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Como no hay nieve, se puede subir conduciendo hasta la cafetería de El Chivo. Dentro, la única clientela son unos trabajadores de la estación, que han parado un momento. Detrás de la barra, José Manuel Fernández cuenta que a él, como a todos, le gusta ... ver Alto Campoo en funcionamiento, con gente y actividad. Cuando la cosa funciona, puede servir unos 400 cafés al día; hoy pondrá diez.
Aun desnuda, la estación de esquí sigue estando bonita porque el sitio lo es, pero no se puede comparar este paisaje pardo, jaspeado de pequeños neveros, con la vista resplandeciente que ofrece cualquier día de sol con la temporada en marcha.
Todo el mundo es consciente de las peculiaridades de Alto Campoo, situado en una cota baja, en una zona relativamente cercana al mar, y expuesto al sur, un viento que devora la nieve cada vez que sopla. Aquí, la nieve se mima como un tesoro, y en cuanto empiezan a caer los copos y las condiciones son favorables, se mueve, se reparte, se pisa y se fabrica. Ese empeño es el que hizo posible iniciar una tardía campaña a mediados de mes, con los cañones trabajando durante una semana sin parar para aprovechar la nevada de Reyes. Fue un espejismo: el viento y el sol han pelado las laderas y ahora habrá que empezar de cero, si es que el invierno se decide a regresar.
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José Ahumada
Un estudio de la Universidad de Cantabria (UC) cifraba en nueve millones de euros el impacto de la actividad de la estación de esquí para la economía regional, especialmente para la comarca de Campoo; hace un par de años, Javier López Marcano, siendo consejero de Turismo, elevaba hasta los 16 millones el efecto benéfico de una buena temporada en el entorno de la estación y en la generación de actividad en alojamientos, restaurantes, comercios, empresas de alquiler de equipos y escuelas de esquí, entre otros negocios.
Ayer, Brañavieja era un desierto, salvo por el personal de la estación, dedicado en su mayor parte a tareas de mantenimiento, con los remontes en marcha, pero rodando vacíos, y con personal atendiendo llamadas y ofreciendo información en las oficinas. «Estamos manteniendo todo a punto para volver a retomar la temporada cuando empiece a nevar», asegura la directora de Alto Campoo, Cristina López Vayas. Dice que en estos momentos está trabajando «el 60%» de los empleados, a la espera de que el resto, más vinculado a la explotación, se incorpore cuando se retome la actividad.
Esa es la esperanza que comparten todos en la comarca, desde arriba, en la estación, hasta abajo, en Reinosa: que pasados estos días, con un anticiclón apalancado sobre España, el tiempo enfríe y vuelva a nevar. Pero saben que el calendario va en contra.
Juan Sobrino camina por el aparcamiento seguido por un grupo de niños, de la escuela de Paracuelles. En condiciones normales, estaría impartiendo un curso de iniciación al esquí pero, a falta de nieve, les enseña la estación, cómo funcionan todos sus elementos y les cuenta cómo ha evolucionado ese deporte.
Las frases
Óscar Ruiz, alquiler Escuela Brañavieja «El cambio climático ya está aquí. No sé si la palabra morir es un poco dura, pero en los próximos diez o quince años vamos a morir»
Juan Sobrino, monitor de esquí «Lo normal sería estar dando clases de esquí, pero esta temporada ha sido un fastidio. Aguanto buscando otras cosas y con ahorros»
Nieves de Pablo, Hotel Vejo «Con nieve, los fines de semana, a partir de la noche del viernes, prácticamente llenamos todos los establecimientos de la comarca»
Mario Revilla, La Cotera «Yo sobrevivo con los fines de semana, con las comidas que damos. Se nota sobre todo en el alojamiento: ahora mismo no hay nada ocupado»
Cristina López, directora de Alto Campoo «Estamos manteniendo todo a punto para volver a retomar la temporada en cuanto empiece a nevar. Tenemos trabajando al 60% del personal»
Sobrino es de Valladolid, y trabaja en un barco de Salvamento Marítimo. Cogió vacaciones para trabajar la temporada de monitor, y tiene un apartamento alquilado en el poblado. «Lo normal sería estar dando clases de esquí, pero esta temporada ha sido un fastidio. Aguanto buscando otras cosas y con ahorros, esperando a ver si empieza la temporada».
Los chavales se dirigen a la Escuela Brañavieja, donde su propietario, Óscar Ruiz, les muestra su museo, con una enorme colección de esquíes y bastones, desde los modelos más primitivos, y un álbum de fotos que recorre toda la historia del deporte en la zona, desde los inicios con sus pioneros.
Hoy está él solo, pero hace ahora un año, su local bullía de actividad, con una treintena de monitores, cuatro personas atendiendo los alquileres de equipo y un desfile continuo de esquiadores. «Empezamos la temporada con un poco de nieve que nos animó el corazón. La gente tenía muchas ganas, pero ha durado una semana y ahora estamos a 14 grados y con sol, y las previsiones son poco halagüeñas. Todo el norte está igual».
Ruiz no puede evitar mirar al futuro con pesimismo. «El cambio climático ya está aquí, y la tendencia en todas las estaciones del norte situadas a menos de 2.000 metros es a esto. No sé si la palabra morir es un poco dura, pero en los próximos diez o quince años vamos a morir».
Algo más abajo, en Abiada, Mario Revilla atiende el bar La Cotera, un negocio familiar que también cuenta con restaurante y alojamiento. «Yo sobrevivo con los fines de semana, con las comidas que damos. Cuando está abierta la estación se nota mucho, y entre semana es la diferencia entre no haber nada y haber bastante. Se nota sobre todo en el alojamiento: ahora mismo no hay nada ocupado, y si hubiera nieve estaría lleno. Tenemos seis habitaciones de matrimonio y cinco de literas. La gente llama y pregunta que si hay nieve, y si no hay no cogen habitación», relata.
«La nieve es un motor -subraya la directora del Hotel Vejo, Nieves de Pablo-. Hay otras zonas de Cantabria con muchísima afluencia de público en verano, como toda la costa, Santillana o Liébana, que después, en invierno, tienen muchos establecimientos cerrados. Sin embargo, en el sur de Cantabria, una zona olvidada en las promociones turísticas del Gobierno regional, no se cierra nada porque tenemos la nieve».
«La diferencia es exagerada: con nieve, los fines de semana, a partir de la noche del viernes, prácticamente llenamos todos los establecimientos de la zona, y entre semana también hay gente. Cuando hay nieve, la gente circula por la calle en Reinosa, sale, merienda. Igual una señora mayor dice que le incomoda, pero puede que su nieto trabaje de monitor. La nieve nos viene bien a todos, y la ciudad está mucho más alegre y hasta más bonita», concluye De Pablo.
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