Los recados de José Alberto

Su frase aludiendo a los errores cometidos en el césped no deja lugar a la interpretación. «Me voy disgustado por los errores individuales, algunos groseros, en los goles. Me pongo en su sitio y es difícil de entender esos errores en jugadores de este talento», afirmó el sábado, después de ver cómo se sucedían fallos no forzados como la pasada de frenada de Jokin Ezkieta que acabó en penalti o la cesión de Suleiman al portero que también acabó en gol, anulado, en esta ocasión, por el VAR. Estos entre otros. Hay quien puede decir que, aunque es lo que pensaba todo el estadio, son cosas que mejor que queden en el vestuario. Pero también los habrá que entiendan que un sutil rapapolvos público puede activar las conciencias. Es difícil acertar. Con los actos de los entrenadores suele pasar como con los de los árbitros, nunca aciertan del todo. En el equilibrio está la virtud.

En cualquier caso, José Alberto suele llamar a las cosas por su nombre y basta con rebobinar la cinta para constatarlo. Hace una semana, sin ir más lejos, en referencia a la expulsión que sufrió Íñigo Vicente ante el Burgos, el técnico dijo lo que pensaba. «No podemos entrar en ese tipo de acciones, y esa es la pena, porque nos ha pasado más veces». Señaló abiertamente el fallo del de Derio, totalmente evitable, que dejó al equipo sin un hombre menos e hipotecó su presencia en la jornada siguiente. «No podemos caer en esos errores a estas alturas. Lo sabemos y a veces se nos olvida y los volvemos a cometer», dijo después de que Manu Hernando se autoexpulsara en Zaragoza y obligase a jugar al equipo con un hombre menos muchos minutos. Le dio un palo, y luego zanahoria porque de nuevo jugó el palentino. Quien volvió a autoexpulsarse frente al Burgos. En eso, José Alberto domina el arte de te doy y te quito.

Ahora bien, si alguien tiene que hacer una hemeroteca de recados, ahora que el sábado el míster sacó de nuevo a relucir la espada, sus grandes éxitos llegaron en la comparecencia posterior al partido ante el Eldense, cuando comenzó el discurso con un lacónico «no quiero hablar porque estoy caliente» y terminó disparando al monte. Aquel día, tras dejarse empatar como consecuencia de una pereza indolente por parte de la gran mayoría de los suyos, activó la terapia de choque: «Si no ponemos huevos es imposible. Estoy demasiado caliente. Hay jugadores que hace un mes eran los mejores y ahora son los peores», indicó. Aquel día, el míster introdujo ocho cambios en la alineación y sobre la actuación de los no habituales no tuvo nada que decir, sin embargo, no se contuvo en relación al rendimiento de los teóricos 'gallos' del equipo que salieron al final y después de marcar la diferencia desaparecieron. «Buscaba frescura. En los minutos finales se ha visto por qué no han jugado. No tengo nada más que decir. Estoy contento con la gente que ha jugado de inicio porque ha hecho lo que tenía que hacer y descontento con la gente que lo ha acabado», dijo. Desde luego fue un aviso a navegantes. Ese mismo día mandó otro par de dardos. «Hay que saber jugar al fútbol. Son cosas que llevan haciendo desde los cinco años y hoy las cabezas no funcionan. Parece que se nos ha olvidado jugar».

Como se decía antes, a muchos les puede resultar impropio y a otros tantos muy perspicaz porque hay quien reacciona cuando le atacan. El entrenador es el que mejor conoce a los suyos. Acuérdense cuando azuzó públicamente a Mario García, cuando el chaval estaba apareciendo. «Es la hora de que Mario se crea importante y de un paso adelante y si no, pues nada», sentenció. Más tarde, José Alberto llegó a admitir que lo hizo intencionadamente para sacar del joven futbolista «algo que los que le conocen saben que tiene». Y acertó una vez más. Cada gestor de grupo debe saber mover sus piezas.