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Javier Gangoiti
Santander
Miércoles, 24 de julio 2019, 08:09
Hacer de la necesidad virtud. ¿Quién sabe qué habría pasado si Amistades Peligrosas se hubiera plantado en la Porticada el primer sábado de fiestas y bajo una noche estrellada sin nubes en el cielo? Seguro que esa duda se produjo en la cabeza de ... los valientes que se acercaron la noche del martes a la plaza, apenas una hora después de que un aguacero cayera sobre Santander. Por eso cuando Cristina del Valle, miembro original del dúo, se subió al escenario junto a Marcos Rodríguez, su partenaire desde hace dos años, y vio la buena respuesta del público no le quedó otra: «Qué emoción. Veros aquí es la mayor alegría que he tenido estos días». Y como ella es asturiana y sabe de lo que el cielo podía ser capaz en las casi dos horas de concierto, prometió: «Si llueve, nos mojamos con vosotros». Lo que quizá no sabían entonces es que la diosa fortuna iba a disfrazar el éxito de su recital con un manto de lluvia y que, sumado al buen clima de la pareja con el respetable, terminaría siendo caldo de cultivo para una noche perfecta.
Porque todo sea dicho. Inicialmente la noche estaba abonada a la discreción. Y eso que pronto pisaron el acelerador con las canciones que pusieron banda sonora a la adolescencia de muchos que poblaron la Porticada hasta la mitad. Esa es la razón por la que los teclados barrocos de 'Me quedaré sólo' hicieron cantar al público en el segundo uno. Para entonces, Amistades Peligrosas enseñaba músculo de un repertorio que sigue muy vivo en las gargantas, pero que de alguna forma no estaba dando los frutos esperados. Faltaba regar. Y a falta de agua -todavía no se había puesto a llover- Del Valle y Rodríguez apostaron por el sudor y le metieron mano a la plaza con 'Estoy por ti' o 'Me haces tanto bien', al tiempo que alternaban canciones de su último lanzamiento, 'Pacto de sal', con reivindicaciones por los derechos de las mujeres y el «amor libre» o clamores por «ese mar de la vergüenza en que se ha convertido el Mar Mediterráneo».
Y lo hicieron además con dos aciertos. El primero: la sintonía que demuestran los dos artistas sobre el escenario y que avala la alianza que emprendieron hace dos años. Sin reparo a las carantoñas y a los arrumacos entre sí, disfrutó el duplo y, con él, la Porticada. Tal fue su naturalidad, que tuvieron el detalle de preguntar algo tan inusual como necesario: «¿Escucháis bien ahí abajo?», cuya respuesta quizá no mejoró el sonido -el público se inclinó por «más caña» y «volver a los años 90» y por momentos las voces estuvieron demasiado taponadas por la banda- pero sí que fue un detalle digno de mención. El otro punto a favor del espectáculo fue la frescura con que supieron renovar el material de aquella década. Nuevas y clásicas sonaron orgánicas y espontáneas gracias a la banda formada por Marco Rasa, teclista y director musical del dúo; Guillermo Chicharro, guitarrista; Dani Moreno, bajista; y Pablo Santiz, a la batería.
Pero entonces empezó a llover. Y al tiempo que un terció del público se cobijaba en los soportales, la pareja cumplía su promesa y bajaba del escenario para agradecer a los valientes su fidelidad, primero, y cantar después una oda a «la libertad y el amor» como 'Aïcha' alrededor de un palpitante círculo de admiradores, creando sin duda el que será uno de los momentos cumbre de la semana en la plaza.
Santander se mojó y con gusto antes de poner el broche con su ya clásico 'Africanos en Madrid' y un remix de todo lo anterior. Resultado: ovación sincera. Amistades Peligrosas tenía un papel complicado el martes por la noche. Pero supo caer de pie y hacer de la necesidad virtud, borrando de un plumazo las barreras del escenario y encontrándose con un público que, de alguna forma, siempre quiso cantar bajo la lluvia.
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