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Vistas a la cima del Conjurtau, a pocos pasos de conquistarla. M. LL.
Ruta al Conjurtau, el alma del macizo más occidental de los Picos de Europa

Ruta al Conjurtau, el alma del macizo más occidental de los Picos de Europa

Para hacer esta excursión es mejor ir con un guía, ya que no es apta para todo el mundo y el sendero se pierde de manera constante entre laberintos de roca multiforme

Mara Llamedo

Santander

Jueves, 6 de julio 2023

Esta ruta está hecha de contrastes. Por un lado, no es una excursión difícil y la cima a la que accede no deja de ser una elevación modesta, excelentemente ubicada, en medio de ese paraíso calcáreo de moles inmensas que es el Cornión. Por otro, no es una ruta apta para todo el mundo, ya que el sendero que sigue se pierde de manera constante entre laberintos de roca multiforme, más intensos a cada paso, que van haciendo de balcones camino a unas alturas que parecen sacadas de otro mundo.

Cirular al Pico Conjurtau por Tolleyu y Valle del Resecu

  • Tipo de ruta: Circular.

  • Dificultad: Moderada-difícil.

  • Distancia: 17 kilómetros.

  • Tiempo aproximado: Entre 7 y 8 horas.

  • Altura máxima: 1.936 metros, aproximadamente.

  • Desnivel aproximado: 895 metros.

Y aunque lo justo sería comenzar esta historia por el medio, justo con la visión que se contempla desde la cima del Conjurtau (con la Torre Santa tan cercana, y con sus brazos tan extendidos, que parece que un solo salto, o menos de un millar de pasos, nos llevarán a tocarla) también es de recibo empezarla por su principio, indicando que para realizar este trayecto conviene ir preparado y acompañado de un guía, ya que su traza se adentra en una zona muy poco visitada de los Picos de Europa y es algo dura de caminar.

No obstante, al César lo que es del César: el esfuerzo merece -con creces- la pena. Conquistar el Conjurtau es conquistar el alma del macizo más occidental de este reino, mágico y profundo, al que llaman Cornión. Subirse a sus casi 2000 metros nos coloca frente a frente ante gigantes: un paisaje infinito, cargado de profundos relieves y rotunda majestuosidad, donde el tiempo parece ir más lento y las formas enrevesadas, caóticas y kársticas, que dominan por doquier, atrapan al caminante conectándole con el más absoluto presente y la más pura belleza.

Descripción de la ruta

Se parte del aparcamiento de Buferrera, en los Lagos de Covadonga, bordeando por su lado derecho ese precioso espectáculo de aguas quietas, añejas y heladas que es el Ercina. Huele a niebla, a tierra húmeda, a magia que se despereza, mientras que el pico Llucia destaca en medio del llano acuático y verdoso, mirándose de cerca en las gélidas aguas del lago.

Vista privilegiada a la Torre Santa de Enol (o Santa María de Enol) desde la cima del Conjurtau. M. LL.

A lo lejos, casi como una aparición simbólica, la silueta de las rocas madres de estas tierras: hoy se dejarán ver muy de cerca, desde un ángulo y una altura tan próximos que –mirándolas desde ahí- quieren hasta parecer pequeñas. Hoy, aunque la cima se llama Conjurtau, la Torre Santa de Enol , con sus casi 2500 metros de porte, dominará las visiones, dejando muy claro que a una (si es una montaña) no la llaman majestad sólo porque sí.

Tras rodear el lago, el sendero ahora se enfoca en subir, conectando con otro estrecho y seseante que se adentra a recorrer las vegas de la zona atravesando un terreno entre paredones al que llaman La Canaleta. No hay pérdida: el trayecto está bien marcado y es evidente. Sólo hay que dejarse llevar por su ritmo, enredado entre roca y pradera, siempre en dirección ascendente y coqueta.

Diferentes majadas, ataviadas con cabañas de piedra y ecos de otras eras, van controlando los pasos y haciendo de puertos para el caminante: la zona del Toyu, sombría pero muy viva; la del Ceñal, con una cabaña al pie de las rocas que semeja un refugio enebrado a la piedra… Y, finalmente, las Tremas del Ceñal, amplia y húmeda pradera enclavada entre picachos multiformes.

Tremas del Ceñal, oasis verde en medio de un paisaje calizo. M. LL.

Resulta curioso como el silencio va creciendo a medida que aumenta la altura. Es como si en el aire flotase un respeto importante. Algo inexplicable, pero muy vivo, que habita dentro de este enorme túmulo montañoso que un día fue mundo marino. Y llegar a las Tremas del Ceñal lo atestigua. Se puede sentir el aura de importancia, de sacralidad, que emana de cada esquina. Se puede abrigar la certeza, sólo con mirar, de que ahí arriba esperaba un mundo nuevo –a muy pocos pasos del conocido- ansioso por ser explorado.

Para salir de las Tremas del Ceñal hay que bordearlas por la derecha, rumbo sur, evitando así su parte más húmeda, atravesando este oasis de pradera para salir, unos metros más arriba, a la majada Tolleyu, último bastión de este primer tramo de la ruta.

A partir de aquí la cosa se complica. Comienza el paso más complicado de esta excursión, que ahora se adentra sin miramientos por un laberinto de rocas que parecen haber sido esparcidas siguiendo el orden del caos. Hay numerosos jitos que tratan, como pueden, de destacar, guiando al que camina por un terreno complicado de andar en cuanto a relieves, agujeros y guías. La dirección a seguir es sureste, salvando de forma lenta metros y metros hasta dar con una arista, discreta, que parece limpiar lo que queda de terreno tras ella y muestra, claramente, la cima que se busca.

Majada Tolleyu. M. LL.

Estamos en una pequeña arista cimera, contemplando el destino triangular buscado al fondo, en el horizonte cercano, en medio de un territorio dominado por montes, piedra y canales. En línea recta, una antecima: los pasos para llegar a ella distan mucho del tramo anterior. El Conjurtau se muestra dócil y suaviza el terreno que le precede, quizás sabedor de que es imposible no levantar la vista hacia las cumbres que se abren cercanas a cada nuevo paso dado.

Sólo resta rodear su cuerpo y coraza, para encontrar un camino accesible que lo corona y, sin pasos técnicos ni dificultades reseñables, abrazar por fin la cumbre, un asiento perfecto marcado con enorme montículo de piedras desde el que mirar muy de cerca a las cumbres más altas del macizo del Cornión.

Todo es un espectáculo desde aquí. Un paisaje abrumador que encandila y no entiende de palabras. Un bastión colgado frente al cantábrico que desprende aroma de alta montaña y parece detener el segundero.

En frente, imponente y bella, la gran Torre de Picos parece sonreír desde su soledad cuarteada y grisácea; detrás, la vega del Bricial reluce en medio de la inmensidad de Picos, más allá del valle del Resecu y casi pegada – desde esta óptica- a las aguas del Cantábrico.

Jous del Resecu, bajando del pico Conjurtau. M. LL.

Para regresar, se toma un camino alternativo al ya andado que convierte la ruta en una circular completa. Toca localizar la vereda oeste del pico que nos acoge y enfilar un sendero que se lanza por empinada zona de piedras en busca de los Jous del Resecu.

Una vez en ellos, se empiezan a alternar distintas zonas de pradera en una bajada larga, dominada de nuevo por un caos calizo que avanza enterrado entre enormes relieves que parecen extenderse sin fin más allá de los pies andantes.

La vega del Bricial, vestida de intenso verde, recibe al caminante tras superar la bajada boscosa de Palomberu. M. LL.

Volvemos a pisar un terreno laberíntico guiado por jitos que, despacio, va saliendo hacia el arroyo del Resecu y luego al final de su valle, donde el sendero se planta repentino ante el bosque Palomberu, impresionante y profundo.

La floresta que cruzamos cae, vertical y sin miedo, hacia una vega verdísima, inclinándose de forma importante y llenando este tramo final de un ambiente de humedad y magia que contrasta excesivo con el paisaje kárstico que se ha superado.

Del bosque se sale ya a un terreno enmoquetado, libre ya del desorden calizo de las alturas: es la conocida vega del Bricial, hogar del tercero de los lagos de Covadonga, el más misterioso de todos ellos que sólo se deja ver cuando las nieves y las aguas invernales dominan estos terrenos.

Lago Ercina, lugar en el que se inicia la ruta al Conjurtau.

A partir de aquí sólo queda encontrar un sendero claro y bien andado: él nos conducirá, primero, a la majada Reblagás y después, enseguida, de vuelta a la orilla del Ercina, lugar en el que toca decir adiós (o hasta luego) al macizo del Cornión.

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