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En la costa cantábrica, entre los pueblos de Oriñón y Sonabia y los Picos Solpico y Candina, se esconde un tesoro natural conocido como los Ojos del Diablo. Esta ruta es mucho más que un simple recorrido costero; es un viaje a través de acantilados escarpados y paisajes de ensueño, que sirven como carta de presentación del mar Cantábrico al amante de la naturaleza. Para llegar a los Ojos del Diablo hay dos opciones: una complicada y otra más sencilla. La primera opción parte desde el aparcamiento de Sonabia, ascendiendo junto a los acantilados, a la intemperie del viento del mar. La vía más sencilla, la elegida para esta ocasión, parte de un pequeño aparcamiento que se encuentra en la carretera que une Liendo y Oriñón.
Localización: Castro Urdiales.
Duración total: 3.15 horas.
Longitud total: 5,30 kilómetros.
Nivel: Fácil.
Antes de comenzar la ruta, en el aparcamiento, hay un cartel informativo sobre ella, que ofrece una idea del trazado a recorrer, además de unos cuantos párrafos de valiosa información sobre el entorno, sobre todo en lo referente a las aves que habitan en la zona, con especial atención a los buitres. La única colonia de estas aves en un entorno marino de toda Europa.
La ruta, corta, además de tener un desnivel a tener en cuenta -407 kilómetros en unos 2,6 kilómetros de subida- presenta un firme con el que conviene tener precaución. El terreno, con multitud de piedras entremezcladas con tramos de tierra, hace de lo más recomendable llevar buen calzado de montaña. Y si son botas con cierta altura, mejor que mejor para proteger los tobillos. Un bastón o un palo también serán buenos compañeros de viaje, sobre todo para ayudarse en la bajada.
El camino, que aunque no está señalizado más que con algunas marcas de pintura en varias rocas no ofrece pérdida posible, se inicia con un paraguas natural de helechos y encinas que progresivamente silencian el ruido de los coches del aparcamiento y de la autovía que pasa junto a él. En este punto, el camino asciende por un terreno rocoso y algo accidentado. Conviene mirar dónde se da cada paso.
*Consulta el punto de partida de la ruta. Inicio desde el aparcamiento donde puedes dejar el coche:
Camino de completar el primer kilómetro de subida, la vegetación frondosa desaparece de la vista y deja paso al paisaje kárstico tan característico de la costa cantábrica oriental. Durante la subida, desde las paredes escarpadas del Monte Candina, se puede observar cómo los alimoches y los buitres sobrevuelan el sendero, vigilando en todo momento al caminante.
Más adelante, siguiendo las marcas rojas y blancas pintadas en algunas rocas, aparecen los primeros collados, los cuales revelan tan solo una muestra del Mar Cantábrico. En esta zona, se pueden observar antiguas construcciones de piedra, que en un pasado formaron parte de una explotación minera de hierro. En ese punto, los buitres, si aún no han levantado el vuelo, están muy cerca del caminante.
Tras dejar atrás los restos de muro de la antigua explotación minera del Monte Candina, el camino prosigue por un trazado que serpentea entre dolinas calizas, que esconden cavidades subterráneas y un paisaje kárstico formado por lapiaces y matorrales bajos.
En esta parte de la ruta, ante la presencia del Pico Candina y el Solpico, los famosos Ojos del Diablo se pueden divisar a la lejanía.
Tras la última rampa natural, la ruta lleva a los Ojos del Diablo. Y la vista hace que toda la ascensión merezca -y mucho- la pena. Desde ese agujero natural en la roca se puede observar la conocida 'ballena de Sonabia', esa roca que se adentra en el mar. El lugar regala al espectador una vista de la costa cantábrica de las que no se olvida con facilidad. El monumento natural suele estar de lo más frecuentado y los móviles se convierten en las estrellas que inmortalizan una foto en un lugar tan bonito.
Después de haber descansado un rato y de sacar unas cuantas fotos, toca desandar lo andado. En el descenso, tener esos bastones o un palo se agradecerá para apoyarse y mitigar la bajada. Pero con la siempre necesaria prudencia en los montes, la ruta de los Ojos del Diablo, pese a su aparente desnivel agresivo, recibe con frecuencia a todo tipo de amantes de la naturaleza, desde familias con niños hasta gente mayor. Una ruta sencilla, para todo tipo de senderistas, que permite disfrutar de unos paisajes deslumbrantes en la costa cántabra.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Clara Alba y José A. González
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