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FERNANDO J. PÉREZ
Santander
Miércoles, 1 de diciembre 2021, 15:01
Todavía faltarían unos pocos años para asistir a las ascensiones deportivas al Gorbea, pero la instalación de su Cruz en 1901 se puede considerar como el origen del montañismo vasco. Su imponente crucerío ha sido testigo mudo del paso de miles y miles de montañeros ... y escenario de las primeras andanzas de algunos que, años después, han escalado los picos más altos o las paredes más difíciles del planeta. Estas son sus reflexiones y recuerdos más personales sobre el Gorbea, mucho más que la montaña más alta de Álava y Vizcaya.
Juanito Oiarzabal
«Mis primeros recuerdos del Gorbeia en mi niñez se remontan a unas colonias en Gopegi, en las que dábamos paseos en los que subíamos hasta las cuevas de Mairuelegorreta o el refugio de Pagazuri. Gorbea ha significado siempre mucho para mí, un lugar donde me he sentido siempre muy identificado, una montaña tan cercana a Vitoria y un lugar ideal para entrenar.
Los recuerdos son innumerables, con amigos, con la familia... Allí he lanzado al viento las cenizas de muchos de ellos. Tengo un vínculo muy especial con ella. Y aunque ya no voy tanto como antes, porque durante muchos años he subido a la Cruz una media de tres veces a la semana, el Gorbea sigue siendo mi montaña preferida. Siempre ha sido un referente. Ha sido y es una muga, pero también un nexo de unión a lo largo de la historia entre alaveses y vizcaínos.
Le he dado la vuelta a pie y en bici y la he subido en todas las épocas del año y por todas la rutas imaginables. Qué te voy a decir de un monte que hasta tiene una ruta con mi nombre. Es algo de lo que me siento especialmente orgulloso. Sube por las gradas de Igiñiger, la descubrimos hace muchos años y es muy poco frecuentada por su dificultad técnica».
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Alex Txikon
«Mi relación con el Gorbea es muy intensa. No puede ser de otra forma de alguien nacido en Lemoa, que solo con mirar para arriba prácticamente vemos la Cruz. Es un lugar único, mágico y emblemático y que está en lo más profundo del corazón de cualquier montañero vizcaíno.
Recuerdos tengo muchísimos, pero lo que más destacaría es que cada vez que lo subes es como si fuera la primera vez. A mí al menos me pasa. Para vizcaínos y alaveses es lo que el Txindoki o Aizkorri para los guipuzcoanos, un gran símbolo. Y un sitio en el que me siento especialmente bien. Es 'mi casa' montañera».
Iker y Eneko Pou
«Es la montaña en la que más hemos entrenado. En ella hemos preparado nuestras expediciones a la Patagonia, al Karakorum, al Himalaya... Es la más grande cerca de casa y a la que más cariño la tenemos. La hemos subido andando, corriendo, en bici, en esquís y tiene multitud de rutas.
Y de recuerdos de juventud el más vivo que tengo es que siendo un chaval, con una nevada impresionante, de cuando caía medio metro en Vitoria, nos aventuramos a subir y llegamos hasta el refugio de Pagazuri, pero de ahí ya no pudimos pasar. Y es que el Gorbeia más que un monte es un macizo y cuando pega, pega muy fuerte. Y con niebla es hasta peligroso».
Juanjo San Sebastián
«La Cruz del Gorbeia fue el resultado de un llamamiento a 'colonizar' las montañas. Yo personalmente no soy un hombre de cruces ni de fe, pero la historia hay que conservarla, nos guste o no. Y en ese sentido desde luego la Cruz forma parte de su historia de vizcaínos y alaveses y es tan del Gorbeia como los hayedos de sus laderas o como las rocas del Aldamin o cualquier otro paisaje natural de esta montaña.
Para mí el Gorbeia era el Everest de mi casa. La cima más alta que teníamos en nuestro entorno. Nunca olvidaré el día anterior a subirla por primera vez, cuando yo tendría diez u once años. No pude dormir ni un minuto la noche anterior de la emoción que sentía porque iba a pisar por primera vez su cima. Ninguna noche de Reyes he tenido tanta ilusión que me impidiese dormir como ese día.
Y es que el Gorbea forma parte de mi infancia. De los mejores recuerdos que tengo de niño porque solía subir con mis padres y mis tíos de Miravalles todos los septiembre una semana al refugio cuando estaban Basilio y Enrique. Recuerdo perfectamente que lo abastecían con un burro y un mulo».
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Juan Vallejo
«Para toda la gente de Álava es muy emblemática porque ha sido siempre nuestra primera gran montaña. Después de subir el Zaldiaran y el resto de cumbres alrededor de Vitoria, ir al Gorbea era subir al siguiente nivel. Un gran paso. Y siempre era duro. Es una montaña a la que le tengo cariño, a la que he subido un montón de veces de todas las maneras posibles y rutas imaginables. Y en ese sentido da mucho juego porque tiene muchísimas rutas y zonas. Nunca es la misma montaña. Sería la montaña perfecta si además tuviese una ruta por la que subir escalando, pero todo no se puede tener. Para los alaveses es muy muy especial y aunque tampoco es la más bonita, es la más alta de nuestro entorno y la que está ahí, siempre a mano para subirla».
Juanra Madariaga
«El monte Gorbea es el emblema de la montaña vizcaína. Fue mi primera montaña en torno a los 1.500 metros y creo que siempre ha sido la 'gran montaña' de Vizcaya, aunque haya otras con un porte mas vertical como el Anboto y su cresterío. Pero el Gorbea era una mole impresionante que se veía desde cualquier sitio. Entonces la subíamos desde Zeanuri y era una ascensión a una montaña enorme. Tardabas muchas horas y muchas ampollas y la sensación siempre era la de haber hecho un logro enorme en aquellos primeros pasos montañeros. Para mí siempre ha sido el emblema de la alta montaña en Vizcaya.
Los recuerdos personales son muchos: nocturnas llegando al amanecer, solo corriendo... Y últimamente he hecho algunas bonitas con esquís, por la cara norte del Aldamin... Otra que me ha gustado mucho ha sido por Dolau y subiendo con esquís las gradas de Igiñiger. Y por supuesto recuerdos juveniles de cuando afrontábamos esa subida como un gran logro personal, con esa sensación de que estábamos enfrentándonos a la gran montaña de Vizcaya y la satisfacción de unos chavales llenos de sueños al llegar a la Cruz.»
Jonatan García
«La Cruz del Gorbea simboliza el encuentro para los montañeros alaveses y vizcaínos. Un punto de una belleza y un entorno espectacular. Un lugar que por su accesibilidad es una montaña muy 'democrática', donde te encuentras gente de toda condición montañera y edad. ¡Sobre todo jubilados entre semana!.
Personalmente, es el símbolo de un buen día de entrenamiento antes o después del trabajo. Tenía por tradición subir el día de mi cumpleaños. Visitaba muy a menudo este lugar ya que para mí era un buen lugar de entrenamiento y podía ir tanto en solitario como con mis amigos y mis perros. Siempre me gustaba subir más en invierno que en verano. Era un lugar que, para no tener una gran altitud, cuando azotaba el temporal parecía una montaña de otras latitudes y mucho más alta».
La historia es de sobra conocida. En 1899, el Papa León XIII exhorta a levantar cruces en las cumbres más altas de la cristiandad para dar la bienvenida al siglo XX homenajeando a Jesucristo Redentor. El párroco de Zeanuri, Juan Bartolomé de Alcibar, hace suya la idea y organiza ese mismo año una comisión para cumplir el mandato en lo más alto de la cumbre más alta de Álava y Bizkaia: Gorbea. El proyecto corre a cargo del arquitecto Casto de Zavala, y se construye en la fundación de Serapio Goikoetxea.
¿Pero, quiénes estos tres artífices de uno de los monumentos más populares de Euskadi y gran símbolo del montañismo vasco?
Poco se sabe del cura Juan Bartolomé de Alcibar, nacido en Zeaunuri en 1846 y auténtico impulsor del proyecto. Creo la comisión encargada de sacar adelante el proyecto, presidida por el arcipreste de Zigoitia, José María de Urratxa, y él mismo eligió la ubicación de la cruz ya que, en una época en la que aún no había nacido el montañismo propiamente dicho, conocía muy bien la zona porque la visitaba mucho como cazador y aficionado a recolectar flores y otras especies arbóreas. Él también fue el encargado de promover la colecta popular para pagar el coste de la cruz.
Casto de Zavala, nacido en Elorrio, fue un afamado arquitecto de la segunda mitad del siglo XIX, con obras destacadas como las escuelas de Gernika, el Ayuntamiento de Erandio o la Casa del Arco de Sestao. Diseñó cuatro modelos. El elegido fue el más caro (50.000 pesetas). Medía 33 metros, la envergadura de sus brazos, situados a 27 metros de altura, rozaba los 15 metros y pesaba 32 toneladas.
Se inauguró el 12 de noviembre de 1901. El objetivo era hacerlo el 14 de septiembre, fecha de la exaltación de la Santa Cruz. Pero las obras se retrasaron más de lo previsto y no pudo ser. Una vez erigida en la montaña, los primeros pastores que la vieron enseguida vaticinaron que no duraría mucho en pie. No se equivocaron. El 12 de diciembre, justo un mes después de su inauguración, un temporal la tumbó. El viento y la nieve acumulada en su errajes la hicieron caer hacia la vertiente vizcaína de la montaña.
Serapio Goikoetxea y Palacio, hombre de fuerte personalidad, exigente, perfeccionista, emprendedor y de incansable actividad, era el alcalde de Barakaldo cuando le encargaron la cruz. Este baracaldés nacido en Beurko en 1855 y de formación administrativa y minera fundó en Lutxana un taller de fundición y elaboración de hierro que se convirtió en uno de los más importes de España. Por eso probablemente le encargaron la cruz. También construyó el hierro utilizado para levantar la imagen de la Virgen de Orduña, una de las primeras obras de cemento armado del España.
Como alcalde, puesto que ocupó cuatro años (1899-1903), se empeñó en modernizar Barakaldo en plena revolución industrial, en una época de huelgas desórdenes y revueltas callejeras. Llevó el agua corriente a las casas y viviendas, fundó la Banda de Música y marcó los pasos a seguir del Barakaldo industrial que creció en la segunda mitad del siglo XX hasta convertirse en el segundo municipio vizcaíno tras Bilbao.
La Cruz de Gorbeia se armó y montó en los exteriores de su fábrica en Lutxana, y cuando la vio, ya predijo antes incluso que los pastores de Gorbea que era demasiado alta para resistir las inclemencias del tiempo a casi 1.500 metros de altura. Pero el encargo requería unas medidas concretas, la altura de la edad de Cristo en la Cruz, 33 metros y los brazos proporcionados con la altura.
Tras desmontarse, se cargó en vagones en el ferrocarril anexo a su empresa, que la trasladaron a Bilbao. Y desde Abando viajó hasta Izarra también por rail. Allí se descargó y las piezas fueron subidas hasta la cumbre por Zarate en carros de bueyes, mulas y caballos. Cuentan las crónicas que cada viaje desde Izarra a la cima costaba cerca de 14 horas.
Ya en la montaña, tres obreros de confianza de Serapio se encargaron de las labores de acondicionamiento del terreno y de montaje de la cruz: Isidoro Martínez, conocido como 'Txirolo de Barakaldo' y personaje muy popular en el pueblo, Román Eguiluz y Serapio Elorza. No habían estado nunca en Gorbeia y por poco se mueren de frío. Los pastores, viendo la situación en la que se encontraban, se apiadaron de ellos y les construyen un pequeño cobertizo con piedras, maderas y ramas para que pudieran resguardarse de las inclemencias del tiempo que empezaban a arreciar en aquel otoño de 1901.
Serapio Goikoetxea falleció a los 64 años, en 1919, debido a una diabetes complicada con otras dolencias. En la guerra civil, tras la caída de Bilbao, los insurgentes requisaron la empresa y en sus terrenos construyeron Sefanitro. En el derribo de la fábrica, llamada 'Nuestra Señora del Rosario' se quemaron todos los documentos que había guardado sobre la construcción de la cruz.
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