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«No espero a que pase nada, lo provoco yo». Las palabras de Aritz Solabarrieta sonaron a carta de presentación. Vestido con el chándal y con las botas, ayer dijo más en un par de frases que en los más de cuarenta minutos que ... duró su presentación en rueda de prensa. Bastó con acercarse a la banda de Los Campos de Sport de El Sardinero y escuchar con atención para resolver buena parte de los interrogantes que se quedaron en el aire el día que, acompañado de José María Amorrortu, apareció oficialmente como nuevo entrenador del Racing. Aquel día fueron todo cumplidos y aproximaciones, pero sin precisar. Queda claro que se expresa mejor pisando el 'prao', al menos esa es la sensación que da después de verle 'debutar' en el que será su estadio esta temporada.
«La robo y corro, la pierdo y la recupero». Lo repitió una decena de veces, tantas como hizo falta. El significado de la frase no ofrece dudas; quiere que el equipo sea lo más intenso posible. Que no le dé una sola facilidad al rival y que le incomode. El objetivo es tener el balón y si no, recuperarle cuanto antes. A Íñigo, Martín Solar, Benktib... A todos los que se colocaron ayer en el centro del campo les exigió continuamente que no dieran un balón por perdido. Intensidad.
La sesión de ayer, la primera en El Sardinero de los últimos meses, sirvió para ensayar sobre un campo real. La abundante lluvia de estos días dio un respiro a los jugadores, una ventana de dos horas que permitió al grupo trabajar sin apenas agua -aunque cueste creerlo- porque el drenaje del terreno de juego es casi perfecto. «Está el campo como una alfombra, venga», les anunció José, el utillero que junto a Manolo San Juan tenían preparados todos los aperos de trabajo para cuando llegó la plantilla.
«Colocaos, colocaos y empezamos». El nuevo técnico no quiere que el ritmo decaiga y su planteamiento comprende una presión más alta que la de su antecesor y un orden táctico minucioso. Las pruebas de ayer no desvelan sus intenciones con total certeza, pero sería extraño que el domingo el Racing no salte al campo de Zubieta con un esquema compuesto por cuatro defensas y dos líneas de tres por delante. Será el regreso al 4-3-3 con el que Javi Rozada jugó mientras creyó oportuno, antes de que en su pizarra apareciera repentinamente el dibujo con cinco defensas.
Salvo sorpresa, Joan Maynau, Óscar Gil y Jordi Figueras serán tres de los cuatro zagueros. El cuarto, el que ocupe el lateral derecho, se lo disputarán Diego Ceballos y Álvaro Mantilla. Solabarrieta esto último no lo dejó muy claro. El no poder contar con Bernardo Matic, sancionado, despeja el paso a los dos centrales disponibles, aunque Alberto Villapalos también trabajó ayer en ese puesto. «Ordenaos, miramos lejos, miramos qué hacen los compañeros», les recordaba el entrenador a los defensas al sacar la pelota en el partidillo improvisado en espacio reducido que se organizó. Solabarrieta insistió en que la línea de la defensa se adelantara y que el equipo se junte y se mueva como un bloque. «Eso es, tenemos campo, tenemos espacio para romper y hacer daño», añadía como empujando a que se produjesen desmarques. No quiere un equipo estático y pretende ser impredecible para el rival.
En los dos tiempos muertos que hubo para echar un trago de agua, Solabarrieta se acercó a Jordi Figueras. Es probable que vea al catalán como el mariscal de campo en la zona de la retaguardia. Intercambiaron pareceres. No fue el único que se llevó la charla, también Íñigo Sainz-Maza paseó en círculos con el entrenador. El canterano formó ayer en el centro del campo, en esa especie de guía en que se convierte la demarcación en el hipotético 4-3-3. En otro de los equipos el puesto fue para Martín Solar, alternando con Ismael Benktib.
En el ataque, Solabarrieta hizo varias pruebas; Cejudo, por el centro; Pablo Torre escorado a la banda derecha; Marco Camus saliendo desde la izquierda... Soko también se colocó en el carril diestro y Álvaro Bustos, en el zurdo. Con todos ellos ensayó. «Hay que acabar. Acabar siempre la jugada. Me da igual fuera que dentro, pero hay que acabar», le replicó el técnico a Marco Camus tras una internada del canterano en la que se empachó de balón sin finalizar. «Hay que acabarlo...», insistió Pedro Menéndez, el director deportivo que seguía atentamente el entrenamiento desde el banquillo con la misma intensidad que si estuviese vestido de corto.
Puede que el domingo coincidan en el campo Cejudo y Torre. Los dos son, probablemente, los futbolistas con mayor talento de la plantilla y una de las críticas que a Rozada le persiguió. Es una incógnita si su nivel físico está para aguantar el partido entero, pero en cualquier caso, Solabarrieta los quiere en la línea de creación.
«Venga, venga, sin bajar el ritmo», volvió a recriminarles a los jugadores el técnico por tardar en sacar de banda. «Tapamos fuera, Soko». El nuevo responsable del equipo le dio dos lecciones tácticas al camerunés y de paso -aviso a navegantes- a todos los extremos. «Si tapamos por fuera se lo ponemos difícil. Por detrás nos juntamos», insistió. Los primeros defensores son los atacantes y más con la presión alta y en el área contraria.
Entre los delanteros, Jon Ander parece ganar enteros. El vasco actuó como nueve en esa línea de tres ofensiva; también lo hicieron Javi Siverio, Adrián Balboa y Cedric. Estos dos últimos, por su perfil más dinámico actuaron ayer más caídos a banda. Los dos son rápidos y trabajan bien al espacio y Solabarrieta quiso aprovecharlo.
«Al hombre. El que es mío es mío y le persigo». El que no corra no tiene sitio en este Racing. El joven míster racinguista no calló en los casi noventa minutos que duró el entrenamiento. Paró cuantas veces creyó oportuno para dar instrucciones. Arengó en voz alta y profundizó en cuestiones personales en bajo con cada uno. Amorrortu pensó en él por esa «capacidad de liderazgo». Desde el primer momento, parece decidido a ponerla en práctica.
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