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La bahía y Santander, desde una sendaLa fama de la bahía de Santander como una de las más bonitas del mundo es bien ganada. La estampa desde, por ejemplo, Reina Victoria para apreciar ese pequeño mar interior que se aproxima a la ciudad con todo el paisaje de montañas de media región detrás, es una postal turística perfecta. Pero al sur de bahía, hay una senda para ver la postal desde el otro lado. Un agradable y sencillísimo paseo, sin apenas desnivel, para disfrutar de la bahía entre silencio, flanqueado de prados y con la oportunidad de ver un buen número de aves muy de cerca. Es la senda entre Pedreña y Pontejos.
O entre Pontejos y Pedreña, ya que en los dos pueblos del municipio de Marina de Cudeyo se puede aparcar justo al inicio del camino. En Pedreña, la senda tiene varios 'comienzos', pero el más cómodo y más fácil para llegar es el que se ubica en La Junquera, justo al lado del campo de golf. A la derecha, hay otro tramo de senda, de algo menos de un kilómetro, paralelo justo a la costa. Y tras callejear un poco por el pueblo, hay otro tramo que lleva al último 'comienzo', ya cerca de la zona del embarcadero de la localidad.
Si se opta por empezar a caminar junto al campo de golf de La Junquera, al segundo se puede apreciar que la dificultad de la senda es cero. Un trazado sin elevación, perfectamente acondicionado. En el primer recodo del camino empieza el paisaje. Toda la bahía al alcance de la mano, con Santander al fondo. Los saludos con los muchos caminantes que transitan por la senda son constantes. Con marea baja, algunos mariscadores se afanan en su trabajo. Y a nada que acompañe la suerte porque la línea de marea esté próxima, empieza el rosario de aves. Garcetas, gaviotas, zarapitos... Con algo más de fortuna, los imponentes cisnes que habitan también en la bahía. Animales que concitan el interés de un gran número de aficionados a la fotografía, armados con telescopios o potentes teleobjetivos en sus cámaras. Al final de esa primer gran tramo, un claro permite contemplar un green de La Junquera y a algunos jugadores, intentando mejorar en ese deporte que es una de las señas de identidad del municipio.
Localización: Marina de Cudeyo.
Duración total: 2.30 horas.
Longitud total: 10,5 kilómetros.
Nivel: Fácil.
Ese recodo anticipa la única dificultad de una senda que va al nivel del mar. Unos cuantos metros de suave subida permiten, sobre todo, mejorar la vista. Esa subida culmina en un alto en el que la cartelería lleva a la derecha, pero justo a pocos metros la izquierda, en un tramo de carretera, hay en un prado un banco. Merece la pena sentarse un rato porque las panorámica de la bahía de Santander, desde Astillero hasta el Palacio de La Magdalena, es imponente. Sorprende la estampa por los valores contrapuestos que transmite. La ciudad, sinónimo casi siempre de bullicio y prisas, vista desde un sitio de lo más tranquilo y envuelto en el silencio.
Un tramo de piedra suelta entre prados, donde unas cuantas vacas muestran esa curiosa indiferencia hacia el caminante, lleva hasta Elechas, donde hay que hacer un poco de asfalto. Es apenas medio kilómetro, siguiendo las señales que guían en todo momento el camino. De vuelta a la senda, un pequeño descenso, en el que también hay algún banco para disfrutar de las vistas, lleva a un pórtico formado por tuberías que conducen el gas a la cercana empresa Dynasol. Tras pasar por debajo, la senda se retoma a la derecha del cementerio de Elechas. Los pasos vuelven a transitar justo al lado de la mar. Si el paseo es en un momento óptimo de marea, las aves vuelven a estar a unos pocos metros.
*Consulta el punto de partida de la ruta. Inicio desde el aparcamiento donde puedes dejar el coche:
La senda prosigue y dos naves industriales anticipan el último tramo del paseo. El que lleve a la zona de La Campanuca, en Pontejos. Árboles o plumeros se convierten en escondrijos perfectos desde los que contemplar a las aves sin ser visto. En ocasiones, otra gran 'ave' perturba toda la tranquilidad de la zona, porque el aeropuerto Seve Ballesteros ya está muy cerca. Y bien en el aterrizaje o en el despegue, los aviones conforman otra postal distinta, apreciada para los que gusten de esa afición llamada 'spotting'.
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Marco García Vidart
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Desde Pedreña, tras poco más de cinco kilómetros de recorrido, se llega a la zona de la Isla de La Campanuca. De facto el final de la senda, ya que aunque se prolonga durante unos cuantos metros más, lo hace para morir en un recodo. A ese lugar también se puede llegar en coche, por lo que la opción de que la senda sea Pontejos-Pedreña es igual de viable. Se parta de donde se parta y se llegue a donde se llegue, la sensación será la misma. La de contemplar la bahía y Santander desde una perspectiva distinta. Quien opte por acercarse a la senda al atardecer, tendrá el privilegio de contemplar cómo se tiñe de dorado una de las bahías más hermosas del mundo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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