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Los aledaños de la plaza Campu la Guía, en Gijón, parecían la santanderina calle Peña Herbosa en día de partido. Las bufandas verdiblancas teñían las esquinas y las terrazas de los bares ya a eso de las 11.30 horas. «Hoy vamos a dar la ... sorpresa aquí. Estamos con la flechita por arriba», decía Alejandro Blanco mientras tomaba algo con el grupo de amigos con el que se había desplazado hasta Gijón. Era uno de los más de 4.000 racinguistas que fueron este sábado a El Molinón con el ilusiómetro por las nubes. No actuaba un famoso grupo de rock. Que va. El espectáculo es aún mejor. Jugaba el Racing. Y contra el Sporting. Un derbi norteño con Manolo Preciado como estandarte que los racinguistas tenían marcado con un círculo rojo en su calendario. Este era uno de los 'On Tour' imprescindibles de la temporada.
El grupo de Alejandro no formaba parte de ninguna peña, pero por número podrían crear una. Habían llegado en cuatro coches. Un total de dieciséis amigos que no se quisieron perder el partido «por nada del mundo». Y eso que les costó conseguir entrada. «Madrugamos mucho el día que las pusieron a la venta en Santander. Me levanté a las seis de la mañana, pero no logré entrada»; confiesa Alejandro. Pero no se dio por vencido. «Me di la vuelta y las cogí en casa por internet. ¡Las últimas!», comentaba con una amplía sonrisa.
Coral de la Guerra, Paula Puente y María Vega también estaban pertrechadas con bufandas del Racing y gafas de sol. El uniforme de los racinguistas que arrancaban la jornada en una sidrería cercana al estadio. «Aquí somos cinco, pero faltan por llegar muchas más», decía este grupo de amigas de Torrelavega. Habían comprado las entradas en la web de Sporting, «porque en Santander era imposible»; confesaban. Apostaban todo al verde. «¡Ganar!, ¡Tiene que ganar!», gritaban al unísono para responder a la pregunta: «¿Qué va hacer le Racing hoy?». El empate no las servía. Tampoco a Adrián González y Víctor González. Los dos viajaron a Gijón en coche desde Santander y esperaban juntarse con más amigos en cuanto arrancase el corteo, que tenía previsto comenzar a las 16.30 horas, aunque luego se retrasó una hora aproximadamente. «No vale otra cosa que no sea ganar», decía Adrián, y Víctor apostillaba: «Hoy tres puntos y para casa». Mientras hablaban, comenzaron a llegar autobuses que pitaban a los racinguistas congregados en las terrazas. «¡Vamos Racing!», respondían desde las mesas entre palmas, gritos y bullicio.
El racinguismo toma GijónVer 25 fotos
En la zona del paseo marítimo también se dejaba sentir la presencia verdiblanca. Cánticos, familias, niños y hasta perritos con la bufanda del Racing. No faltaba un verdiblanco. Pero antes, la obligada parada frente a la estatua de Manolo Preciado. Allí se iban congregando a goteo los aficionados del Racing para presentar sus respetos al de Astillero, darle un abrazo y de paso encomendarse a él. «Manolín, no nos falles», parecían decirle al oído.
Los que no faltaron a la cita con los aficionados fueron el cachopo y la sidrina. Los verdiblancos copaban terrazas, sidrerías y restaurantes para reponer fuerzas después del viaje y la previa matinal, que por la tarde tocaba corteo. Los racinguistas se habían congregado en la plaza Campu la Guía y de allí salió el multitudinario corteo, aunque algo más tarde de lo previsto, a eso de las 17.30 horas escoltado por la policía. «'¿Cómo está la plaza? ¡Abarrotá!», decían unos racinguistas de los que ya peinaban canas, recordando al Dúo Sacapuntas y luego llevándolo al terreno verdiblanco y mentando a otro dúo, el Sacapuntos. «¿Te acuerdas de Zigic y Munitis? Pues Roko y Peque este año van a ser igual».
Al fondo unos hilillos verdes de humo comenzaron a ascender hacia el cielo y pronto se convirtieron en densas columnas. El espectáculo de las bengalas y las banderas ondeando al viento anunciaba que los más de 4.000 racinguistas se iban a poner en marcha. En esas el autobús del Racing pasó rumbo al estadio y los aficionados se dejaron las gargantas cantando «'Racing de Santander, lo, lo, lo. Una ilusión nos persigue, la Primera División'». El corteo llegó sin incidentes al estadio entre las primera gotas de lluvia de la tarde. Una lluvia que decidió quedarse ya durante todo el partido.
El Racing nunca camina solo y hoy mucho menos. En la zona destinada a los verdiblancos en El Molinón no cabía un alfiler, pero las bufandas del Racing no se reducían únicamente a ese espacio. Las motas verdes se podían ver diseminadas por todo el campo, tiñendo de verdiblanco la grada y destacando entre el rojiblanco de los sportinguistas. Al fin y al cabo, fueron mas de 4.300 (en concreto 4.325) las entradas contabilizadas como afición del Racing según datos del club, una cifra a la que hay que sumar las que los verdiblancos adquirieron a través de la web del Sporting o en las taquillas asturianas.
Los racinguistas se dejaban sentir ya antes de que arrancase el partido. No quedó nadie sin alzar su bufanda y hacerla ondear sobre su cabeza al ritmo de: «¡Vamos, vamos Racing!», una pequeña muestra de lo que iban a hacer durante todo el partido. Unas voces que se elevaron todavía más cuando los futbolistas del Racing saltaron a calentar al campo. José Alberto también se asomó al banquillo y fiel a su ritual colocó dos botellas de agua en el suelo, una tumbada y la otra encima, ubicada en diagonal y apuntando a la portería rival.
No todos los jugadores estaban en el campo. Mantilla, Andrés Martín, Lago Junior, Parera y Corral vieron el partido desde uno de los palcos de prensa sin perderse ni un detalle de lo que pasaba sobre el césped. El derbi norteño hacia morderse las uñas a los verdiblancos, pero también encender los ánimos y levantar a más de uno del asiento. Como cada vez que Peque recibía una falta, que fue bastante a menudo, o cuando el colegiado mostró amarilla a Manu Hernando. La pitada fue monumental.
Las gargantas de los racinguistas rugían con cada agarrón, cada balón dividido y cada acometida del Racing. Aunque fueran tímidas eso sí, porque a los cántabros les costó arrancar. Y por si fuera poco Djuka puso el 1-0 a la media hora de partido. Ni siquiera en ese momento se hizo el silencio entre los verdiblancos. Tocaba remontar en el campo, porque en la grada la duda apenas duró un parpadeo y las banderas ondearon de nuevo. Mboula se fue de dos rivales por banda derecha y forzó un córner que sacó una sonrisa a los verdiblancos. «Racing, Racing», cantaban ahogando los pitidos de los sportinguistas. Lo que no se pudo acallar fue el clamor que estalló en distintas zonas de la grada cuando Arana cayó derribado dentro del área y el árbitro no señaló más que córner. Los decibelios aumentaron.
Los racinguistas animaban a los suyos con una pasión capaz de llevar en volandas a cualquiera. Arana les tomó la palabra y marco el gol del empate. No faltó la celebración en la zona verdiblanca, que rugía enfervorecida. Las bufandas ondearon una vez más. «Una ilusión nos persigue, la Primera División». El Racing ahora corría como si de verdad le persiguiese alguien. Los de José Alberto dieron un paso al frente. La grada quería más y ellos también. Pero tras un penalti no pitado a Íñigo Vicente llegó la contra del Sporting, y con ella el 2-1. Jarro de agua fría. La lluvia comenzó arreciar de nuevo y las gargantas racinguistas también. Fue como un sortilegio. Y surtió efecto, Arana hizo el gol del empate y Peque hizo el tercero. Casi se cae el estadio. «¡Que sí, joder, que vamos a ascender!». El Racing clavó su bandera en El Molinón. Territorio conquistado.
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