Retratarse en El Sardinero
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El Fondo Bochi, treinta aficionados del Tarazona, los únicos alegres del estadio¿Qué mejor para reestrenar la 'vieja' normalidad que un viaje hasta los Campos de Sport? Algo así debieron de pensar la docena de forofos de la SD Tarazona que aprovecharon el final del estado de alarma para tomar rumbo norte. Son los peñistas del ... Fondo Bochi, el grupo de animación rojillo. ¿Que son tres horas y media? Poca cosa para una afición que no ha podido disfrutar de su ascenso: la primera temporada en Segunda B… y la última de la categoría. Santander bien vale el paseo: no todos los años se juega contra el Racing. Además, con el baile que le dieron en la ida. ¿Por qué no soñar con el milagro? Sólo es cuestión de reservar una terraza… Y, si puede ser, una de esas casi cerradas en las que hasta te dejan fumar puros.
En el estadio, destacan mucho más que en un partido normal. Sobre todo, porque hay tan poco público racinguista que, en lugar de 'La fuente de Cacho', se escucha una letra muy distinta: «Y los sueños se cumplen contigo, cuando el Tarazona marca otro gol». Es lo que tienen los partidos sin nada en juego. Sobre todo, si son contra el colista.
Arranca el partido, y en toda la tribuna sólo se les escucha a ellos. «¡Muy bien, Nacho!», animan a su lateral, que acaba de abrazar a Soko, treinta metros en campo propio. Como hoy es festivo, se libra de la amarilla. El Sardinero no es lo que era, porque cuando en el trece agarran a Cedric para frenar un contragolpe, sus protestas resuenan en la tribuna.
Cuando Cedric golpea hacia portería y un defensa saca el balón bajo los palos, ya no se escucha a los maños. Eso sí, se cruzan miradas cómplices. «¿No ha sido mano?», parecen decirse. «¡Calla, calla!». A partir de entonces, sus aplausos serán para el portero y las acciones en defensa. El Racing llega por tierra, mar y aire; Bustos cruza el campo de banda a banda, Soko parece entrenarse para velocista y Cedric desperdicia ocasiones como si fueran gratis. El Sardinero se empieza a ver grande, muy grande. Enorme. Casi tanto a pie de césped como desde la grada.
Pero pasan los minutos y lo del dominio abrumador se va quedando en eso, en simple dominio. Así que, hacia el final de la primera parte, la preocupación se va rebajando y los aragoneses jalean los tímidos intentos de pisar campo contrario.
Al descanso, aplausos y un paseo. Breve, muy breve, porque el confinamiento se habrá acabado, pero el bar sigue tan cerrado como el resto de la temporada. Menuda normalidad. Menos normal todavía les parecerá ver por dentro un estadio de primera… abandonado durante décadas: baños decrépitos, pasillos oscuros, como de película de terror, ni una facilidad para quienes no puedan subir escaleras…
En la reanudación, un clásico racinguista: error defensivo y cero a uno. Contra el colista. ¿Qué sería del Racing sin papardas? Silencio en la tribuna, que sólo rompe el Fondo Bochi. Poco más se ha celebrado este año en esas gradas…
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MARCOS MENOCAL
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A partir de ahí, partido nuevo. También en la grada. Mientras los verdiblancos pasan del desánimo al cabreo, los rojillos jalean a los suyos, en defensa y en ataque. Del «¡Bien, bien! al «¡Vamos, vamos!» de los visitantes, al «¡Solabarrieta, campeón!» y el «¡Vete a tu casa!». En las antípodas unos de otros. Ilusión frente a desengaño. Sobre el césped, el Racing se topa con un frontón defensivo, y el Tarazona levanta un ¡uy! tras otro. La megafonía, a lo suyo, pide a la afición una salida ordenada del estadio. Distancia social. Como si fuera fácil formar un tumulto en un estadio semidesierto.
«¡Ahí va! Pero ¿dónde va este?», protestan los aragoneses cuando aparece el cartelón con los cinco minutos de descuento. Les devoran los nervios, sobre los asientos rotos del Sardinero, hasta que pita el árbitro y lo celebran como si hubieran ganado la liga. Al menos para ellos la tarde ha merecido la pena. En especial, para un jugador del Tarazona que, cuando el público ya se ha ido, se quiere hacer un selfi, y le ayuda un asistente. Unos se retratan… y otros quedan retratados. Son cosas del fútbol.
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