lo malo llegó al curso siguiente cuando una plantilla con retales regresó al pozo dando una imagen difícil de olvidar. Vuelta a empezar. En ese tiempo el Albacete bajó y rebotó a Segunda, firmando cuatro temporadas en la categoría de plata y saneando el club.
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Pero el destino de ambos equipos aún les iba a reservar un capítulo más. Hace dos campañas, cuando la Federación Española de Fútbol inauguraba una nueva categoría a la que le llamó en un alarde de originalidad, Primera RFEF, los dos se volvieron a encontrar. El Albacete recién descendido del fútbol profesional y el Racing después de hacer su peor clasificacón histórica. Bingo. Los dos lograron el ascenso a Segunda juntos; el Racing dio un recital y acabó campeón de campeones tras ganarle al Andorra en una final en el estadio de A Malata (Ferrol). El Albacete, por su parte, logró meterse en el play off como tercer clasificado y firmó una hazaña en Riazor que no se podrá olvidar. Los manchegos remontaron a los gallegos en su casa. Desde entonces, vidas paralelas.
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Ana del Castillo
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