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La ilusión es como un virus. Cuando se introduce en el organismo con cuatro goles no hay manera de bajar la fiebre del entusiasmo. Eso de viajar a Barcelona tras ser colíder de la categoría, aunque anecdótico e intrascendente, produce placenteros y patológicos delirios, sin ... que haya remedios eficaces para evitarlo, salvo una derrota que nos devuelva a la realidad. Pero que no sea hoy.
Han pasado once años desde el último partido liguero que el Racing disputó contra el Espanyol. Fue en Primera, en plena caída libre hacia el desastre del descenso y la indignidad de unos directivos. El reencuentro de hoy, aunque se produce en Segunda, tiene visos de apuntar a futuros más halagüeños y sobre todo más formales y disciplinados que el que rodeó al primero que se jugó entre ambos conjuntos hace más de cien años.
El Real Club Deportivo Español de Barcelona (entonces con la eñe, tal y como se mantuvo hasta 1995) llegó a Santander en los primeros días de septiembre de 1917 para jugar un amistoso que sería el primero que enfrentó a ambos conjuntos. Los españolistas, que estaban de gira por el norte, llegaron procedentes de Gijón, donde habían derrotado al Sporting (3-4). El partido, tras la suspensión por mal tiempo del día que en principio se había señalado, se disputó finalmente el 9 de septiembre y supuso el inicio de la temporada para los montañeses. La victoria fue para el Español (2-5), y tanto la crítica deportiva como el público que acudió a los Campos de Sport manifestaron su descontento por el juego (el campo estaba demasiado encharcado), por la mala actuación del guardameta cántabro, Luis Álvarez, y por la actitud de indisciplina de algunos futbolistas locales.
Los racinguistas habían conseguido grandes cosas en los cuatro años que habían transcurrido desde su fundación. Los Campos de Sport estaban a su exclusiva disposición, se habían inscrito en la Federación Regional Norte y habían incorporado al equipo a los mejores jugadores de su acérrimo rival, el Real Santander que, tras proponer una fusión que no prosperó, se desintegró dejando la representatividad de la provincia al Racing. Pero aún había muchas cosas que mejorar. Los directivos pretendían fomentar la afición con partidos de entidad, y para ello invitaron a los catalanes. Sin embargo, no había seriedad entre los futbolistas, y aunque el club anunció la alineación del equipo como parte de la atracción del partido, algunos de ellos no acudieron a la cita.
El más descortés fue Tomás Agüero, uno de los mejores jugadores que se había incorporado al Racing desde el Real Santander en 1914, y que no quiso jugar, provocando una situación incómoda. Pepe Montaña, desde las páginas de El Pueblo Cántabro, escribió en su crónica que «es intolerable la frecuencia con que Tomás Agüero hace su santa voluntad dentro de las filas racinguistas. Unas veces se cruza de brazos en el campo y no juega, y ayer no salió al 'stand' a pesar de estar anunciado. Como es reincidente en cometer actos como el que nos ocupa y no ofrece garantía alguna para el equipo donde milita, es de suponer que la directiva racinguista tome una determinación contra mencionado jugador. Nosotros, francamente, creemos que es un elemento perjudicial para el once por su falta de entusiasmo y cariño por el club…»
También el cronista de El Diario Montañés, José Pérez Parada, desde su seudónimo de 'Penalty', lamentaba esta circunstancia que no sólo afectaba a Agüero: «El caso que se dio ayer de faltar tres de los jugadores anunciados no es nuevo; es el mismo ocurrido en anteriores encuentros; sin embargo, nada se hizo entonces para remediar estos males por las personas encargadas de ello; pero ahora creemos ya haber llegado el momento de emplear sin demora remedios radicales contra todos estos males…»
El redactor de El Cantábrico también protestaba: «No hay derecho a que después de anunciarse un partido, un equipier cualquiera, sin más razones que porque sí, se niegue a salir al campo y haya que sustituirle con otro…».
Tomás Agüero se mantuvo en el equipo hasta 1922 y en ese tiempo protagonizó varios actos de indisciplina. Poco antes del partido contra el Español había sido sancionado por mala conducta durante un encuentro contra el Izarra de Eibar, y tres años después volvió a cruzarse de brazos y desentenderse en un partido en Gijón que supuso la dimisión de su padre, prestigioso abogado que era vicepresidente del Racing, Tomás Agüero y Sánchez de Tagle. Aunque la directiva sancionó al jugador y no aceptó la dimisión de su padre, tuvieron que readmitirle por la solidaridad de sus compañeros, que amenazaron con no jugar si se mantenía el castigo.
Eran otros tiempos, con un Racing que se asentaba como club y que además de adquirir experiencia con equipos como el Español, tenía pendiente resolver los problemas domésticos de la disciplina de sus futbolistas, algo que se impondría con la llegada de los primeros entrenadores profesionales, destacando en este aspecto el primero y más emblemático de todos: Mr. Pentland.
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