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Un peregrino durante el Camino en dirección a Liébana. Al fondo, los Picos de Europa. L. Fonquernie
La «magia» de conectar con el Camino
Año Santo

La «magia» de conectar con el Camino

Varios grupos de peregrinos comparten la experiencia en su recorrido hacia Santo Toribio

Laura Fonquernie

Santander

Viernes, 14 de abril 2023, 07:22

Da igual el número de etapas en las que se reparta el recorrido o los kilómetros que cada persona decida hacer al día, hay una palabra que siempre se repite: «Magia». Los peregrinos que estos días recorren el Camino Lebaniego hablan de esa sensación que alguno reconoce no saber explicar, pero que «engancha» y les hace querer repetir la experiencia cada año. «Tiene algo que une, no sabemos el qué», trata de aclarar José Manuel López, de Madrid, que llegará mañana al Monasterio de Santo Toribio, última parada. En un intento por entender qué le atrae del camino, se dio cuenta de que, para él, esos días son su forma de «parar el tiempo» y dedicarse unos días a sí mismo. Uno de sus compañeros, José Mari Ortega, vecino de Bilbao, coincide en que de cada aventura se lleva a «las personas» con las que se topa, pero también agradece tener «momentos de soledad» y sacar ratos para «caminar solo y pensar».

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Luego, después de cada etapa, los peregrinos cruzan la puerta del albergue donde siguen las «sorpresas». Ahí basta un saludo y apenas unos minutos para entablar una relación. «Conocer gente es parte de la experiencia», dice José Moreira, de Portugal. «Mira», añade mientras señala al grupo que le acompaña en la terraza, «nos hemos conocido esta tarde». Y ya estaban organizando un viaje conjunto para el año que viene. Al lado, Antonio Asensio y Prudencio Izquierdo coinciden en la experiencia del portugués: «Esto es el ejemplo de lo que hace el camino. Juntarnos aquí», cuentan los amigos. Ellos también llevan años repitiendo la experiencia e, insisten, en que en cada camino «ha habido algo inesperado que nos sorprende. Es como ver una película que te deja un buen sabor de boca», resumen. Y esa sensación, engancha. ¿Qué se siente el día que termina? «Satisfacción».

Y en esa misma mesa había más gente. Otras cuatro personas que tampoco se conocían. «Nos gusta la montaña y este es un buen plan para desconectar», resume Paula Cavada, de Santander, que se lanzó al camino junto con su amiga Lucía. Para ellas, durante las etapas, «se crea un vínculo que no te esperas» con la gente con la que coinciden. Y la experiencia «supera las expectativas» porque no se imaginan que «puedas conectar tanto con gente tan diferente». Quienes prueban por primera vez, coinciden. «Ha sido magnífico», resume Alena Niadbalskaya tras terminar la primera etapa de su primer camino. Con ella recorre Cantabria María José Ibáñez que espera con ganas los días reservados para este plan. En su caso cada mañana es un «reto» porque tiene asma y «con esa dificultad, me cuesta gestionarme en algunos puntos. Me vengo abajo», reconoce.

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Igual que todos hablan de las relaciones, si hay algo que destaca del recorrido por Cantabria son los paisajes. Por eso hay quien decide repetir:«Somos un grupo de amigos de El Astillero y hacemos el camino por segunda vez», indica Miguel Ángel Fernández, mientras descansa en un albergue. Ellos llegarán a Potes mañana, pero subirán al monasterio el domingo, coincidiendo con la apertura de la Puerta del Perdón. ¿Qué les gustó del recorrido?«No hay ruidos, no pasas por ninguna población importante» y eso transmite paz, añadía José Antonio Agudo. La única queja es la organización. «Nos encantaría que llegara al nivel del de Santiago», pero todavía hay puntos por mejorar, como el número de albergues.

Unidos por las etapas

«Es una forma de parar el reloj, recargar pilasy conocer gente»

José Mari Ortega, José Manuel López y Jesús Blanco pasean por San Vicente de la Barquera junto con otro compañero antes de comenzar la primera etapa. Alberto Aja

Son seis amigos que se conocieron en 2019 haciendo, precisamente, un camino y, desde entonces, se organizan para repetir la experiencia cada año. No saben explicar por qué ese plan les engancha tanto, pero tienen claro que es una experiencia única:«Para mí es mágico, cada vez que lo hago me recarga pilas, me alegra porque conozco gente y me lo paso de maravilla», resume José Mari Ortega, de Bilbao, mientras pasea por San Vicente de la Barquera, donde arranca la primera etapa. Él tenía el Lebaniego «pendiente» y ha esperado a que terminara la pandemia para ponerse en marcha.

A su lado, José Manuel López, otro integrante del grupo, insiste en cómo el recorrido te permite hacer «grandes amistades» porque el camino «tiene algo que une aunque no sabemos el qué». El vecino de Madrid dice que, en su caso, es una forma de«parar el tiempo» y escaparse de la vorágine diaria.

Volver seis años después

«Al pasar por valles es un recorrido sin ruidos y da mucha paz»

Un grupo de amigos procedentes de El Astillero descansa en uno de los albergues del Camino Lebaniego. Alberto Aja

Cuando la experiencia ha sido buena, hay quien decide repetir. «Somos un grupo de amigos de El Astillero y hacemos por segunda vez el Camino Lebaniego. Nos encantó», cuenta Miguel Ángel Fernández, uno de los integrantes. Aunque todavía hay aspectos de la organización que, dicen, quedan por mejorar, para ellos volver a disfrutar de los paisajes es lo que les ha empujado a repetir seis años después: «Pasas por valles y son tramos en los que no hay ruidos, no atraviesas ninguna población importante». Todo eso convierte las etapas en «un remanso de paz».

Amigos que repiten

«En todos los caminos hay algo inesperado que te sorprende»

Prudencio Izquierdo y Antonio Asensio, en la terraza del Hotel Casona del Nansa, en Bielva. Alberto Aja

Terminar el camino es como «ver una película que te deja un buen sabor de boca», resume Antonio Asensio. Él lleva años repitiendo. ¿Pero qué tiene el plan que engancha? «Aquí está la prueba. Es el ejemplo de lo que hace el camino», cuenta mientras señala el grupo de siete personas que le acompaña. Cuatro grupos distintos que se hicieron uno. «La experiencia supera las expectativas», añade Prudencio Izquierdo, el amigo con quien salió de San Vicente. ¿Alguna recomendación a quien tenga dudas?«Que no tengan miedo, que lo hagan».

Hasta Cantabria desde Portugal

«Es una oportunidad para estar contigo mismo y conocerte»

José Moreira, de Portugal, posa junto a su pareja frente al río Nansa. Alberto Aja

«Uno se conoce en la montaña», dice José Moreira. Para el portugués preparar la mochila y recorrer el Camino Lebaniego es una oportunidad de «quedarte contigo mismo» y «conocerte muchísimo más» a través de esos 71 kilómetros. Por eso tanto a él como a su pareja les gustan los caminos (también han terminado el de Santiago). Y a esos ratos en los que avanza «solo» se suma también la «magia» de coincidir con gente y «compartir»el mismo momento. «Siempre hacemos amigos», cuenta y de cada aventura terminan llevándose más contactos.

Compañeras desde la primera etapa

«Nunca te esperas que vas a conectar tanto con la gente»

María José, Lucía, Alena y Paula, en Cades, tras terminar la primera etapa del Camino Lebaniego.

María José, Lucía, Alena y Paula no se conocían antes de empezar el Camino Lebaniego que, sin saberlo, les ha unido. «Creas un vínculo que no te esperas», comentaba Lucía quien coincide con el resto en que cada aventura «supera las expectativas» porque, precisamente, «no esperas conectar tanto con gente tan distinta». Y Alena, que vive la experiencia por primera vez, asiente con la cabeza porque una etapa le ha servido para entender esas palabras. Ella viaja con María José, de Valencia, que asume cada tramo como «un reto» personal y una batalla interna por gestionar sus emociones.

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