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Es algo que suele suceder en estos casos. Cuando se pide una cabeza en el palco, a la grada le dan otra testa para que se entretenga. Un gato por liebre que no siempre sale bien. Habrá que esperar. El caso es que el director ... deportivo del Racing despidió ayer al hombre en quien confió en el verano de 2018 para devolver al club cántabro al fútbol profesional. Un «bien, con ganas de empezar» fueron sus primeras palabras al llegar a los Campos de Sport entonces y «estoy fuerte y con ganas» fueron parte de su última respuesta en rueda de prensa como técnico verdiblanco. El fútbol tiene estas cosas. El gran ídolo del racinguismo en el último año y medio, el técnico que lideró el ascenso hace apenas cinco meses, ayer se convirtió en el daño colateral de la precaria situación racinguista. Quizá no sea el máximo culpable de la situación del equipo pero, como entrenador, también tiene su cuota de responsabilidad y ha tenido sus propios pecados.
Mala dinámica
En cualquier otro lugar del mundo, en cualquier equipo de fútbol de la historia, un entrenador con semejantes números habría sido despedido de forma fulminante semanas antes. Un sólo triunfo en quince partidos. Eso sí, con el consuelo de nueve empates y apenas cinco derrotas -las mismas que el segundo clasificado, el Huesca-. Su equipo compite, pero no lo suficiente y el Racing no está en condiciones de volver a caer a Segunda División B. Por eso lleva semanas en posiciones de descenso. Es cierto que la consecución del ascenso hizo borrón y cuenta nueva. Le dio sentido a todo lo demás. Pero también es real que el entrenador y su Racing sólo han ganado un partido -4-0, frente al Mirandés- en los últimos 25 choques oficiales disputados. Hasta esa victoria contra el conjunto burgalés, completó, con quince encuentros sin éxito, la segunda peor racha de la historia verdiblanca, sólo por detrás de la desastrosa dinámica coincidente con el último descenso de Primera y el inicio de la siguiente campaña en Segunda. Sin embargo, ese regreso al fútbol profesional le ha brindado una paciencia entre la afición que ni siquiera se ha agotado antes de su destitución.
En formación
Entrenador en formación, ha pagado la novatada en su aterrizaje en el fútbol profesional. La experiencia es un grado y la falta de ésta, un lastre. Cimentando su estilo en la figura del portero, Luca Zidane, fichaje expreso del propio entrenador, intentó inculcar un juego de toque que se volvió en su contra a las primeras de cambio. Quiso jugar a algo para lo que su plantilla no estaba capacitada. Sólo su portero. Ahí empezaron los primeros bandazos para tratar de sacar provecho a una plantilla ya de por sí limitada. Así, surgieron la obcecación por jugar con el guardameta en momentos complicados -que le costó caro por ejemplo ante el Almería- o la osadía de no conformarse con un empate, que le llevó a, finalmente, marcharse para casa con el zurrón vacío -véase el partido contra el Cádiz-. Ahí empezaron los cambios a la desesperada. El aporrear el teclado en busca de la pulsación correcta. Hoy directo, mañana al toque, pasado a saber qué. Y el equipo, ya de por sí limitado, se quedó sin una personalidad definida. La situación se fue complicando poco a poco y, al final, cuando el puesto de Iván Ania ya empezaba a peligrar, el entrenador asturiano optó por jugar con los que él consideraba mejores. Por la continuidad. Por morir con su idea.
Desacierto
Iván Ania tiene responsabilidad en la confección de la plantilla. O, al menos, eso dijo en su rueda de prensa de despedida, que todas las decisiones eran consensuadas con el director deportivo. Aunque salvo en casos puntuales, como el de Luca Zidane -con éxito, por cierto, dado el buen rendimiento del portero-, la mayor parte de las contrataciones parecen ser ejecución única y exclusiva de Chuti Molina. Sin embargo, el entrenador asturiano, que estuvo elegante ante los micrófonos, quiso repartir culpas entre todos los implicados. Por eso, habrá que incluir entre sus pecados los patentes errores cometidos en la planificación de la temporada. Una plantilla a la que, además, no ha sabido sacar provecho en estos quince partidos.
Psicología
Desde dentro del vestuario, quizá por su inexperiencia aún en banquillos de este calado, hay quien ha llegado a reconocer en privado que a Iván Ania le falta todavía algo de psicología. A nivel grupal y también individual. A veces peca de exceso de vehemencia. Y eso le ha llevado a gestionar mal algunos asuntos y momentos, como la salida de Rafa de Vicente. El supuesto dron, las palabras incompletas del malagueño en su improvisada rueda de prensa de despedida y el silencio absoluto desde el club deben esconder algo escabroso y los rumores que circulan por la ciudad son unos cuantos. El caso es que todo el asunto supuso la salida poco elegante y de razones muy difusas de un jugador con cierto carisma en el vestuario racinguista. Sea lo que sea lo que haya pasado, haber esgrimido simples razones deportivas habría ahorrado dimes y diretes. Además, aunque lo cierto es que el equipo siempre se ha mostrado intenso y nunca ha bajado los brazos, ha habido algunos casos que pueden haber trastocado la armonía del vestuario o de algunos futbolistas en particular. La caída en el ostracismo -no ha jugado ni un solo minuto- de un jugador anteriormente importante como Óscar Gil mientras la defensa no da un buen nivel -por probar, quizá no habría pasado nada- o la salida del once de uno de los valores potenciales del club como Sergio Ruiz también necesitan alguna explicación por parte de los responsables deportivos.
El jefe
Es cierto que ese «si esto sale mal, esta ronda la pago yo» de Chuti Molina es la muestra de que la figura del director deportivo ha tenido casi siempre más protagonismo que la del entrenador en este Racing y eso quizá le haya servido a Iván Ania para no salir mal parado con respecto a la afición pese a la mala situación deportiva. Pero el asturiano, un tipo con carácter, ha tenido que amainar esa fuerte personalidad para poder trabajar a la sombra del manchego, un secretario técnico muy intervencionista en todas las facetas del club. Al final, fue Molina el que le trajo a Santander procedente del modesto Villanovense y quien le permitió formar parte de un proyecto tan ambicioso como el del Racing en Segunda División B y, de paso, lograr su entrada de lleno en el fútbol profesional a posteriori. Pero la relación entre ambos se fue deteriorando tras el ascenso y con ello se fue minando la confianza del jefe en el técnico. Algo que ha terminado con la destitución, ayer, de Iván Ania como entrenador del Racing. Ahora tendrá que esperar para reanudar una carrera que iba claramente en línea ascendente. Una destitución siempre es un paso atrás en el caché de un entrenador.
Durante los partidos
En estos últimos meses, con el Racing ya en Segunda División, Ania ha pecado, entre otras cosas, de tardar demasiado en hacer los cambios durante los partidos. Quizá también por lo limitado de la plantilla. El caso es que sus modificaciones no han tenido demasiado éxito. Sólo hay que ver que el equipo cántabro, en quince jornadas, se ha adelantado hasta siete veces a sus rivales y tan solo ha ganado un encuentro. Algo sucede. Ya sea con las sustituciones individuales o con las modificaciones de sistema. Ha habido veces que ha tenido más suerte, como en Tenerife, donde tras caer por 2-0 o 3-1, arañó un empate; o la salida a la desesperada de Nuha el pasado domingo que permitió recuperar un punto para minimizar los daños. Pero han sido fortunas aisladas. La mayoría de las veces, no surtieron efecto.
Mala fortuna
Seguramente, no será buena idea para Iván Ania comprar lotería de Navidad este año. Su equipo, más allá de las malas actuaciones, ha sido también un cúmulo de castastróficas desdichas. Errores puntuales, balones a los palos, decisiones arbitrales, lesiones inoportunas, ene goles más allá del minuto 90... Evidentemente, en eso tampoco puede hacer mucho el técnico, que ha visto como se le escaban puntos que, poco a poco, han ido desangrando su puesto como entrenador del Racing. Por no tener, no ha tenido ni suerte. Ya no tanto que la ha tenido mala, sino que ni siquiera habido un día que haya ganado de churro, por equivocación. Vamos, que el asturiano y su equipo han sido la muestra perfecta de ese refrán tan manido de 'a perro flaco todo son pulgas'. Eso, unido a la falta de capacidad, ha completado un cóctel fatal para el Racing.
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