Este Racing funciona a chispazos

Al rutinario entrenador racinguista le dio un pequeño ataque de entrenador. Porque la salida de Álvaro Mantilla del once en favor de Bobadilla podía entrar dentro de los matices de cada semana o como una rotación en un mes de carga intensa. Sin embargo, el hecho de cargarse a Lucas Díaz en la portería responde a otro tipo de argumentos que van más allá de lo físico. Quizá el pagano del mal rendimiento defensivo verdiblanco, aunque realmente el gallego no haya tenido gran cosa que reprocharle. Al menos, no más que quienes le escoltan en la zaga.

Los cinco primeros minutos del choque dieron qué pensar. Porque con el Calahorra dominando y el Racing encerrado en su campo, el cuadro cántabro da la sensación de que, al contrario de la mayoría de cosas en la vida, con el paso del tiempo involuciona. Sólo un mal pase atrás del cuadro riojano, que dejó solo a Álvaro Bustos, permitió a los locales salir del agujero. El saque de esquina forzado por Pablo Torre se cerró mucho y le creó problemas al meta Iricibar.

Lánguido. Quizá sea el mejor adjetivo para definir el juego racinguista. «Que carece de fuerza, vigor o lozanía. Que está abatido o falto de ánimo o alegría», según la Real Academia de la Lengua. Salvo la segunda parte frente al Talavera, un rato del primer tiempo de Vigo y alguna acción puntual, aburre a los camellos y tampoco da imagen de autoridad. Y este sábado, con el Calahorra asfixiando el centro del campo verdiblanco, aún más tristón. Pablo Torre, a quien la zaga visitante ya le había tomado la matrícula, presionaba la salida de balón calagurritana hasta que se dio cuenta de que nadie de sus compañeros le secundaba. Arqueó los brazos y se rindió. Minuto 21. Un tiro de Soko, raso y con la izquierda, que atrapó fácil Iricibar, fue lo más parecido a una ocasión. Uy. De todas formas, hacía tiempo que la grada de los Campos de Sport cogía aire y ponía morritos para silbar en cuanto fuese menester. Estaba al caer si no lo solucionaba alguien. A punto estuvo de desatar la música de viento Cristian, en un remate de cabeza, después de que Medina se cayese dentro del área. El intento, flojo, lo agarró Parera.

El zaguero cayó lesionado, aunque, cuando Jorrín ya estaba preparado para salir, un centro del propio lateral vasco le cayó en el pie a Cedric dentro del área. El nigeriano, pese a la insistencia, no pudo quitarse de encima a los rivales, que desbarataron la oportunidad. Precisamente un error de un Jorrín nervioso como ante el Arenas despertó los primeros tímidos pitos de la platea. El chaval fue el desencadenante, pero el destinatario y el provocador, el equipo entero.

La fortuna que tiene el Racing es que, aún haciendo llorar a las cebollas, es capaz de sacar petróleo de la nada. Una falta lateral botada por Pablo Torre la prolongó Soko en el área con el pecho, pero la pelota se estrelló contra el poste con Iricibar ya vacío. La buena, la mejor ocasión de gol racinguista de la primera parte, no evitó que ya una parte importante del públicó despidiese al equipo, camino del vestuario, con silbidos.

Tras la reanudación, el Calahorra, ya con medio depósito de gasolina, cómodo sobre el terreno de juego, sabedor de las necesidades del de enfrente y con un puntuco bien rico que apenas veía peligrar, dio un paso hacia atrás. Pero el Racing depende de sus jugones y los Soko, Cedric, Álvaro Bustos y Pablo Torre necesitan un espacio que en El Sardinero, era como buscar por la zona un solar para construir: escaso y carísimo.

Es difícil encontrar material con el que contar este segundo tiempo. El Racing era incapaz, pese a que el Calahorra empezaba a entrar ya en reserva. Hasta el minuto 70, Fernández Romo no se animó a hacer algún cambio en busca de algo diferente. Y fue para quitar a Álvaro Bustos, en lugar de Manu Justo, aunque Marco Camus calentaba desde el minuto 46 en la banda. Sólo la genialidad despertó del sopor a la parroquia racinguista. Todos tenemos un colega que le dio por estudiar para electricista. Y de mote le cayó 'el chispas'. A Pablo Torre le van a cambiar la camiseta verdiblanca por el buzo azul de Tomás, el de mantenimiento. El desmarque de Borja Domínguez fue fantástico. Pablo Torre levantó la vista y vio la carrera del gallego. Se la puso medida, por encima de la defensa, y el centrocampista la devolvió al corazón del área, donde Cedric estaba solo para remachar. Cogieron dos cables pelados, hicieron un puente y arrancaron al fin la máquina. Para el mercado invernal habrá que fichar al rubio y al coletas de Bricomanía.

Con el marcador en ventaja y el cuadro calagurritano ya dejándose llevar, el míster madrileño decidió retirar a Pablo Torre y a Íñigo. Quizá pensando también en que el próximo miércoles hay compromiso de Copa Federación. Dos sustituciones que, esta vez sí, fueron reprochadas con intensidad desde la grada en forma de pitos. Lo peor no fueron los cambios, si no el paso atrás de siempre. Un movimiento que le dio vida a los riojanos. Imanol Barace se plantó en la frontal y su tiro, venenoso, se marchó cerca del poste tras golpear en la pierna de Satrústegui.

Aún así, pese a la pereza racinguista, la mayor fuerza física verdiblanca le permitió a los locales llegar con pasmosa facilidad a la meta de Iricibar. Una combinación entre Cedric y Manu Justo dejó a este en el mano a mano con el arquero, pero estrelló la pelota contra el muñeco cuando tenía todo a favor. En el otro área, Parera tuvo que lanzarse para detener un tiro de David Grande con el Calahorra apretando a los cántabros.

El choque terminó, con esa sensación de que lo visto no le había gustado prácticamente a nadie –quizá sí al entrenador–, pero que la victoria aplacaba las intenciones de protestar. Mientras ganen, paciencia, debieron pensar en la grada. Pero así, caminando sobre el alambre, tiene pinta de que algún día llegará la caída y, probablemente, será dolorosa. Por eso será mejor que el equipo espabile y deje de depender de los chispazos.