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Todo el mundo tiene un superhéroe que saca fuera a la menor ocasión, mientras hay quien lo reserva sólo para cuando merece la pena. Para cuando se presenta una oportunidad de esas que no se puede dejar pasar. «La oportunidad de nuestras vidas», como había ... dicho ya José Alberto semanas antes. El Racing se ha enfundado en ese traje durante toda la temporada, pero ayer dudó. Y quien duda pierde. Y más ante un Villarreal B que a pesar de estar descendido estuvo lejos de estar desahuciado. Los groguetas le echaron ganas, ganaron todos los duelos y manejaron el partido a su antojo. El Racing ayer no lo consiguió. Cayó en La Cerámica y engrosó la estadística negativa que acumula en ese campo, donde no gana desde hace 21 años. Y eso que rozó la gesta con un cabezazo de Germán en el tiempo añadido y un posible penalti a Arana en el 94 que el colegiado desechó tajante sin recurrir al VAR.
Nada, se quedó con la miel en los labios. Y luego pasó la vida atropellándolo todo. No hubo magia, ni un racimo de minutos bomba, y el Racing no pudo salir de la chistera imposible para poner el timón en dirección a su historia imposible. El play off de ascenso y la Primera División, esa ilusión que persigue obstinada al equipo, se escapó.
Villarreal B
Iker Álvarez, Alti, Tasende, Collado, Pascual (Víctor, m.69), Lekovic, Romero (Cabanes, m.69), Rodrigo, Tiago (Gelardo, m.88), Requena y Pau.
1
-
0
Racing
Ezkieta, Saúl, Germán, Íñigo (Jeremy m.89), Mboula (Sangalli, m.88), Arana, Vicente, Peque (Andrés Martín, m.88), Manu Hernando (Mario García, m.89), Aldasoro y Dani Fernández
Equipo arbitral Quintero González (C. Andaluz). Asistentes: García Urbaneja (C.Catalán), Sarmiento Millet (C.Andaluz). Cuarto árbitro: Gonzalo Sánchez (C.Castellano-manchego). VAR: Gorostegui Fernández-Ortega (C. Vasco)AVAR: Landrove Lago (C. Gallego.).Goles 1-0: m.72, Moreno
Amonestaciones Aldasoro (27), Pascual (37), Tiago (39), Mboula (60), Moreno (90).
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Marcos Menocal
No habrá fase de ascenso, pero sí una temporada extraordinaria. Cada nueva generación quiere dejar su huella, indeleble en el tiempo, y la de este Racing de José Alberto está dispuesta a forjar una historia que poder visitar y recordar a los que vengan por detrás. Por potencial, por coraje y por que sí. Porque ya tocaba disfrutar de una temporada como esta. Al margen de la derrota, el Racing termina séptimo con 74 puntos, algo que está más allá de las expectativas que tenía en agosto. Alegría, optimismo, satisfacción, entusiasmo, vehemencia, ímpetu, ardor… Todas las palabras se quedaban cortas para explicar lo que se vivió en el estadio castellonense, que no era El Sardinero, pero lo parecía, porque los más de mil racinguistas que lo tomaron por asalto se encargaron de teñirlo de verde y blanco.
José Alberto realizó algunos cambios en el once. No muchos, Solo tres reajustes. El asturiano recuperó a Germán para formar pareja con Manu Hernando en el centro de la zaga, y también dio entrada a Íñigo Sainz-Maza en el doble pivote junto a Aldasoro, una elección condicionada por la necesidad, ya que no disponía de Iván Morante por sanción y Grenier por lesión. Y en la banda derecha el asturiano se decantó por un Jordi Mboula que le tomó la delantera a Andrés Martín. Por lo demás, José Alberto repitió la fórmula de la pasada jornada. Ezkieta en portería, Dani Fernández en el lateral derecho, Saúl en el izquierdo, Peque en la mediapunta y Arana comandando el ataque.
Y la gran incógnita que mantenía en vilo al racinguismo: Íñigo Vicente, que finalmente formó de inicio en banda izquierda en La Cerámica. El técnico lo había tenido toda la semana entre algodones después de que la pasada jornada, en el encuentro ante el Zaragoza, tuviese que abandonar el campo en camilla a causa de un golpe en el tensor de la fascia lata de su pierna derecha. Pero el de Derio ni podía ni quería perderse este partido. El último de Liga y el que podía ser el primero de algo mucho más grande.
El Villarreal B ya estaba descendido, pero no era una tortuga encerrada en su caparazón, Los de Miguel Álvarez tomaron el control de la pelota en los primeros minutos buscando combinaciones que les aproximasen al área verdiblanca, pero un Racing ordenado cortaba sistemáticamente su acometidas y trataba de hacer lo propio con las llegadas de Peque, Mboula y Arana que eran toda una declaración de intenciones. La Cerámica se teñía de verde y blanco en el campo y en la grada. Pero el Villarreal B no bajaba los brazos y enseguida Tiago puso a prueba a Ezkieta con un remate desde fuera del área que el navarro detuvo sin problemas. Luego le tocó el turno a Mboula. El catalán se fue a la guerra. Solo contra el mundo. En su carrera iba driblando y dejando rivales a su espalda, pero su zapatazo no llegó a nada.
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El Racing no tenía prisa, pero esa laxitud había dejado el partido en manos de los groguetas, que sin complejos buscaban la meta de Ezkieta con un facilidad preocupante. Y a la media hora de partido el navarro y el palo habían atajado ya el que podría haber sido el 1-0. De momento el plan verdiblanco no estaba funcionando. O sí, según se mire. porque con el empate el Racing tenía más que suficiente, pero esa idea era muy arriesgada. Sobre todo porque quedaban todavía cuarenta y cinco largos minutos por delante. En esas andaba el Racing cuando Íñigo Vicente dejó su primer destello en forma de taconazo para mandar un balón telegrafiado a Saúl, que conectó con Mboula. Pero el disparo del extremo se perdió por la izquierda.
Había llegado ese momento de un partido de fútbol en el que lo que menos importa es el fútbol. El Racing necesitaba mirarse al espejo. Reconocerse. La grada se lo recordó con un «¡Sí se puede!» que trajo al presente toda esa historia pintada en verde y blanco, todo ese sacrificio de años vagando por los sótanos del fútbol y manchándose de barro y esa fe ciega que se hereda como se heredan las enfermedades congénitas. La enfermedad de ganar, la enfermedad del Racing, que es a la vez veneno y antídoto.
José Alberto, en la banda, pedía calma, pero lo que el Racing necesitaba era precisamente un poco de electricidad en un partido que empezaba a trabarse cada vez más base de faltas. Y con una peligrosa a favor del Racing llegó el primer «Uyy» claro del partido para los cántabros. La botó Íñigo Vicente, pero el remate de Manu Hernando pegó en larguero. Y acto seguido la tuvo Peque. El equipo salía de su letargo. Saúl le ganó la carrera a Romero para evitar la contra del Villarreal B, pero hacia falta más. Arana, que había ganado la galopada a Pau, se plantó solo ante Iker Álvarez, pero se resbaló sin poder controlar la pelota. Un aquaplaning en seco, que terminó con una contra del filial grogueta que hizo a Tiago llevarse la manos a la cabeza cuando su golpeo se marchó alto.
Fue solo un amago, porque Víctor Moreno no falló. El grogueta se convirtió en el pistolero que se da la vuelta al oír «Nueve» y dispara mientras su rival en el duelo al sol intenta cumplir el décimo paso reglamentario. Solo tuvo que cabecear un centro de Alti para batir a Ezkieta y dejar al Racing fuera del play off. El partido había adoptado para los cántabros la forma irracional de las pesadillas de David Lynch. Nerviosos, algo a la desesperada, trataban de enmendar el resultado, pero fútbol es cruel a veces. El cronómetro corría inexorable y el gol no llegó.
A pesar de todo el Racing ha vuelto. No importa que no logre llegar este curso a esa Primera División soñada. Ha vuelto la ilusión, la confianza renovada, la fe, la esperanza y sobre todo el racinguismo, que nunca se fue, pero ahora es si cabe más fuerte.
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