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Llega puntual a su cita. Una sonrisa perenne le ilumina la cara. Lleva una camiseta en la que puede leerse: 'Persigue tu sueño, supera tus obstáculos'. No lleva reloj. Blanca Ruiz Pérez (Valladolid, 1976, aunque cabuérniga a todos los efectos) tiene un proyecto entre ... manos para el que se ha propuesto no escatimar ni un sólo esfuerzo: «Vivir. No pienso hacer otra cosa los próximos años». Ni más ni menos.
El pasado verano dijo lo mismo desde la cumbre del Aneto (3.404 metros), el pico más alto de Los Pirineos y ha jurado repetírselo cada día. Subió con todo prestado; las mochilas, los bastones, los desconocidos crampones, el altímetro, las botas... y sus dos pulmones. Ocho años antes fue sometida a un doble trasplante pulmonar como consecuencia de una fibrosis quística que le diagnosticaron con apenas cuatro meses de vida. Sentada en una piedra en la cima respiró hondo. «Allí me acerqué más aún a mi donante. No hay un día que no le dé las gracias. Estoy aquí por él». Sentencia. Pero lo hace con la misma sonrisa con la que comenzó la narración de esta historia. Idéntica. Esta castellana «por accidente» lleva más de media vida en Cantabria. Sus padres descienden de Cabuérniga por lo que siempre estuvo rodeada de montañas. «De esas que no me dejaban subir de pequeña porque me fatigaba», señala. La insobornable inquietud que le recorre el cuerpo le llevó a contar su 'sueño' en una campaña que la multinacional Bridgestone puso en marcha años atrás. Le llamó al atención eso de 'fomentar la superación personal, la perseverancia y animar a poder hacer frente a la adversidad'. Le resultó familiar. Bingo. Su 'sueño' fue elegido para hacerse realidad. El doble medallista olímpico de baloncesto Sergio Rodríguez, el cuatro veces campeón del mundo de triatlón Javier Gómez Noya y la medalla de bronce de halterofilia, Lidia Valentín ejercieron de embajadores del proyecto. «Los admiro y en cuanto me llamaron me dije: ¿Por qué no?».
Blanca es una «privilegiada» porque ha tenido dos vidas. La primera hasta los 32 años, cuando los médicos le dijeron que el trasplante era la única solución al proceso degenerativo derivado de su fibrosis quística. «Ese día es duro, pero lo vi de forma positiva. Venga, esto es lo que toca, pues adelante», recuerda. Y la segunda, a partir de entonces. En la primera el deporte estaba prohibido, en la segunda es una obligación. Hace 42 años ingresó en el Hospital de La Paz para pasar su primera Navidad entre médicos.
Los síntomas de una enfermedad rara estaban haciéndose evidentes y pese a lo poco que se conocía de ella, a Blanca le permitió estudiar y llevar «una infancia totalmente normal» hasta que a los 16 años volvió a dar la cara. Su espíritu positivo le permite borrar de un plumazo los recuerdos negativos. En blanco. Y entre infecciones pulmonares graves que «son como una cicatriz más» fue desafiando a la enfermedad. A su adolescencia llegó con una prodigiosa fuerza de voluntad que le permitía levantarse dos horas antes de ir al colegio para cumplir con una fisioterapia estricta. Su disciplina y constancia forjó un carácter que le ayudaría más adelante. Blanca sufre una de las 1.900 mutaciones que caracterizan a esta enfermedad, concretamente la más grave, aquella que sólo la pueden desarrollar aquellas personas cuyos padres, padre y madre, sean portadores. Existen 2.700 casos en España y alrededor de 40 en Cantabria. Toma 40 pastillas al día, entró en el quirófano con un 18% de capacidad pulmonar, pero ahora tiene un 120%. «No puedes decir 'ya está' o 'basta', no. Hay que ser más fuerte cada día». A los dos días de ser transplantada le retiraron la respiración artificial, al mes estaba en casa y al año ascendió por su propio pie Brañavieja. «Fue muy duro, pero lo recuerdo como una hazaña».
Se apuntó al gimnasio. Y cuando en las clases de Pilates empezó a bostezar o en las de Zumba a aburrirse decidió dar un paso más. Llegó el club de montaña «Poco a poco vas queriendo hacer una ruta más larga, otra más complicada y ya sabes», admite con una sonrisa, esta vez, cómplice. En su primera vida cualquier esfuerzo era un paso atrás, sus pulmones se debilitaban y su cuerpo se quejaba por todo. Desde abril de 2010 todo es distinto. Tiene carta blanca: «Los médicos, lo único que te dicen es que te cuides. Que evites cualquier infección y que te hidrates. Que no hagas trabajar al riñón más de la cuenta».
Y entonces llegó el Aneto. Su única condición es que «allí arriba tenía que llegar con Patxi Irigoyen», su verdadero confesor. Este navarro le sirve de guía en todo a Blanca; fue trasplantado hace 18 años como ella y es su 'anticipo': «Él me va diciendo todo un poco antes, porque él ya lo ha vivido todo. Queríamos ir a Pirineos juntos y ya que íbamos, pues al Aneto», recuerda. La expedición buscó dos cámaras preparadas pata una aventura así y puso rumbo a las montañas. El 11 de julio había tormentas en los Pirineos. «Nos dijo el guía que si seguía así no subíamos, pero...». Blanca, desde la Reclusa, donde hicieron noche el día anterior, tardo seis horas y media de ascensión y otras cinco de descenso. Los últimos mil metros de altitud rodeado de un manto de nieve impropio para el mes de julio, pero que «hizo que todo fuera aún más emocionante».
Los últimos 200 metros fueron verdaderamente duros; su corazón no debe pasar de 150 pulsaciones por minuto y para ello «no podía dar más de diez pasos seguidos. Paraba y andaba». La vida en cada esfuerzo, la de ante y la de ahora. «La cabeza es fundamental; si quieres algo hay que ir a por ello, no rendirse, no dejarte ir. Si se tarda más pues ya está, pero siempre hay que acabar lo que se empieza», describe. Durante aquellos interminables 200 metros su pasado retumbó una y otra vez en su memoria. «Me acordé de mi donante. Lo mismo que cada día cuando no tengo fuerzas para ir al gimnasio. Estoy aquí por él no puedo fallarle».
Hoy quiero compartir con vosotros la historia de superación de Blanca. bridgestone, sergiorodriguez, lydiavalentin y yo hemos colaborado para hacer realidad su sueño: alcanzar la cima del… https://t.co/wX1tCMndwH
— Javi Gomez Noya (@Jgomeznoya) 7 de noviembre de 2018
A Blanca le tuvieron que poner los crampones para bajar. No los había usado nunca. Aún así descendió mucho mejor de lo esperado. Pronto estaba contando a los suyos cómo se ve el mundo «tan cerca del cielo y desde tan alto». La esperanza de vida en un transplante como el suyo son diez años, ella no se lo cree. «La estadística es así, pero levo una vida llevando la contraria a todo el mundo así que seguiremos igual». Los de la bata blanca le sugieren que huya del estrés y de los horarios rígidos así que no hace planes a largo plazo porque «la vida hay que vivirla no pensar más allá». Sin embargo su personalidad le da para mucho. Es la presidenta de la Federación de Fibrosis Quística de España y su labor «es lo que realmente me quita la vida, pero alguien lo tiene que hacer». No entiende la sinrazón que reina entre los gobiernos y las empresas farmacéuticas que dejan que el tiempo pase sin ponerle remedio a numerosas enfermedades como la suya. «Hay fármacos ya probados en EE UU que no se comercializan aquí porque no lo han legislado. Porque no quieren. Me dicen que lleva tiempo, pero los que sufren esta enfermedad no lo tienen», exclama. La apuesta es segura: no se rendirá.
Blanca subió al Aneto y piensa «visitar los Alpes, pero sobre la marcha, sin prisa». Ahora mismo en lo único que anda preocupada «es en vivir». No le importa mucho más ¡Ah! También el sonreír. «Después de bajar el Aneto me eché unas carcajadas enormes con mi madre. Eso era algo que no había hecho hace años y fue inolvidable».
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