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Marco Camus corre junto a Kortazar en la primera mitad. daniel pedriza
Sangre, sudor y una asistencia
LA CONTRACRÓNICA

Sangre, sudor y una asistencia

Camus ·

Después de esperar hasta diez partidos, el canterano tenía claro que era su oportunidad

Sábado, 13 de noviembre 2021, 16:48

Comenzó el partido Marco Camus que en apenas diez minutos ya había sido protagonista de dos amarillas: la primera para Kortázar, que le frenó con contundencia, y la segunda para él mismo, por atropellar a Prados, su ocasional pareja de baile. Que era su oportunidad parecía tenerlo claro el canterano, después de esperar hasta diez partidos, diez, para recuperar una titularidad de la que sólo había disfrutado en el debut liguero. Después, los minutos llegarían con cuentagotas. Por la izquierda o por la derecha, pero siempre con la misma entrega.

Una entrega que le convertiría en una pesadilla para los defensas rivales, que vieron venirse abajo todo su esfuerzo cuando, en el diecisiete, Tienza se inventó un centro estratosférico que permitió a Camus explotar una endiablada velocidad punta, y su capacidad de levantar la cabeza. Manu Justo, en el segundo palo, sólo tendría que empujar un pase milimétrico. Medio gol.

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A partir de ahí, Camus pareció multiplicarse, en un esfuerzo costa a costa que sobre todo agradecería Unai Medina. La sociedad entre ambos funcionaría tanto en defensa como en ataque. Camus lo mismo protegía un balón hasta que saliera por línea de fondo, que llegaba en el momento justo para impedir un remate del ariete rival en el punto de penalti, frenaba un contragolpe o entraba al cruce en el área propia, como los laterales clásicos.

Su entrega, incluso, rozaría la épica, cuando tras un encontronazo una hemorragia nasal tiñó de sangre su camiseta. Pero ni eso iba a torcer la noche del extremo: cambio de casaca, una gasa muy aparatosa colgando de la nariz, y a seguir corriendo. A lo suyo, a ese arriba y abajo, adelante y atrás, con el que ya en la segunda parte llegó a desquiciar a Kortazar, que se libró de la amarilla tras una dura entrada. Sí la vio, Tienza, por protestar la acción. «A Camus, ni me lo toquen», debió decir.

Como despedida, un regalito de San Bartolomé, zancadilla por detrás y prisas para levantarle. Se revolvió, con carácter, pero ya todo eran aplausos. Para él, y para su sustituto, Soko. Una ovación que premiaba un gran encuentro, al que sólo le faltó el gol. Y lo tuvo, en el 52, cuando le cayó en un balón perdido en el área, casi en línea de fondo, y buscó ángulo recortando hacia adentro. No pudo ser. Pero seguro que ya lo tiene anotado en las cuentas pendientes.

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