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Fernando J. Pérez
Lunes, 15 de enero 2024, 15:00
Tras apenas 20 días de expedición, Alex Txikon decidió dar el viernes por concluido el intento de escalar el Annapurna en invierno. La decisión sorprendió con casi toda la temporada por delante, pero el alpinista vizcaíno está muy tranquilo con el paso dado tras escuchar ... a sus compañeros de equipo -entre los que se encontraba el cántabro Andrés Navamuel- y, quizás lo más difícil, a la propia montaña. Lo importante, y no se cansa de recordarlo, es que siguen vivos.
- ¿Por qué decidió abandonar tan pronto?
- El factor principal ha sido escuchar al equipo. Lo he hecho y lo que me transmitieron es que ya era suficiente. Que mejor no seguir tentando a la suerte. Porque algunos hemos pasado hasta cuatro veces bajo el 'cono', para arriba y para abajo. Y el resto, tres. Si lo comparas con lo que hacen en primavera, cuando va todo el motrollón de gente, que suben sólo una vez, aclimatan pasando varios días en el C2 y luego tiran para cima por las cuerdas puestas por los sherpas de las comerciales, te das cuenta de que hemos asumido quizá demasiados riesgos.
- ¿Usted quería quedarse?
- Claro que me hubiera gustado quedarme. De hecho, muchos momentos pensé en hacerlo. Pero después de tantos años en esto he aprendido que, como te he dicho, lo más importante es escuchar a los demás y, sobre todo, ser consciente cuando, por 'a' o por 'b', la montaña te está diciendo que no.
- ¿Tras perder el material hubiese sido factible un ataque ligero con un equipo más reducido?
- La pena es que perdimos las tiendas y, sobre todo, la cuerda. Lo pensamos, porque para subir en realidad las cuerdas no te hacen mucha falta, pero en la bajada son un seguro de vida, sobre todo si tienes problemas. Te dan la seguridad de que vas a bajar. Y sobre todo me dio que pensar lo que sucedió en el K2 cuando hace dos años murieron mi amigo Ali Sadpara y sus dos compañeros. Fue precisamente por eso. Un ataque desde más abajo con un equipo pequeño eleva demasiado el compromiso si tienes el más mínimo contratiempo.
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- ¿La cima estaba tan cerca como parecía?
- Desde luego estábamos más cerca de lo que la altura parece indicar. La teníamos muy cerca si no hubiera desaparecido el depósito. Creo que hubiéramos podido pelearnos con la montaña de tú a tú. Estaba bastante mejor aclimatado que el año pasado en el Manaslu y el equipo estaba mucho más fuerte y motivado también. Evidentemente todavía nos faltaban 1.300 metros de desnivel, pero el trabajo más duro entre los campos 2 y 3 ya estaba hecho. Desde ahí es subir rampas.
- Se situaron en apenas dos semana en el C3. ¿Ha dado con la fórmula de los ochomiles invernales, aclimatando antes de llegar al CB y, una vez en la montaña, subiendo lo más rápido posible?
- Sí. Y este año la fórmula también era válida. ¿En qué me he equivocado? Pues en que nos hubieran hecho falta dos o tres personas más solo para portear el material al C2 y nosotros poder quedarnos allí currando desde ese campo para arriba. Esto se trata de trabajo en equipo. Y este ha sido el fallo. Pero siempre vas justillo de presupuesto y es lo que pasa. Pero convencidos no, lo siguiente. Y por eso me responsabilizo de lo que ha sucedido. Porque tenía que haber analizado mejor cómo lo hacen en primavera y aplicarlo a nuestra expedición. Evidentemente, con nuestros medios y nuestra filosofía, porque en primavera ya suben el material al C2 en helicópteros y desde luego eso no entra dentro de nuestra ética.
- Ya conocía el Annapurna. ¿Cambia mucho de verano a invierno?
- Hay una diferencia tremenda. Ahora hemos encontrado la montaña muy seca. Descascarada completamente. Con un hielo y un compromiso altísimo. A lo que se añaden las bajas temperaturas. Es una cara norte y estás metido en un congelador todo el día.
- Al anunciar que abandonaban explicó que quizás no tenía el hambre de cumbre que se necesita para otro intento. ¿Por qué?
- La cumbre del Manaslu fue hace un año y es inevitable recordar que jugué con fuego. Y luego también está muy fresco lo de Lama (compañero sherpa del año pasado fallecido hace unos meses en una avalancha), al que hemos tenido muy presente en toda la expedición… Y te haces preguntas… Y nos dio reparo meter la sexta. Nos ha dado no pereza pero, sin miedo, respeto. Y sobre todo, cuando me refería a lo del hambre de cumbre, que no ganas, hablaba de esa falta de hambre para no querer sentir ese frío en las orejas, ese dolor en la nariz y en los pies del intenso frío y ese entumecimiento del cuerpo. Esa sensación que solo se vive arriba por encima de los 45 o 50 grados bajo cero. Y eso da miedo, acojona.
- ¿Está decepcionado consigo mismo?
- Ni mucho menos. Y no lo estoy porque hemos sobrevivido al Annapurna y sus avalanchas. Y estamos todos con vida. Cuando llegué el viernes al campo base les dije que estaba igual de contento que si hubiera hecho cima.
- ¿Es la expedición en la que ha estado más cerca de quedarse en la montaña?
- Bueno… Hemos tenido suerte. En la primera avalancha nos salvó el que Eneko me llevase la mochila un rato al salir del CB y subimos charlando tranquilamente. Cinco minutos antes y no estamos aquí para contarlo. Y luego en la de arriba nos libramos por segundos. Porque esas avalanchas no son de nieve. Son como metralla de trocitos de hielo. Y los vimos al lado. Así que, bueno... esta vez también hemos tenido suerte.
- ¿Volverá al Annapurna?
- Sin ningún tipo de dudas me gustaría volver. Me he picado, me he enganchado y hemos visto la manera de subirlo. Tengo la llave, pero el tiempo va pasando. Me encuentro muy fuerte, pero también me doy cuenta de que me gustaría hacer otras cosas. Me gusta esto, me desenvuelvo muy bien y se me da bien, soy sufridor y estoy hecho ya al invierno de Himalaya. Pero, claro, mira que vuelvo el año que viene, la estrategia es perfecta y está todo dispuesto para ir a por la cumbre pero luego el tiempo no es favorable o hay un metro de nieve... Da un poquito de pereza estar todo un año trabajando, dando conferencias por medio mundo, sacar financiación para pagar la expedición y luego llegar aquí y que el tiempo te impida subir. Es lo que da un poquito de pereza. Pero, desde luego, ganas todas.
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