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Unai Medina, tendido en el suelo mientras Cedric le ayuda a estirar sus gemelos durante el tramo final del partido de ayer en los Campos de Sport ante el Villarreal B.

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Unai Medina, tendido en el suelo mientras Cedric le ayuda a estirar sus gemelos durante el tramo final del partido de ayer en los Campos de Sport ante el Villarreal B. Roberto Ruiz
LA CONTRACRÓNICA

Las ventanas derrotan al Racing

La lesión de Unai Medina cuando Romo ya no podía efectuar cambios condicionó el desenlace del encuentro

Lunes, 15 de agosto 2022, 12:11

En el fútbol la fortuna puede resultar determinante, pero mucho más importante suele ser aplicar el sentido común. Y hasta la lógica más elemental. Un simple cálculo de fortalezas y debilidades, de identificar el punto flaco del rival... Y aprovecharlo.

Y es que ayer, cuando el partido parecía languidecer y el cronómetro estaba cantando ya el final del tiempo reglamentario, un solo detalle vino a decidir el resultado y a marcar todo el encuentro: la lesión de Unai Medina, en el momento más inoportuno. Un problema muscular, aparentemente; lo habitual en las primeras jornadas de todas las competiciones del mundo. Duró apenas un instante, pero toda la grada pudo presentir lo que iba a ocurrir cuando el lateral se quedó varado en campo contrario. Al levantarse, no solo renqueaba, sino que sus gestos resultaban de lo más comprensibles: no podía seguir. Imposible.

Los primeros segundos fueron de estupefacción: ¿qué sucede? ¿Es que Romo no lo ha visto? ¿Por qué no le cambia?, se preguntaban muchos racinguistas, comiéndose las uñas. Mientras, Unai cojeaba, corría arrastrando la pierna como si fuera de palo y hasta hacía un esfuerzo por recuperar la posición. Cuando sus compañeros le enviaron un balón y él intentó combinar, el runrún se hizo griterío.

Por la cuenta de la vieja, al Racing debería quedarle aún algún cambio, porque solo iban cuatro: Arturo, Íñigo Vicente, Matheus y Juergen. ¿Qué ocurría? Porque, entre tanto, Romo ni se movía, como si estuviera atrapado en su corralito. En uno llamado 'ventanas de cambio', que son tan solo tres por partido. La procesión, por tanto, debía de ir por dentro, para explotar luego en la sala de prensa: que si les había preguntado antes, en la pausa de hidratación, y estaban bien. Y que Arturo llegó lesionado al descanso, pero el futbolista y los doctores dijeron que podía jugar. Dos minutos después de la reanudación, sustitución y ventana rota. Que si por eso no se había guardado ningún cambio... En fin, ¿qué decir?

La cuestión es que, lo mismo que todo el racinguismo intuyó que la banda derecha podía quedar desguarnecida, también lo vio claramente el rival. Y supo leerlo a la perfección: ¿por dónde vas a atacar, si el rival tiene un agujero en su defensa? Lógica pura, que acabó convertida en el cero a uno que rompió el partido y nos regaló una imagen para la historia racinguista: al lateral derecho cojeando sobre el campo, a cuarenta metros de su portería, mientras los pipiolos del Villarreal B se colaban hasta la cocina por su banda y aguaban el estreno liguero al Racing.

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Todo lo que vendría después ya no tendría demasiada importancia: nos habían derrotado las ventanas. En este deporte no se puede hablar de justicia o injusticia, porque en realidad lo único que cuenta es que el balón entre o no, pero sí que puede resultar en ocasiones tremendamente cruel. Sobre todo, porque Medina había cuajado un regreso más que aceptable a la categoría de plata.

En defensa, Unai se había mostrado seguro y solvente, rápido al cruce y casi infranqueable para su par, pero además se había permitido algunas alegrías ofensivas, doblando a Arturo media docena de veces y mostrando un ímpetu envidiable; tanto, que en su mejor internada, una diagonal desde treinta metros, a punto estuvo de cortar la defensa rival como un cuchillo.

Sesenta minutos más tarde, esta vez con Dani Fernández de compinche, todavía le quedaban fuerzas para hacer de carrilero. O eso parecía, hasta que una sobrecarga le paró en seco.

Cuesta comprender, aun así, por qué el equipo no se reorganizó sobre la marcha para solventar la incidencia; por qué no se puso en marcha el sistema de ayudas y coberturas que seguramente llevan entrenando hasta la saciedad en los últimos meses. Y la sorpresa sería mayor porque por delante Unai no tenía a un extremo, sino que Romo jugaba desde hacía unos minutos con laterales doblados. El fútbol, claro, es para listos. El Villarreal B supo leer esa defensa y encontrar la errata, el desajuste. Y dejarnos claro que, este año, sin Unai no hay paraíso.

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