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Florian Trittel y Diego Botín celebran que son campeones olímpicos tras la medal race. EFE
¡Botín y Trittel, oro!
JJOO París | Vela

¡Botín y Trittel, oro!

El cántabro y el catalán ganan para España la primera y muy esperada medalla de oro en los Juegos de París

Viernes, 2 de agosto 2024

«No le pierdas nunca de vista».

Uno de los técnicos de la Española de Vela pronunciaba esa frase con voz tranquila. Sus ojos, azules como si el mar se hubiese metido en ellos, se posaban sobre un mozalbete llamado Diego Botín. Apenas tenía 20 años y era uno de los cántabros que se habían fogueado en el Mundial de Vela de Santander 2014. Ahí estaba Diego con Pablo Turrado, Víctor Payá con Álvaro del Arco, Víctor Gorostegui... Chavales más o menos de la misma edad que velaron armas en un Mundial en casa sin más objetivo que adquirir experiencia en un campeonato de tales dimensiones.

La pregunta a esa afirmación era evidente. «¿Por qué?».

«Porque va a ser muy bueno», respondió el dueño de esa voz calmada y llena de sabiduría en vela. «Es inteligente. Aprende muy rápido. Y no tiene la soberbia de otros».

Diez años después, la impresión es que aquellos ojos azules tenían el poder de ver el futuro. A buen seguro que intuían la escena que se ha vivido en Marsella. Diego Botín con un oro olímpico en el cuello. Junto al catalán Florian Trittel, el santanderino derribó las puertas del olimpo del deporte. Porque salvo en sus tres títulos como campeón de Europa de la clase, en los Mundiales –tanto de la clase en sí como en los de clases olímpicas– había sido bien plata, bronce... Nunca un '1'. Hasta ayer. Diego Botín y Florian Trittel, campeones olímpicos. El título que lo eclipsa todo. El que les acompañará para siempre, incluso cuando ya no sean regatistas. Diego y Florian se colgaron el oro a lo grande. En plan campeón. Si en la medal race necesitaban ser terceros para no preocuparse de nada ni nadie, la ganaron. Y con holgura. Un título mucho más que merecido a una semana de muchísimo trabajo y, sobre todo, a una trayectoria en la vela ligera.

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Tras las dos suspensiones de la medal race del jueves, todos los aficionados al mundo de la vela, y como estamos en días olímpicos también los que se interesan por este tipo de deportes cada cuatro años, amanecieron este viernes más o menos de la misma forma. Mano al móvil para encontrar cómo estaba la cosa del viento en Marsella. Gesto torcido a primera hora de la mañana. Poco nudo de viento. Uno, tres... A veces, cero. Desde Marsella llegaban malas noticias. Que si hay poquísimo, que si estamos en el bar... La clase 49er tenía como día de reserva también el sábado, cuando las condiciones pintaban mucho mejores. A ver si este viernes, tampoco iba a ser la cosa...

A media mañana, las noticias mejoraban. «Yo creo que se va a dar», señalaba desde la sede de la vela de estos Juegos Pablo Turrado, el regatista –pero sobre todo amigo– que acompañó a Diego en el barco en sus primeros años. Tranquilizaba que un experto en vela hiciese tal vaticinio.

Y Turrado acertó. A las 13.13 horas estaban convocados los diez barcos de la clase 49er en el campo de regatas. En el 'calentamiento' de los barcos para aproximarse a la línea de salida ya se veía que el viento estaba más entablado –como se dice en el argot de la vela–. Que soplaba más constante, vamos. Su intensidad, algo más de nueve nudos y de componente suroeste, la dirección de la que ha soplado varios los días en las regatas de los 'fortys' en Marsella.

Llegaba el momento delicadísimo. La salida. Los barcos tienen que hacer un juego constante para aproximarse y alejarse de la línea que marcan los barcos de los jueces porque no hay pedal de freno para dejarle 'clavao'. Bocinazo de salida y los fortys que parten al galope. Menos uno que la había pifiado. Los irlandeses Robert Dickson y Sean Waddilove tuvieron que repetirla porque se habían adelantado. Y eso no es que fuese bueno. Era muy bueno para Diego y Florian. Los de la isla verde eran segundos en la clasificación. De inicio, unos menos de los que preocuparse.

Si con eso la cosa pintaba bien, tras los primeros metros lucía mucho, pero que mucho mejor. El 'ESP' abría gas y enseñaba la popa a todos. Si antes de la regata la cuenta más fácil era que siendo terceros no había que preocuparse de nadie, pues siendo primeros menos todavía.

Quizá suene a pretencioso, pero la medal race tuvo bastante poca emoción. De nada sirvió la poca diferencia que tenían los españoles –cinco puntos sobre los irlandeses, seis sobre los neozelandeses McHardie y McKenzie– para que la regata estuviese un poco más emocionante. El barco español pasaba holgado por la primera marca, también por la segunda... Los kiwis, ante el desastre de los irlandeses, marcaban de cerca a Diego y Florian porque con ello aseguraban la plata. Porque el oro estaba casi imposible. Con los irlandeses fuera de combate. McHardie y McKenzie tenían que ganar la regata y Diego y Florian quedar quintos o peor. Y tal y como pintaba el asunto, parecía misión imposible.

Camino del tercer giro, llegó la mínima variación en la regata. Los neerlandeses Lambriex y Van de Werken, gallos en la clase en estos últimos tiempos pero sin opciones de rascar podio en estos Juegos, se pusieron por delante. Pero fueron apenas unos pocos metros. Este viernes, en aguas de Marsella, el protagonismo era del barco español.

Diego y Florian recobraron al punto la primera plaza. Y por la última marca, giraron con buena diferencia sobre los neerlandeses. Florian Trittel izó el spinnaker, esa vela de colores que en los Juegos es una enorme bandera de España. Y el forty con las letras ESP empezó a volar hacia la última marca, que derivaba en una pequeña 'recta' hacia los dos barcos que conformaban la línea de meta. Ahí los corazones de los aficionados cántabros se aceleraron para correr tanto como ese potro salvaje del mar con velas. Que sí, que Diego y Florian van a ser campeones olímpicos.

Y el 'forty' español cruzó la meta. Diego Botín y Florian Trittel eran campeones olímpicos. 'Flo' cogió a su amigo, lo abrazó y ambos se fueron, como mandan los cánones de la vela, al agua. Y llegó la zodiac del equipo español, en el que su entrenador, ese Álvaro del Arco también cántabro, también regatista en aquel Mundial de Santander, también amigo y ahora entrenador de Diego y Florian, no podía estar más orgulloso. Aquel viaje que empezó en ese Mundial de Santander con un pequeño asomo a la élite, culminó este viernes en Marsella. Entre medias, miles de horas de trabajo, de sacrificio, de millas navegadas. De alegrías y también de decepciones, como la amarga cuarta plaza en los Juegos de Tokio. «Va a ser muy bueno», dijeron aquellos ojos azules. Vaticinio cumplido. Diego Botín, junto a Florian Trittel, ya es historia del deporte.

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