![«Viajar sola a Irán puede ser muy complicado»](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202212/23/media/cortadas/montanhera-1-kwZH-U19056601057QjD-1248x770@Diario%20Montanes.jpg)
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«Son situaciones que, como mujer y en un país extranjero, te sorprenden. Nos habíamos informado sobre Irán, pero no nos esperábamos aquello». Así resume la alpinista torrelaveguense Raquel García el choque cultural que experimentó en Irán por su condición femenina. Lo hizo durante la ... expedición con la que trató de ascender el pasado mes de mayo el volcán Damavand, el más alto de Asia con 5.610 metros. «Mucha gente te dice que ya teníamos que saberlo, pero son realidades tan distintas que hasta que no la vives no sabes realmente hasta qué punto cambian las cosas y no le das tanta importancia, lo cual es un error», continúa, haciendo pausas en las que recuerda y piensa en la experiencia que vivió. Irán, conocido como uno de los países más marcados por el fundamentalismo islámico y, por ello, como un lugar peligroso para las mujeres, fue el destino elegido para la realización de un documental «con el que buscábamos dar un poco de visibilidad a las mujeres en la montaña». Y lo consiguieron, pero no como lo habían planeado sino, por desgracia, por todo lo contrario.
Los indicios de lo delicado del destino escogido comenzaron en el propio avión en el que viajaron hasta el país: «En Irán, si eres mujer tienes que bajar ya con la cabeza cubierta». Una vez en el aeropuerto descubrieron que no solo los hombres impulsaban comportamiento represivos para con ellas:«Un policía no nos atendía y no podíamos pasar la Aduana para salir del aeropuerto, y cuando bajó su responsable se lo dijimos», explica García. Al poco, añade, «apareció una mujer vestida entera de negro y vivimos una situación muy sorprendente». «Las mujeres defendemos nuestros derechos, pero a veces hay mujeres que parece que se han quedado no sé en qué época, y esta era una de ellas». Porque fue esta funcionaria la que no dejó pasar a su compañera, la operadora de cámara Pipi Cardell, hasta que «al cabo de un rato se lo permitió, no sin antes decirla que la había castigado por haber gritado al hombre, cuando ella se había dirigido a él con absoluta educación». Aquel primer contacto con la cultura iraní, resalta Raquel García, «fue una situación que ya nos puso en guardia, y ahí pensamos que si hubiésemos viajado solas podría haber sido una experiencia muy complicada». Algo que no impidió que se vieran sorprendidas por nuevos comportamientos de este tipo una vez la expedición inició su recorrido por la montaña.
Las diferencias culturales continuaron a lo largo de todo el trayecto, y se revelaron con especial intensidad durante la ascensión al Damavand. «Tienen una cultura muy distinta y se nota en muchos aspectos», resalta la deportista cántabra. «Cuando preguntamos por la ropa que podíamos utilizar para la ascensión nos dijeron que podíamos usar camiseta de manga corta pero no pantalones cortos, porque si nos cruzábamos con un musulmán se iba a ofender». Las sorpresas continuaron a lo largo de todo el trayecto: «Para subirme en un coche me querían obligar a ponerme una gorra para taparme la cabeza, y una vez iniciamos la ascensión me impusieron hacerlo encordada, aunque fui la única a la que trataron así», explica. Cuando le explicaron al guía que tenía varios 'cinco miles' en su haber, le respondieron que eso era imposible y que mentían.
Lo peor, sin embargo, vendría camino de la cumbre del volcán. «La mejor manera de resumir lo que fue esta expedición es una frase que dijo Cardell, y es que subimos hasta donde nos dejaron», relata. «Fue muy frustrante no poder hacer cumbre porque estos proyectos llevan mucho tiempo de preparación, en este caso un año, un año de mucho sufrimiento y mucho esfuerzo». El hecho es que los guías plantearon diferentes excusas para evitar que las dos mujeres alcanzar la cumbre, pero no querían que la expedición, por la publicidad que iba a suponer el documental, no culminase la ascensión. Así que, una vez las separaron del grupo aduciendo que a su ritmo no daba tiempo a subir y volver a bajar, denuncia Raquel García, «uno de los compañeros de la Federación vizcaína de Alpinismo casi se muere». «Le bajaron cianótico, con mal de altura. Iba morado», resalta con indignación. «Lo grave es que le obligaron a subir pese a que él había manifestado que no se encontraba bien, y al final lo bajaron encordado, como un peso muerto, inconsciente».
Por si fuera poco, continúa García, «cuando llegamos al refugio nuestro guía nos dejó allí tiradas». Por todo ello la alpinista define el viaje como «agridulce». «También íbamos con dos guías mujeres que queríamos entrevistar, pero estaban con miedo y no respondían salvo que estuvieran solas, cosa que era muy difícil». «Cuando te cuentan estas realidades te parecen sorprendentes, pero cuando las vives… Buff, son muy frustrantes, sobre todo porque no puedes hacer nada, allí estás vendido, no tienes defensa alguna», concluye.
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