Un Racing de dulce de leche

El caso es que iba yo camino de los Campos de Sport rumiando el sempiterno disgusto racinguista; que si al final han quitado las rayas verticales y han sacado un polo más bien sosainas, que si el túnel de Tetuán estaba atascado hasta la Sardinera, que si no había quién aparcara, que si agosto no son fechas para empezar la Liga, que si hacen falta fichajes, que si tu asiento está roto como si hubieran saltado sobre él un horda de fans de Muse... Vamos, lo de cada verano. Te enfundas la bufanda -la mía a rayas, eso sí- saludas a los viejos amigos, a los compañeros de grada, cantas 'La fuente de Cacho' -que al himno oficial igual iba ya tocando darle una vuelta-... Y te santiguas, por lo que pudiera ocurrir. Es decir, como en casa. La rutina verdiblanca de cada inicio de temporada.

Y es que llega uno al Sardinero preparado para todo... Menos para lo que ocurrió ayer. Va a ser que la nueva directiva ha llegado no con un pan debajo del brazo, sino con unos alfajores y un buen bote de dulce de leche, porque lo que lo pasó no fue ni medio normal. Cierto que el partido del equipo... Bueno, lo que se dice bueno, no fue. Pero si el árbitro se siente tan generoso quiere ver una falta en la caída de Ekain cuando el control se le escapaba, y que tienes un diez que podría ser el mejor de la categoría, pues resulta que llega el minuto veintidós y te pones líder.

En un cuarto de hora, esa alegría se quedaría corta: no estamos acostumbrados a ir goleando a un gallo como el Eibar, pero ya si Mantilla sube al ataque, se marca un caño y pone una asistencia que termina en penalti, no es de extrañar que el estadio en pleno delirio se arrancara por el «¡illa, illa, illa, Mantilla maravilla», en lo que sólo iba a ser el principio de una tarde de cánticos y ovaciones. Lo que tocaba, claro, porque pocas veces tenemos el privilegio de poder mirar la tabla desde arriba. En fin, que nos merecíamos una alegría, así que empezamos a disfrutarla mucho antes de que acabase el partido, que con el Racing ya se sabe...

«No sé si estaré soñando, y me da miedo despertarme», decía a mi lado el aficionado Diego Navamuel, que no paraba de frotarse los ojos. Y con tanto cántico, a mí también me invadió la euforia y hasta subí un tuit, y eso que me estoy quitando -solamente me meto de vez en cuando, como Tabletom- para celebrar el liderato. Por si acaso algo se torcía, que el racinguista escaldado...

Pero no, aquello fue un escándalo, con un cuarto gol y hasta sacando canteranos; de hecho, de no haber sido por el fallo clamoroso del nuevo delantero centro -un fichaje marca Racing; como los de toda los veranos, vamos-, habríamos terminando por pensar que este no era nuestro equipo, que nos lo habían cambiado. A ver si va a ser que el Racing de José Alberto es otro, y no solo por las rayitas de las medias

En fin, que como esto no sea flor de un día y siga la racha, me van a chafar del todo. Primero se me adelantan Manolo Higuera y Sebastián Ceria, que antes de que terminase de ahorrar la pasta van y compran el club, y ahora resulta que logran la mejor clasificación de la década. Así, ¿cómo voy a hablar yo de sufrimiento racinguista?