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«Me gusta llamar a estos conciertos Pedro Guerra 2024. Una conclusión a la que llegué después de pensarlo mucho», bromeaba el cantautor al saludar al público. Justo antes acababa de realizar una demostración práctica de cómo cualquier gesto intrascendente se puede convertir en un ... prodigio artístico: «Eso que acaban de ver es un cambio de taburete. Parece una tontería, pero quizás el taburete es más importante casi que la guitarra… Es una cuestión de distancias», aseguró, aunque la verdadera distancia, que media entre público y artista, la rompería enseguida.
La estampa resultaba insólita, con la pista de Escenario Santander llena de sillas –pares a la derecha, impares a la izquierda, como en los teatros– y dos centenares de apasionados de la canción de autor que al principio se mostraron casi tan tímidos como el propio Guerra: coreaban sus canciones, pero muy bajito, como si tuvieran miedo de romper la mística del momento. De hecho, seguían el concierto con un silencio y una atención reverenciales. Entre sus grandes clásicos, de 'Raíz' a 'Ofrenda', el cantautor iba presentando canciones de su nuevo proyecto, 'Parceiros'; el término lo ha tomado prestado del portugués de Brasil: así llaman a las canciones compuestas conjuntamente por dos compositores. Así, ha escrito y grabado a medias con artistas como El Kanka, Alice Wonder o Bunbury. Como todavía no se ha editado en disco, aprovechó para dar unas pequeñas instrucciones para interactuar con las plataformas musicales: «Si les gustan, tienen que ir a Spotify y escucharlas. Pero… molaría que fuera de manera compulsiva. No basta con ponerlas una vez, hay que hacerlo muchas veces, muchas. Así empezó Quevedo, y yo también soy canario: ¡quiero mi parte!».
En un completo repaso a su repertorio, recorrió desde los temas más poéticos –como 'Caperucita roja' o 'Daniela'– a los retratos de nuestro tiempo –'Debajo del puente'–, los cantos al amor no exentos de humor arqueológico –'Cinco mil años'– y hasta los reivindicativos, al estilo de los cantautores más canónicos de los setenta, como en 'Contra el poder'.
Con todo, Guerra no parecía del todo cómodo con tanto silencio, ni tampoco demasiado interesado en perderse en la liturgia, así que optó por animar a la concurrencia con una curiosa anécdota de su época de principiante, cuando en un festival provincial desde el público le pidieron que tocara «una con marcha». «Por suerte, ahora que ya soy un cantautor de verdad, y entonces es bueno que ustedes se animen, y canten conmigo, y hagan palmas. Comedidamente, eso sí… Pero yo les digo que tienen más marcha que algunas de los grupos de rock duro», siguió bromeando. Por supuesto, lo acabaría logrando, en un tour de force final –'El marido de la peluquera', 'Otra forma de sentir' y sobre todo 'Contamíname', ya en los bises– en el que incluso puso orden en las palmas. En lo que no habría comedimiento sería en las ovaciones, porque el músico finalmente había demostrado que, en efecto, todo era cuestión de distancia: la que él había logrado recortar.
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