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El sueño era coronar la cumbre del Aconcagua para flamear la pollera, dice Elena Quispe, una mujer aymara de 24 años, vecina de La Paz, que sólo viste de la forma tradicional de las vecinas de esta ciudad a 3.650 metros de altitud. Hace ... cinco años Elena aceptó la invitación de una amiga, Lidia Huayllas, que le dobla la edad para escalar el Huayna Potosí, de 6.090 metros de altura. «No quería hacerlo solita», recuerda Lidia, ama de casa y madre, cuyo marido se gana la vida como guía de escalada. «Él y yo tuvimos la idea loca de que yo subiera. Yo quería, pero no teníamos las botas ni el equipo, que son caros. Cuando tuvimos la oportunidad, yo estaba muy animada y le dije a mis amigas». Poco a poco se apuntaron once mujeres y todas iban con sus tradicionales polleras, ese vestido abombado con blusas coloridas y sombrero de hongo y ala corta. Después de coronar la cima, formaron un club de excursión, ahora conocido como las «cholitas escaladoras», que reunía experiencia con retos cercanos a la capital boliviana. Sin embargo, ellas miraban siempre la cúspide más alta del hemisferio sur. «Soñar no cuesta nada», afirma Elena, la más joven del grupo y porteadora ocasional de alta montaña.
La oportunidad llegó por partida doble el año pasado. No sólo iban a escalar el Aconcagua sino que serían las protagonistas de una película, 'Cholitas', dirigida por Jaime Murciego. El documental, que ahora se estrena en Movistar, comienza con los preparativos de la aventura. Una empaca hojas de coca. «¿Qué vas a hacer si te detienen?», le pregunta su compañera. Para el ascenso eligen la ruta noroeste, la más solicitada, según los guías. «Todo el día vamos de cholitas», responde Lidia si se le pregunta por qué no viste como el resto de montañeros. En los tramos finales sí hacen dos concesiones: una chaqueta encima de sus blusas y un gorro en vez del bombín.
En el camino hacia la cima dicen sentirse «libres», «independientes», «lejos de las penas». Dora Magueño, Cecilia Llusco, Liita Gonzales, junto a Lidia y Elena, van cumpliendo las etapas. La técnica no es difícil pero sí deben enfrentar vientos de más de 90 km/hora a menos cero grados, aunque es verano en el sur. Hay días soleados pero también nieve. En el tercer campamento les toca retrasar la acometida última por mal tiempo. Hasta que por fin pueden enfilar hacia lo más alto del continente. Aunque han «pedido permiso a la pachamama» con rituales de coca y alcohol, primero abandonan dos de ellas por extenuación. Tres siguen con uno de los guías. Otra abandona más adelante con un dolor de pecho. Quedan dos, Elena y Liita. Ellas sí hacen cumbre.
«Lo pasé muy lindo», recuerda Elena, de visita en Madrid apoyada por Entreculturas, Oxfam Intermón y Alboan. El club de expedicionarias se ha reconvertido en una empresa de mujeres guías de montaña. Llevan ya siete 'seismiles' y ahora se proponen conquistar el Everest.
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