«Mi vida es un milagro»
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Su fichaje por el Racing fue una sorpresa. Para él también. «Quiero adaptarme muy rápido y dar lo mejor de mí para ascender». Es Patrick SokoSecciones
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Su fichaje por el Racing fue una sorpresa. Para él también. «Quiero adaptarme muy rápido y dar lo mejor de mí para ascender». Es Patrick SokoEn Douala (Camerún ) todos los niños quieren ser futbolistas. Pero igual que su infancia corre detrás del balón, también lo hacen sus ganas de salir y jugar en Europa. A Patrick Soko Sergi (Douala, 1997) le faltaba tiempo para salir al patio del colegio a pegarle patadas a la pelota y eso que a su padre no le gustaba ese «sueño de ser futbolista».
Su madre le tapaba cuando llegaba un papel de los profesores a casa preguntando por qué no había acudido a la escuela. «Mi papá tuvo una mala experiencia y no quería. En Camerún el fútbol es muy difícil», explica el ahora futbolista del Racing para quien su vida es «un milagro». Y tanto. Desde los once a los 17 años, Soko jugó en el equipo de uno de los barrios de la ciudad de donde salieron Samuel Etoo y otros tantos.
Un buen día sonó su teléfono: «¿Patrick, te quieres venir a la República Dominicana?» Después de unos segundos de silencio. «Pero, ¿dónde está eso?». Soko nunca había oído hablar de ese país. No sabía situarlo en el mapa. Sin embargo dijo que sí. «Ni me lo pensé». Agarró el avión y a Etiopía, Brasil, Panamá, Santo Domingo y luego... Otras cuatro horas por carretera hasta Santiago. «Tardé dos días en llegar», recuerda. Allí le esperaba su amigo, un antiguo compañero del colegio que abandonó Camerún y que dio su nombre y la cara por él en la República Dominicana. «No me conocían de nada. No habían visto ni un vídeo. Creo que sólo vieron mi foto del pasaporte. Me pagaron el avión y para allá». Se canceló dos veces el avión. «La primera vez debía volar por París y hubo un atentado. La segunda iba por Marruecos y un acuerdo aéreo me lo impedía, así que tuve que hacer una ruta eterna», bromea entre risas.
En la isla caribeña, Soko no dormía porque «quería aprender el castellano». Investigaba en internet, preguntaba,... «Los cinco primeros meses no entendía nada de nada». Pero su fútbol cautivaba a los dominicanos. «Era una liga nueva, de once equipos. Salimos subcampeones primero y luego campeones de Liga y de la Concacaf del Caribe». «Todo iba muy rápido... Y mi tutor me dijo: Patrick, hay un equipo de México que te quiere, el Atlas de Guadalajara». Nunca había escuchado el nombre del Atlas, pero «al menos sí sabía dónde estaba México y me fui una semana a hacer las pruebas». El domingo estaba de vuelta a por sus cosas y a despedirse de sus amigos en la isla. Su vida siguió corriendo detrás del balón del mismo modo que lo hacía en las calles de Douala donde las noches se juntaban con los días en pantalón corto.
«Estuve en el Atlas un año y medio y luego me fui al Atlante de Cancún y después al Minero de Zacatecas, mi último equipo», indica el joven jugador. Tres años de fútbol mexicano más un par de ellos descubriendo el dominicano, mientras en Camerún se le echaba de menos. «Hablamos mucho. Nosotros en nuestra casa vivimos todos juntos; papas, tíos, primos, hermanos... Somos humildes y nos ayudamos entre todos así que andaban pendientes». Y entonces, su vida volvió a darse la vuelta. Su tutor, con quien compartía todo, su único equipaje de mano, le llamó. Estaba en Barcelona y Soko en México. «Oye, que hay un equipo, el Racing, que se ha interesado, ¿qué hago?». Sus ojos se iluminan. Se retira la mascarilla y su cara de felicidad lo dice todo. No hace falta acercarse para entender lo qué quiere decir. «No hizo falta más. Adelante. Hágalo», sentencia. Y comenzó su búsqueda en la red «para saber cómo era la ciudad, cómo era todo lo que había por aquí. Del equipo no me hizo falta que nadie me dijera nada. Nosotros en Camerún seguíamos la Liga española y yo veía al Racing», prosigue Soko, que con gesto de admiración vuelve a repetir una frase que conmueve. «Y aquí estoy. Con una vida como de milagro. No me esperaba salir de mi país de esta manera. Estoy agradecido a mi amigo y a Dios». Valiente y atrevido, insiste que «no fue fácil». En Camerún la mayoría de edad se consigue con 21 años «y con 17 eres un niño y salir solo era algo complicado de entender en casa».
Si le costó llegar a la República Dominicana al Racing no fue sencillo. «Un mes esperando los papeles, Pensé que no llegaría nunca. Me puse nervioso», confiesa. Pero ahora todo eso ya «no cuenta. Miro hacia delante y mis compañeros me dicen lo que tengo que hacer, el míster está pendiente así qué más puedo pedir». Soko sabe que ha sido «el último en llegar y quiero recuperarme». Vive un sueño donde todo es nuevo. «El fútbol es muy diferente al de Dominicana. Allí el deporte rey es el 'baseball'. En México es otra cosa; mucha técnica pero he llegado aquí y la intensidad me ha dejado admirado». Desde el primer día «no te dejan pensar con el balón. Te lo quieren quitar», añade ojiplático. «Me volví loco los primeros días. Quería caminar con el balón, pero no tenía tiempo...». Sonríe.
Agradece el trato de Javi Rozada, que «se nota que quiere sacar lo mejor de mí». Dado su poder camaleónico no le asusta «adaptarse rápido. Ahorita estoy bien y con ganas», explica con un acento méxicano que choca con el color de su pie. «Tengo que prepararme al 100% porque seguro que en Camerún seguirán por Footers el partido», asegura. Se siente a gusto en las bandas. «Mi fortaleza es encarar, el uno contra uno...». A Soko lo que le entusiasma es «la intensidad y las ganas de ascender que veo en el grupo».
Se levanta y se va. Abajo, en la puerta de La Albericia, le espera Esteban Torre, su chófer particular, que aprovecha el viaje y al ir a buscar a Pablo -su hijo- se lleva a Soko. Se aloja en Soto de la Marina, es vecino del ilustre racinguista, y a buen seguro que en los viajes de ida y vuelta se llevará buenos consejos. Está encantado con todo menos «con el frío que hace por aquí. En el Caribe hacía muy bueno». Se acostumbrará.
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Sergio Herrero
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