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Rotura de ligamento cruzado de la rodilla izquierda: seis meses de baja. Este diagnóstico es el que con más probabilidad puede recibir Jon Ander en el momento que reciba los resultados de la resonancia que tenía programada ayer y que el Racing no confirmó ... siquiera, dentro de su oscurantista política de comunciación, si finalmente se produjo. Ni eso ni por supuesto su resultado, si es que finalmente pasó por la clínica. Sería el peor de los diagnósticos, porque abocaría al futbolista vasco a decir adiós a la temporada y a ver el play off de ascenso de su equipo desde la grada. Pero el club no ofrece información y el racinguismo se mantiene a la expectativa. Sería una sorpresa mayúscula -y de lo más gratificante- que el delantero no se enfrente a una ausencia de los terrenos de juego de nunca menos de seis meses. O, lo que es lo mismo, hasta prácticamente el arranque del próximo curso.
A falta de nueve partidos para el final de Liga, además de la fase de ascenso a Segunda División, la delantera del Racing se queda temblando. Sin Jon Ander, la nómina de atacantes se reduce a Dani Segovia y a David Barral. Es evidente que lo que ha pasado hasta ahora pasado está, pero el primero ha sufrido tres lesiones durante esta temporada y el gaditano una más en apenas mes y medio. Los dos han estado en el dique seco, una situación que de repetirse dejaría en cuadro al equipo justo en el momento más decisivo del año. Es evidente que los responsables del Racing no pueden permitirse que el ambicioso proyecto que pusieron en marcha hace algo más de un año se quede cojo en el momento crítico. Por ello, Chuti Molina, director deportivo, ha reactivado la búsqueda de un sustituto para Jon Ander por lo que pueda pasar. Van a ser nada más que tres meses lo que se le necesitará, pero lógicamente el Racing no puede enfrentarse al periodo más decisivo sin tener cubierta una de las demarcaciones más importantes. El mandatario cuenta con el respaldo de sus superiores -los propietarios del Grupo Pitma- para realizar un nuevo desembolso, después del efectuado recientemente para la contratación de David Barral si Jon Ander es baja definitiva.
Si se confirma la lesión de larga duración del vasco, el club tiene una ventana de quince días para incorporar a un futbolista; la única condición que debe cumplirse es que el futbolista y futuro candidato esté en España, ya sea con equipo o en el paro. No importa que sea extranjero o nacional, que juegue en Primera o en Segunda B, lo estrictamente necesario es que su llegada no requiera la mediación de un transfer internacional por hayarse fuera del país.
En el caso de la Liga de Fútbol profesional, el reglamento aún es un poco más restrictivo porque la contratación de un futbolista en un caso similar al que le ocupa al Racing sólo está permitida si restan cinco o más partidos para el final del campeonato doméstico, nunca después. En la categoría de bronce no existe esta limitación.
Así las cosas, Molina, que se encuentra fuera de Cantabria hasta mañana, ha recuperado todo el trabajo de campo adelantado y que deparó el fichaje de Barral en el mercado de invierno, para estudiar qué posibilidades tiene. No es extraño pensar que del pasado mes de diciembre a hoy la situación de muchos de los candidatos haya cambiado sustancialmente. Algunos de los jugadores que en su momento le dijeron que no al Racing, ahora, después de demostrarse que no han tenido oportunidades en sus clubes pueden ver finalmente al conjunto racinguista como un destino atractivo; líder de grupo, con muchas posibilidades de ascender, con un proyecto ambicioso y un equipo plagado de grandes jugadores y, fundamental, con dinero contante y sonante para pagar. Es más, puede ser una puerta para jugar el año que viene en Segunda División después de cumplir un trabajo de tres meses. Delanteros de Segunda División sin oportunidades, jugadores en paro o que hayan acabado sus contratos... Un cajón en el que será Chuti Molina el que resuelva la ecuación. «Él sabe cómo hacerlo. Se desenvuelve bien en estos casos», aseguraba ayer el capitán, Iván Crespo.
A Jon Ander se le paró el reloj la víspera del partido ante el Calahorra, en un gesto involuntario su rodilla, se quebró. Iván Crespo le cedió el balón y al protegerlo giró en el aire de tal manera que al apoyar la pierna en el suelo su rodilla también rotó. Cayó fulminado. Los gritos de dolor enmudecieron La Albericia que a esas horas matinales está plagada de familiares que vienen con sus hijos a jugar a los demás campos. Los gestos del delantero recordaron los de Borja Granero hace un par de años o los de Miguel Gándara hace siete meses. El entrenador, Iván Ania, le tomaba la mano para consolarle. Es muy complicado que los doctores del club se equivoquen en una previsión de este tipo. El comportamiento de la rodilla cuando se produce la rotura del ligamento cruzado suele ser siempre el mismo. La de Jon Ander no engañaba.
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