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No sé si alegrarme o entristecerme cuando la indiferencia se convierte en felicidad. El domingo, el racinguismo saltó y brincó en las gradas de los Campos de Sport al lograr, frente al Éibar, la permanencia en Segunda División. Lo que en otros tiempos hubiera sido ... una simple temporada de trámite, hoy es motivo de fiesta. Los tiempos en los que el club se desenvolvía con los éxitos de los ascensos a Primera o las permanencias en la máxima categoría, han pasado al catálogo de las batallitas deracinguistas veteranos. Ahora las circunstancias han disminuido las expectativas. Disfrutamos con los ascensos a Segunda y con las permanencias en esta categoría, como la que se produjo el domingo, aunque a lo largo de la historia del club esas sensaciones han sido muy pocas, casi excepcionales. De las veinte temporadas en las que el Racing se mantuvo en Segunda División, sin que se produjera ningún ascenso o descenso, escasas fueron las que terminaron con alivio y satisfacción de no descender de categoría, como ha ocurrido este año. Sensaciones derivadas de la excesiva estancia del club en una indecorosa tercera categoría (llámese Segunda B o Primera Federación), que además estuvo condicionada por los descensos inmediatos que prosiguieron a los ascensos de 2015 y 2020. Entre esas escasas ocasiones, destacamos dos.
Entre las permanencias de los años cuarenta, la más complicada fue la de la temporada 1948-49, cuando el entonces Real Santander acabó en la undécima posición de catorce equipos. Fue un momento crítico, porque se había incorporado a la presidencia el empresario Manuel San Martín, propietario de la famosa cafetería de La Austríaca, que estaba poniendo en marcha un ambicioso proyecto de fichajes para recuperar por vez primera la máxima categoría que el club había perdido en 1940. Sin embargo, el equipo se asomaba una y otra vez al precipicio de la Tercera, amenazando los ambiciosos proyectos de San Martín, aunque esa amenaza era relativa, ya que, debido a que la Segunda División se ampliaría en la siguiente temporada, no había descensos directos, y los dos últimos jugarían una promoción. Pero el Racing comenzó a sufrir derrotas importantes, entre ellas contra el Club Ferrol en los Campos de Sport. Con el equipo colista, el entrenador, el veterano Patrick O'Connell, dimitió. Su sustituto fue Paco Hernández, que continuó con la mala racha, estancándose en el penúltimo puesto, es decir, uno de los dos que obligaba a jugar la promoción.
A falta de tres partidos, la junta directiva quiso motivar a los jugadores, asignando a cada uno de ellos la prima de 2.000 pesetas si ganaban al próximo rival en los Campos de Sport, que era el líder, la Real Sociedad de San Sebastián. Y la prima dio resultado, porque los racinguistas ganaron 2-0, con tantos de Moro y Pin. El penúltimo encuentro también fue clave para evitar la promoción, ya que el CF Badalona estaba empatado a puntos con el Racing y tan implicado como los cántabros en su empeño por alejarse de los últimos lugares. El empate a uno fue un buen resultado, aunque dejó para el último encuentro la emoción de comprobar si jugaría la fase de permanencia. Finalmente, el Raci ng derrotaría a la UD Levante (5-1), librándose de la deshonra y asegurando la permanencia.
Otra emocionante estancia en Segunda División fue la de 1966-67, que tuvo como aliciente para el público el hecho de que el Racing compartió la categoría con la Gimnástica de Torrelavega. Aunque las aspiraciones del equipo volvían a estar centradas en el ascenso, el Racing tuvo que esperar a que finalizara la última jornada para verse liberado de la promoción. Además de la mala clasificación, los santanderinos tuvieron que lamentar el hecho de que, por primera vez en la historia, su histórico rival cántabro se colocaría por delante en la clasificación final, con el añadido de que los gimnásticos ganaron los dos encuentros, el de El Malecón (2-1) y el de los Campos de Sport (0-1). Las cuatro últimas jornadas del campeonato giraron en torno a la posibilidad de jugar la promoción, que se mantuvo hasta el último partido, en el que el Racing recibió al Logroñés, equipo que, con el Indauchu, estaba matemáticamente descendido. Los dos puestos de promoción correspondían al decimotercer y decimocuarto de la clasificación final, este último ya asignado al Burgos. Pero el decimotercero era cosa de dos equipos: la Unión Popular de Langreo y el Racing, ambos empatados a 25 puntos. Los asturianos lo tenían difícil ya que se enfrentaban al Sporting en El Molinón y las previsiones apuntaban a una fácil victoria local. Sin embargo, el conjunto gijonés ya tenía asegurada la segunda plaza, y sin jugarse nada importante en el partido, se temía una desagradable sorpresa de solidaridad regional. Pero hubo honradez y el Sporting batió a los de Langreo. Fue un alivio, porque los racinguistas no pudieron ganar a los riojanos. Con entusiasmo y demasiados nervios para afinar la puntería, tuvieron que contentarse con un empate a cero, suficiente para seguir un año más en Segunda División.
Ahora solo cabe esperar que las estancias en Segunda se prolonguen hasta recuperar la alegría de los ascensos y las permanencias en Primera División.
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