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Qué bello deporte el de la lucha libre, el vale tudo o como se llame eso que vino a practicar en El Sardinero un Tenerife al que no se puede acusar de defensivo, porque todos sus argumentos eran ofensivos: repartieron más que las furgonetas de ... Amazon en la previa del Día del Padre. Ofensivo resultó además, para el fútbol como concepto, que consiguieran irse al descanso con ventaja, cuando su mejor jugada había sido noquear a Germán de un cabezazo. O la escasa deportividad para aceptar los goles en contra, negándose a sacar de centro y dejando con el mayor descaro que el reloj corriese.
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Sergio Herrero
Aser Falagán
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Pero luego tampoco tenían muchos reparos en recurrir al victimismo: que si me han pegado en un córner, que si al dar un pase de gol en mis narices me han saltado la espinillera… Tremendo ver al gigantón Gallego quejarse de los viajes que le metía Peque. Los pájaros disparando a las escopetas, vamos.
Con semejante panorama, lo que le pedía el cuerpo al racinguismo era un once vigoroso, pero el míster volvió a sorprender: Topuria no estaba convocado. Hasta Aldasoro lijó banquillo porque José Alberto, en lugar de músculo, apostó por un estilista para dirigir la sala de máquinas, y Morante le devolvió el favor con un gol que puso patas arriba el estadio.
En todo caso, ayer el equipo estaba dispuesto a sobreponerse a cualquier adversidad, y además de un arbitraje demasiado permisivo con un rival tan marrullero, consiguió igualar dos veces un marcador adverso, sin atisbo de venirse abajo ni variar un ápice su juego. En lugar de entrar en el juego del rival y perderse en una batalla estéril de codazos y provocaciones, serían los artistas quienes resolvieran el partido. Y es que cuando Peque e Íñigo Vicente conectan, no hay defensa que se resista.
Sangalli fue uno de los hombres del partido. El vasco se mostró «contento por la aportación al equipo y sobre todo por la victoria». «La necesitábamos para seguir enganchados a los puestos de arriba. Sabíamos que era un día importante», dijo el futbolista verdiblanco, quién valoró que «el partido se ha puesto cuesta arriba, pero el equipo ha sabido reponerse». «La locura de meter tres goles en veinte minutos ha sido bonita», destacó el autor del segundo tanto racinguista. «Ya no sé cuántos goles llevamos a favor, pero es una cifra impresionante», exclamó. Eso sí, puso también la nota de experiencia:«Si el equipo quiere aspirar a estar arriba, tenemos que ser más contudentes a la hora de gestionar resultados más cortos».
Y, por si fuera poco, a Sangalli le salió su mejor partido desde que aterrizara en el Racing. Qué mejor manera de redimirse tras el partido en A Malata que marcando el gol de la remontada y poniendo a cantar a todo el estadio, que más bien parecía una plaza de toros con tantos olés. Una alegría doble, al tratarse de uno de esos jugadores cuyo santo y seña es la entrega, que será muy necesaria, pero brilla mucho menos, y por tanto no suele agradecerse de igual manera.
Aún así, algo tiene que deberle el Racing al colegio de árbitros, porque no es normal que atizar a Arana salga siempre gratis, como si estuviera de oferta. Dos por uno, incluso: dale dos veces, que la tarjeta será para el delantero verdiblanco. Cierto que el ariete tiene cierta tendencia al drama y es de protesta fácil, pero la solución no puede ser no pitarle ninguna, por sistema. Menos mal que el nueve es un buenazo, y se marchó del campo dándole la mano al colegiado. Eso sí, a saber qué le dijo por lo bajinis, claro.
También el joven Mario García debía estar incluido en la promoción, porque Mellot le dio más que a una estera, mientras el árbitro miraba hacia otro lado. Claro que lo de Mario se entiende, porque es que no había forma humana de pararlo: el chaval cuajó un partido de escándalo, especialmente en ataque. Menudo desparpajo. Ni teniendo por delante a un malabarista como Íñigo se cortó un pelo el muchacho, que se marcó un par de slaloms en cada parte, regateando hasta a su sombra. Esperemos que, ahora que ya ha demostrado que da la talla, y más, para la categoría, no entre en esas misteriosas rotaciones con las que de vez en cuando nos desespera José Alberto, que a saber con qué algoritmos las calcula.
En cualquier caso, al final nos fuimos para casa con el «A Primera, a Primera» resonando en los oídos. Que igual son cantos de sirena, quién sabe, pero… qué bien cantan las condenadas, ¿no?
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