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Javier Bragado
Sábado, 7 de mayo 2016, 00:28
Reconoció Andy Murray que salió a la final del torneo de Madrid de 2015 con nervios. Entonces Rafael Nadal le imponía porque era el rey de la tierra batida y su reputación ganaba puntos. Pero el británico ganó por primera vez en la arcilla al ... español y entonces su confianza cambió. Un año después, esta vez en semifinales, el escocés se enfrentó a un Nadal nuevo, un tenista extrañamente agarrado a su servicio y por momentos falto de concentración que sucumbió por 5-7 y 4-6 en dos horas y 11 minutos.
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El duelo de las semifinales de Madrid orbitó de manera permanente en torno al saque de Murray, porque cuando funcionó resultó irresistible y cuando falló dio alas a Nadal. El balear sumaba una racha de trece victorias consecutivas, incluido un triunfo en las semifinales de Montecarlo -territorio Nadal- sobre el escocés en tres sets (2-6, 6-4 y 6-2). Pero en la capital española quien mandó fue el británico, el hombre que se jugaba mantenerse en la segunda posición del ranking. Envió Murray pelotas profundas, repartió dejadas con acierto y superó la presión ambiental de un público entregado al tenista local. El defensor del título enseñó que ha aprendido a aguantar peloteos largos en la pista de arcilla y provocó inesperados errores no forzados en su oponente, aunque el de Dumblane también flojeó y ofreció momentos de desconcentración por su visible fatiga. Incluso el español se permitió jugar a la derecha de su adversario sin miedo a golpes duros, pero terminó por perder el primer set.
En la segunda manga volvió a ofrecer un irregular servicio el británico. Sumó ocho saques directos pero también muchos segundos servicios (sólo metió en cancha un 54% de primeros), lo que le empujó a defender hasta once bolas de rotura en el partido que fueron tortura para ambos. Al contrario que en una primera semana en que se agarró a cada inicio de juego como principal arma, debió recurrir a paralelos y juego profundo que contrariaron al manacorense por la enorme cantidad de líneas rozadas con sus golpes. Nadal dio un paso atrás para recibir, como contra Querrey dos partidos antes, pero no llegó a convencerse. Paradójicamente fue el español quien mejor ejecutó su saque, una suerte que le fortaleció durante la semana en Madrid, aunque Murray aprovechó mejor las escasas bolas de rotura que aparecieron y clavó más puntas en el ataúd del cabeza de serie número 5 del torneo. «Manejar el inicio del segundo set fue muy importante. Es un gran desafío jugar en España y en tierra contra Rafa», remarcó Murray tras el partido.
Sólo con el agua al cuello apareció el viejo Nadal, el irreductible. El juego del balear se había ensombrecido como el tiempo y con una bola de partido en contra resucitó. Se revolvió, sacudió su mente y atascó a Murray por un instante. El español aprovechó su duodécima bola de rotura -novena en la segunda manga- y apretó a su adversario cuando todo parecía entregado (4-5). Fue un espejismo porque de inmediato regresó el nuevo Nadal, el que frecuenta los golpes menos limpios y los errores no forzados desde el fondo de la pista (hasta 30 del español y 35 del británico en el choque). El número 5 del mundo ha mejorado con su saque pero en Madrid perdió fuelle en los intercambios largos. «Me ha faltado apretar con el drive. Por momentos he jugado más corto. Los partidos con los mejores se deciden por pocas bolas. He jugado a un nivel medio y sin hacer un partido muy, muy bueno, he estado cerca de ganar al segundo del mundo», analizó el español. «He peleado mucho hasta el final, he sabido buscar soluciones. El primero mereció ganarlo él y en el segundo fui un poco desafortunado. La sensación es buena», finalizó el balear, ganador en los dos torneos anteriores (Montecarlo y Barcelona) y con un cuadro complicado para el próximo (Roma).
Venció Murray por segunda vez a Nadal en la arcilla, por segunda vez en Madrid. Por mayor fiabilidad en un día con numerosos altibajos. Por valentía y personalidad con el público en contra y por haber desterrado los nervios ante el rey de la tierra batida, ese tenista que firma el récord de victorias en la tierra batida durante la era open. «He tratado de pasar más tiempo jugando en arcilla últimamente», reconoció el escocés dos veces semifinalista en Roland Garros sobre una mejora que también aplicó con entrenamientos con Nadal en Mallorca, días antes de eliminarle en torneo de la capital de España. Ese Murray del presente es el que pudo derrotar al nuevo Nadal.
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