Secciones
Servicios
Destacamos
En el racinguismo ha habido gente estos últimos días que no se ha sorprendido demasiado con todo lo que ha sucedido alrededor de Luis Rubiales. Porque el todavía presidente de la Federación Española de Fútbol tuvo un papel protagonista en el que probablemente es ... el momento más emotivo -y el mayor logro, aunque no fuese deportivo- en los 110 años de vida del club. Un papel que no fue el de villano, porque ese ya estaba asignado al encarcelado expresidente Ángel 'Harry' Lavín. Pero el entonces mandatario de la Asociación de Futbolistas Españoles -el sindicato que debe defender a los jugadores- trató por todos los medios de evitar el histórico plante copero del 30 de enero de 2014.
El lunes de esa semana, 27 de enero, el capitán, Mario Fernández, respaldado por sus compañeros, leyó un comunicado en el que la plantilla avisaba de sus intenciones. O se va Harry o no se juega la vuelta de los cuartos de final de Copa del Rey frente a la Real Sociedad. El equipo cántabro, en Segunda División B, la estaba liando en el torneo, por lo que la advertencia no iba de farol, pese a que en la ida, en Anoeta, el resultado fue de 3-1.
Tal y como lo relatan quienes lo vivieron desde dentro, a partir de ahí, cuerpo técnico y futbolistas comenzaron a recibir mensajes y llamadas. Desde muchos frentes, pero los más importantes, procedentes del entonces presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel María Villar, y desde el mandamás de la AFE, Luis Rubiales. Y ambos, Federación y sindicato, pese a que sus intereses debían ser contrarios, en la misma dirección: «Debéis jugar».
La firmeza de los futbolistas verdiblancos llevó a Rubiales a visitar Santander el mismo jueves en que se iba a disputar el partido. El encuentro se produjo en el Hotel NH Ciudad de Santander. El presidente de AFE, tras asegurar a la plantilla que sus sueldos impagados por el club corrían de cuenta del sindicato, no sólo no respaldó la postura de los jugadores, sino que les amenazó con las consecuencias que iba a traer consigo su reto. Que si «el prestigio de la competición», que si «el país», que si «el rey». Argumentos de peso... Hasta que salió la verdadera razón: la televisión había puesto mucho dinero por los derechos del torneo. Y Rubiales vino a decir a los racinguistas, que en esa categoría no eran ni mucho menos millonarios, que esas cantidades las iban a tener que pagar de su bolsillo. O con sus coches. O con sus casas.
El miedo es humano, y hubo jugadores a los que les entraron dudas. ¿Y si lo que dice es verdad? Algunos de ellos llevaban días intercambiando mensajes con representantes de la afición. Por eso, con Rubiales delante, pidieron que los dirigentes de las peñas, encabezados por el que era presidente, Bernardo Colsa, acudiesen a la cita. De repente -siguen contando quienes estuvieron allí-, el discurso del líder del sindicato cambió por completo. Apoyo a muerte a la plantilla. Lo que decidan, bien estará. Los recién llegados ya sabían lo que se había hablado antes, así que las caras eran no de poema sino de chirigota. Un reír por no llorar. La afición mostró su más absoluto respaldo a la decisión de jugadores y técnicos. No se trataba de una pataleta ni de un resultado. Era cuestión de salvar al club. Vida o muerte. Así que desde esa hora y hasta el inicio del encuentro el mantra era «no se juega».
Este periódico, en su página web, publicó lo de las amenazas de Rubiales. Porque alguien de dentro se lo contó a los periodistas. Y alguien de AFE llamó a la redacción con el mismo tono amenazante: «¿Quién ha dicho eso? Es mentira. Quitadlo o...». La información se quedó como estaba, porque la verdad siempre gana.
Tras el apoyo pétreo de la afición, por si quedaba alguna duda, hubo empleados que dieron un paso al frente y dijeron que, sin ellos, era imposible sacar adelante el encuentro. Ejemplo a seguir. Esa valentía disipó cualquier atisvo de marcha atrás. Aunque en el exterior de aquel vestuario aún quedaba la incertidumbre de qué podría pasar.
A partir de ahí, el delegado verdiblanco, Delfín Calzada, tomó la iniciativa. En un casi absoluto secreto, él preparó toda la escenificación. Habló con la Real Sociedad y también con el árbitro, Gil Manzano. La televisión no tendría un partido de fútbol de noventa minutos, pero sí la expectación de ver qué iba a pasar. En los instantes previos al choque, llegaban noticias de que Ángel Lavín se encontraba en una notaría de la ciudad. ¿Iba a dimitir? Daba igual lo que fuese a hacer. Ya era tarde. Se acabó.
Entre gritos de 'No se juega' en un estadio con unos pocos miles de espectadores y el palco vacío, el resto de la historia ya deberían conocerla. El Racing hizo lo que debía hacer. Por dignidad. Y todavía, por los pasillos de los Campos de Sport, Luis Rubiales se mostraba exultante, guiñaba ojos y levantaba el pulgar como si él hubiese tenido algo -positivo- que ver.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.